Este blog será nuestro punto de encuentro, en él se unirá la magia, los sueños, la luna y la literatura. ¿Por qué la luna? Porque es mi hogar. ¿Por qué la literatura? Porque es como único entiendo la vida.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Huida hacia el Señor. 2ª parte.



 
Estaban sentados en el bar Madrid, famoso por la belleza de sus camareras y por la falta de recursos del dueño del local para facilitarles uniformes completos a sus empleadas.
Estaban envueltos en el humo de sus puros y saboreando el dulce Dambrui que les bajaba caliente por la garganta, ayudándolos a entrar en calor en aquella fría tarde de febrero. Mario observaba preocupado y extrañado a su amigo Luis. Llevaban allí más de una hora y aun no había intentado llevarse a su casa para usar de almohada a ninguna de las camareras.
-Mira quién viene por ahí. Señaló Mario a una mujer alta, rubia, con unas preciosas curvas, pechos firmes y redondos y culo respingón. Vestía el uniforme del local, sujetador negro, dos tallas más pequeñas que la suya, braguita a juego, en tamaño y color, y un delantal blanco y negro para tapar las vergüenzas.  Marta caminaba hacia ellos con una seductora sonrisa de actriz porno dibujada en sus labios. Luis apartó la cara cuando Barbie camarera intentó besarlo.
-Veo que tienes ganas de jugar al escurridizo. Le recriminó, molesta por el desplante.
-¿Recibes a todos tus clientes con besos? Preguntó Luis con sorna.
-No, y no creas que eres un simple cliente. Contestó herida.
-Sí lo soy cariño, ya te avisé de que no confundieras las cosas. Aquello que ocurrió no significó nada, dos adultos proporcionándose placer, nada más.
-Eso no fue lo que me dijiste cuando…Luis la interrumpió. –Nunca creas a un hombre cielo, casi siempre mienten, y ahora por favor haz bien tu trabajo y tráeme otra copa de Dambrui-, le sonrió y le guiñó el ojo.
Marta se alejó arrastrando a su dignidad consigo. Mario observó la escena, incómodo; estaba acostumbrado a ver a su mejor amigo despreciar a las mujeres después de habérselas follado, pero no pensó que le sucedería con Marta. Eran tal para cual, una pareja de guapos, viciosos, sin escrúpulos e inseguros en su fuero interno.
-Eh macho, no crees que te has pasado un poco.
-Bah, ya encontrará a otro. La cabrona está buena, tíos no le faltarán.
-Pero creía que con ella funcionaba, que te gustaba…si llevamos meses viniendo a este bar porque te la estabas follando.
-Ya, pero ahora soy otro hombre, ya no me gustan ese tipo de mujeres.
Mario lo miró con picardía y su amigo le golpeó el abdomen cogiéndolo por sorpresa. –Yo soy muy macho no te equivoques-.
-Ya, pero pensé que de tanto afilar la punta del lápiz-…ambos rieron. Tenían una gran amistad.
-En serio macho, qué te pasa.
-Que me he enamorado. Luis bebió un sorbo de Dambrui, sacó regaliz de una pequeña lata de la marca Juanola y se lo metió en la boca para restarle amargura a las últimas caladas del puro. Permaneció en silencio mirando al frente. En ese momento Mario supo que su amigo no bromeaba.
-Ven, te llevaré a un sitio.
Ambos salieron del bar, Luis conducía en silencio. Mario estaba expectante, nunca había visto aquel brillo en la mirada de su amigo, casi hermano. Llegaron a una calle oscura y apartada. Paró el coche y se bajó, aun sabiendo que no lograría ver nada. Mario lo siguió.
-Ahí dentro está la mujer de mi vida y yo la traje hasta aquí.
Mario no entendía nada.
-Vamos-, le dijo Luis. –Es una larga historia, te la contaré por el camino.
            Tras aquellos muros había una mujer con un hábito gris, rezando de rodillas, en una pequeña capilla. Le rezaba al señor para que le abriera las puertas de su reino y la ayudara a vivir en paz. Lo que no sospechaba la joven novicia era que se había convertido en la protagonista de la vida de alguien, dispuesto a hacerla dudar sobre sus votos.