lunes, 8 de diciembre de 2014
Pido disculpas
martes, 25 de noviembre de 2014
Siempre hay salida
El infierno de su alma se había convertido en su lugar favorito...allí solía escaparse a tomar café y calentarse con sus propios pensamientos convertidos en brasas. Allí las heridas escocían menos y las palabras malsonantes se derretían fundiéndose con la lava de la mujer que fue algún día. Allí fantaseaba con que su diabla interior tomase de una vez por todas las riendas de su vida...pero sólo eran eso...fantasías.
La puerta se cerró con un golpe seco, ella se sobresaltó y se abrochó los últimos botones de la camisa, no fuese él a creer que iba enseñando de más. Se alejó de la ventana que la mantenía conectada a la realidad y que tantas veces se le antojó como el fin de sus problemas (pero no, ella no era una cobarde) y revolvió el potaje que tenía al fuego.
-¿Otra vez potaje?-. Masculló.
-Sí no lo quieres te preparo otra cosa...balbuceó.
-¿Otra cosa, otra cosa? Sí no sabes hacer nada.
Él abrió la nevera y sacó una cerveza. Le quitó la tapa con los dientes y la escupió al fregadero. Bebió un largo trago, se limpió la boca con la manga de la camisa y salió de la cocina gritando: -Tengo hambre, ¡Muévete!
El infierno de su alma se convirtió en escarcha. Permanecía helada (a pesar de los treinta y dos grados que marcaba el termómetro de la cocina) inmóvil intentaba adivinar qué podía desear para comer, qué le apetecería...pero nunca tuvo dotes de adivina, hechicera o bruja puesto que nunca acertaba en sus cavilaciones. De haberlos tenido habría visto el día de su boda que el príncipe de su cuento tenía escamas en lugar de sangre azul, una mazmorra y no un precioso castillo, y no la llevaría en brazos por el umbral de la puerta sí no que la metería a patadas. No, decididamente, no tenía dotes de adivinación.
-¡Esperanza! ¿ Dónde está la puta comida?
Con un baile anormal en el pulso de sus manos vertió dos cucharones de potaje en el plato, con sumo cuidado se dirigió al salón y lo dejó sobre la mesa auxiliar donde a él le gustaba comer mientras veía las noticias y criticaba las desgracias del mundo. El silencio se hizo notar como la calma que precede a la tormenta. Perfecto alzó la mirada, -¿otra vez potaje?-. Esperanza no tuvo tiempo de retirar el plato e ir en busca de cualquier otro alimento que lo satisficiera.
Nunca le gustó el color rojo, siempre lo consideró demasiado llamativo y exhuberante. Ahora salía de su nariz y de su boca (como tantas otras veces) y un surco alrededor de su ojo comenzaba a extenderse a lo largo y ancho de su rostro como un tsunami arrasando con su belleza. Perfecto comía en silencio el potaje mientras veía los resúmenes del fútbol. Volvió a mirarse al espejo, ¡qué mal le sentaba el rojo! Se volvió a refugiar en el infierno de su alma, su diabla interior estaba un poco atolondrada...-¿Pero tú te has visto? El rojo nunca ha sido nuestro color ni el negro, nosotras somos más de rosa y de purpurina, ¿acaso lo has olvidado ya? ¿Cuánto hace que perdiste la esperanza, Esperanza?
Volvió a mirar hacia el salón, se volvió nuevamente hacia el espejo. Su diabla seguía hablando. -Venga, atrévete, sí lo estàs deseando. Concédenos la libertad que nos merecemos.
Perfecto se acercó a ella cabizbajo.
-Esperanza, perdóname, sabes que no soporto hacerte daño, me pongo muy bruto, no sé que me pasa. ¡ven, siéntate conmigo!-.
-¡Enseguida voy!
-Venga, Esperanza, hazlo por nosotras, siempre hay salida-. La incitaba su diabla.
Esperanza cogió el jarrón de porcelana que le regaló su madre cuando se casó. Se persignó y le pidió perdón a Dios. Caminó hacia el sofá y lo hizo añicos contra la cabeza de su esposo. Este quedó semiconsciente. Buscó en sus bolsillos y encontró las llaves de la puerta. Abrió con manos temblorosas y salió a la calle. Corría, huía de él y de ella, de su diabla interior que ahora deba palmadas y danzaba feliz, cambiando el tridente por alas y los cuernos por una aureola. Llegó a la policía y se entregó no sabía bien sí como víctima o como verdugo, pero cualquier cárcel sería mejor que el miedo.
domingo, 9 de noviembre de 2014
Hay días...
domingo, 2 de noviembre de 2014
El mar y yo
sábado, 11 de octubre de 2014
Poema del día después
jueves, 9 de octubre de 2014
Hoy me dio por ser valiente
lunes, 6 de octubre de 2014
Antología de una prostituta 12
jueves, 2 de octubre de 2014
Conviértete en un buen recuerdo
jueves, 25 de septiembre de 2014
Plazo cerrado
miércoles, 24 de septiembre de 2014
Huida hacia el señor 4
miércoles, 17 de septiembre de 2014
Micro cuento
martes, 16 de septiembre de 2014
Rumbo a nuevos mundos
lunes, 15 de septiembre de 2014
viernes, 12 de septiembre de 2014
La cantautora que olvidó su sueño
martes, 9 de septiembre de 2014
Tengo un deseo
lunes, 8 de septiembre de 2014
Decálogo de una loca
sábado, 6 de septiembre de 2014
Mírame
miércoles, 3 de septiembre de 2014
Sonríe, mujer
martes, 26 de agosto de 2014
Sueños
miércoles, 20 de agosto de 2014
Mi abuela la chamana
Mi abuela era chamana. No. No crean que era de esas brujas con plumas en la cabeza, collares de dientes de elefante y pintadas en la cara con la sangre de algún animal sacrificado. Mi abuela era una chamana de las buenas. De metro cincuenta (albergaba mucha sabiduría en poco espacio). Con el pelo blanco, muy largo, y la cara redonda como la luna llena. Vivía en el centro del bosque, a ella le gustaba llamarlo el centro de "La madre tierra", en una cabaña de roble, donde siempre olía a sahumerio, para honrar su hogar, el que consideraba que estaba vivo.
Mi abuela se dedicaba a devolver el alma al cuerpo de la gente y a sanar los corazones rotos. Yo, a mis diez años, no entendía como alguien sin alma ni corazón (o al menos roto) podían llegar hasta Hamuaguaka (como llamaba mi abuela a su casa). Cuando esto sucedía mi abuela me mandaba a jugar al bosque (pero nunca fui muy obediente) y solía esconderme entre las cañas de bambú del patio y observar lo que sucedía. El desalmado permanecía de pie en un círculo hecho con hojas de laurel. Mi abuela caminaba alrededor de él haciendo gestos de disgusto con la cabeza. Luego se untaba las manos con aceite de lavanda y las colocaba unos segundos en varias partes del cuerpo, algo llamado chakras. Encendía incienso y danzaba dando pequeños saltitos alrededor del enfermo mientras cantaba: LY OLAY ALE LOYA (danza del círculo) a la vez que tocaba el tambor. Cuando estaba en trance cesaba el baile, rezaba para llamar a sus animales de poder; la tortuga de tierra, que aporta serenidad y equilibrio y posee el don de esconderse en su caparazón mientras amaina la tormenta. Y el elefante, cuyo significado es la fuerza, el poder y el honor. Cuando atendían a su llamada, ponía las manos en el pecho del herido y con un golpe le devolvía el alma. Para el corazón roto les hacía beber el elixir del desamor: manzanilla, flor salvaje y diente de león...ayunar once días y los pedazos se recompondrían.
- Abuela, ¿por qué si desde que era niña me decías que el amor es lo más importante de la vida, vienen tantas personas con el corazón roto en busca de tu ayuda?-.
Le pregunté mientras bebíamos nuestra ayahuasca de las siete de la tarde, infusión con la que el espíritu salía de nuestro cuerpo sin que este muriera.
Mi abuela bebió, miró al frente, allí, al corazón de la tierra, donde podías escuchar palpitar las raíces de los árboles.
-El amor, pequeña, es parte de nuestra naturaleza. Es el estado de sentirse felizmente conectado a otro o el acto de llegar a conectarse. Es extender nuestro ser para incluir a otro.
-Entonces, abu, ¿por qué se acaba si es nuestra naturaleza, nuestra razón de ser, el fin último del ser humano?
-La duda es lo que debilita al amor. Cuando aparece la duda sobre la existencia del amor, entonces nace el miedo y con él muere el amor. El miedo interfiere en el amor porque es lo opuesto a este. Cuando crece el miedo, mengua el amor, pero aumenta la necesidad de ser amado.
-Es todo muy complicado, abu, sigo sin saber qué se debe hacer.
Mi abuela me miró sabiendo que sólo lo entendería en el momento adecuado, aún así continuó hablando.
-Pues amar, aumentar la dosis.
-¿Entonces, abu, para superar el miedo y la duda que genera el amor, la solución es el amor? ¡Es todo muy raro! ¿Y si es tan simple por qué la gente sigue viniendo con el corazón roto y sin alma?
-Porque dejan de amar.
-Pero no pueden hacerlo, se les ha roto el corazón y se les ha largado el alma.
-Escucha, pequeña, algún día no estaré y te romperán el corazón ahuyentando al alma, sólo podrás solucionarlo amando al dolor y este cesará.
De esa conversación hace más de veinte años. Ahora, aquí, en Hamuaguaka, bebiendo sola nuestra ayahuasca, sin alma y el corazón roto, intento amar al dolor... Pero no puedo, abu, no puedo. Y pido, que allá adonde hayas ido el día de tu partida (hace ya tanto) encuentres un hueco para devolverme el alma y recomponerme el corazón.