Este blog será nuestro punto de encuentro, en él se unirá la magia, los sueños, la luna y la literatura. ¿Por qué la luna? Porque es mi hogar. ¿Por qué la literatura? Porque es como único entiendo la vida.

lunes, 6 de octubre de 2014

Antología de una prostituta 12


El aire de la noche pesaba. Estaba más caliente que de costumbre. Vicio daba vueltas en la cama. Miró el reloj, eran las dos. Rodrigo dormía plácidamente. Se levantó y fue hasta el balcón. Inspiró el aire de la madrugada. La belleza de la noche la calmó. Ante ella un inmenso manto negro decorado con destellos brillantes. En el centro la luna llena que la desnudaba con su luz. Ahora lo tenía todo en la vida, incluso esa sensación de vacío. Le llegó olor a tabaco. Se giró creyendo que Rodrigo se habría despertado al notar su ausencia, pero no, seguía dormido. El olor procedía del piso de abajo, se inclinó un poco más sobre el balcón y lo vio. Allí estaba Cuco. Sintió un escalofrío que le invadió todo el cuerpo acompañado de un cosquilleo en el estómago y el calor ahí abajo. Él le sonrió y le hizo un gesto para que bajase. Titubeó, terminó cediendo. Se puso la sobre camisa de seda rosa a juego con la tentación y salió del cuarto intentando no hacer ruido. Llegó al jardín. Cuco le ofreció un cigarro. Fumaron en silencio observando como el humo se deshacía con el aire. Él se levantó y Vicio lo siguió. Entraron en su habitación y Cuco la agarró del cuello. Los ojos de ella brillaban. Le encantaba aquella mujer desde el día que la encontró en la calle Molino de Viento fingiendo ser una sudamericana con acento canario. La adoraba a pesar de saber que era la mujer de su jefe, y estaba dispuesto a desafiar a los narcos y a la mafia por dormir en su entrepierna. Vicio jadeaba. Sabía que estaba jugando con fuego, que sí los descubrían acabarían convertidos en ceniza, los dos. Pero una vez que sus manos entraban en contacto con su piel disipaba el miedo. La cogió y la apoyó contra la pared. Ella enredó sus piernas alrededor de su espalda, le rodeó el cuello con los brazos y lo besó. Demasiado suave. Temió estar enamorándose. Quizá ya era demasiado tarde. Apartó ese pensamiento, ella no había nacido para amar. Sintió como le apartaba el hilo de la braga y entraba en ella. Gemidos. Apoyó una mano en la pared y con la otra la agarraba de los muslos. Bailaba en su interior con violencia mientras con su lengua recorría sus pezones. Vició echó la cabeza hacia atrás. Quería gritar. Lo empujó como pudo y se zafó de él. Cuco tenía la mirada desbocada. La jaló del pelo.
-No hagas eso-. Gruñó.
-Ahora me toca a mí. Tú no eres quien manda. 
Lo empujó y se dejó caer sobre la cama. Vicio se arrodilló y comenzó a recorrer su cuerpo con dedos juguetones. Llegó hasta la parte más dura de su cuerpo y con una media sonrisa acercó su boca. Pasó su lengua y notó su estremecimiento. Jugó con ella durante un largo rato hasta que la excitación de Cuco fue incontrolable. 
-Ven aquí.
La tumbó boca abajo y la penetró, le levantó la cabeza para poder verla disfrutar. Jugaba a su antojo con su cuerpo. Vicio se incorporó como pudo quedando a cuatro patas y dejándolo saciar sus ansias. Lo oía lanzar improperios y palabras guarras que incrementaban la dilatación de su sexo. 
-Vicio, dónde estás.
La voz de Rodrigo los devolvió a la realidad. Vició lo miró. Cuco le indicó que guardara silencio. Se levantaron y se vistieron torpemente.
-¡Cariño!
La voz de Rodrigo se escuchaba demasiado cerca. Le señaló la ventana que daba para el jardín. Dos toques en la puerta la bloquearon. 
-Cuco, ¿estás despierto?
Le hizo un gesto de desesperación a Vicio y ella salió. Con fingida voz soñolienta le contestó a su jefe.
-¡Pasa! 
-Siento molestarte, pero no encuentro a Vicio. ¿La has visto?
-No, jefe, estaba dormido. Estará en algún lugar de la casa ya sabe cómo son las mujeres-. Cuco intentaba ganar tiempo. 
-Cariño, ¿ocurre algo?
Vicio apareció detrás de Rodrigo con un vaso de leche en las manos. 
-¿Dónde estabas, mi amor? 
-Salí a pasear por el jardín, hace demasiado calor y pasé por la cocina a por algo refrescante. 
Rodrigo la atrajo hacia él y la besó. Cuco apartó la mirada. 
-Vámonos arriba, ya que me he desvelado podríamos...
Vicio lo siguió. Se compadeció de la ira que reflejaba la mirada de Cuco. Cuando vio que se alejaban golpeó la pared. No podía soportar imaginárselos juntos. Imaginarla con otro. Aquello tenía que acabar. Vicio tenía que ser sólo de él.

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