Este blog será nuestro punto de encuentro, en él se unirá la magia, los sueños, la luna y la literatura. ¿Por qué la luna? Porque es mi hogar. ¿Por qué la literatura? Porque es como único entiendo la vida.

miércoles, 30 de abril de 2014

Presentación de En tierra de demonios

El pasada miércoles 23 de abril (Día del libro) se presentó en el Real Club Victoria, mi segunda novela: En tierra de demonios, la presentación la llevó a cabo el escritor Antonio Cabrera Cruz. Quiero agradecer a todas las personas que estuvieron acompañándome ese día y a todos los que me están haciendo llegar sus críticas sobre el libro. Un escritor no sería nada sin sus lectores. GRACIAS.







lunes, 28 de abril de 2014

¿Cuánto dura el olvido?

 Bajó la escalera con paso vacilante. Los peldaños lloraban con cada pisada, haciendo crujir la destartalada madera. Encendió la luz. Un bombillo solitario, danzaba en el techo sujeto por un cable que anunciaba estar en las últimas (como todo en el lugar). Echó un vistazo al trastero, y sin una explicación lógica (dada su condición) la encontró. Caminó hacia ella. La bajó del tercer estante de la repisa. Sopló. Invitando al polvo a volar a otros reinos, lejos del palacio del olvido.  Se sentó en el suelo haciendo caso omiso de la protesta de sus articulaciones. La abrió y con ella los recuerdos dormidos. Una caja llena de cartas y fotos en blanco y negro, de un viejo amor que con el paso de los años, anidó más y más, calando en rincones del corazón que un simple mortal que no haya amado incondicionalmente, no sabrá jamás que existen. Abrió un sobre y extrajo un papel de su interior:
Junio, 1941
Amada mía, aún continúo en estos lares donde no crece la hierba. Donde el ser humano arrasa con la naturaleza y con la vida de sus compatriotas. Amada mía, pienso en usted cada noche que miro este estrellado cielo que mece la nada en la que ando inmerso. Cada vez que muere un soldado agradezco que Dios me haya salvado la vida, que me haya concedido una nueva oportunidad para regresar a usted. Siempre suyo, Nicolás.
Siguió revolviendo en la caja. Encontró su foto. Estaba de pie, con la mano derecha se agarraba la gorra y con la izquierda algo parecido a un rifle. Besó la imagen y se la acercó a su pecho. Otra carta.
Octubre, 1941
Amada mía, perdóneme estos meses de ausencia. El enemigo avanza con fuerza. El frío y el hambre están arrasando con el ejército. Se escuchan rumores de que esta guerra terminará pronto, y podré cambiar las trincheras por sus besos y caricias. No me olvide, amada mía. Siempre suyo, Nicolás.
Las lágrimas rodaban por las mejillas de la anciana. Una anciana a quien el alzhéimer le había dado una tregua, dejándola recordar por última vez a ese amor que allá por mil novecientos cuarenta y uno, le pedía que lo esperase. De eso hacía más de cincuenta años, y allí permanecía, fiel a una promesa que seguía latente. Tal vez el alzhéimer no se cebó con ella. Quizá fue una estrategia del corazón, que le declaró la guerra a los recuerdos, ganándoles la batalla y sumiéndolos al olvido que no duele. Evitando algún atisbo de lucidez que ahondara en la llaga del desconsuelo. Continuó hurgando en su memoria con forma de caja de zapatos.
Diciembre, 1941
Amada mía, sigo vivo. Sigo vivo por usted. Saber que me está esperando me ayuda a sobrevivir en un país de muertos. Le estoy entregando los mejores años de nuestra vida a un patriotismo sin sentido. Cada día muero un poco, preso de esta leyenda de valentía. La echo de menos. Me pregunto qué hago aquí. Estoy emboscado en una misión donde mi único objetivo es salir con vida. Soy un mal soldado, pero es que la única guerra que yo quiero librar es con usted, amándonos en su cama en llamas. Puede que sea la última vez que le escriba. No deje de esperarme, por favor, amada mía. Siempre suyo, Nicolás.

Arrugó la carta. Envejeció súbitamente un poco más. Es lo que tiene el recuerdo, es traicionero y cala ahí, donde más duele. Donde quiere instalarse el olvido, fiel compañero de los enamorados no correspondidos o correspondidos en la distancia,  con caricias y besos ausentes. Pero a veces, el amor da segundas oportunidades. Se habían girado las tornas, al final fue él quien esperó por ella…Y su momento llegaba, respiraba con dificultad. Cerró sus ojos, y envuelta en los recuerdos, olvidó cuánto dura el olvido. Por fin se rencontrarían, aunque fuese en la otra vida.