Este blog será nuestro punto de encuentro, en él se unirá la magia, los sueños, la luna y la literatura. ¿Por qué la luna? Porque es mi hogar. ¿Por qué la literatura? Porque es como único entiendo la vida.

viernes, 9 de marzo de 2012

Dedicado a mis alumnos

Los años pasan y uno envejece. Adquiere sabiduría o la pierde. Madura o se queda estancado en alguna etapa o estadio de la vida. Da lecciones y las recibe. Y aquí es donde entro yo. Se supone que en eso consiste mi profesión, en dar lecciones día a día transformándome en un reproductor que repite la misma canción constantemente.
            Y pasa el verano y regresan mis alumnos con miles de aventuras que contar, pocas ganas de empezar, mucho por aprender y más aún por enseñar. ¿A quién? A mí. Esos pequeñajos de voz estridente, ojos despiertos y mentes audaces hacen que mis tardes se colmen de alegría.
            Y me enfado, me enfado mucho, se han olvidado de todo, el verano ha causado estragos, dejando huecas esas cabecitas por las que revolotean miles de pájaros.
Ya no estoy enfadada, sonrío. Alguno ha tenido la brillante idea de contarme uno de sus graciosos chistes:
-¿Por qué las jirafas tienen el cuello tan largo?-Para no olerse las patas-.
Y todos ríen, la clase se convierte en una fiesta en la que suena una preciosa melodía de carcajadas variadas. Finjo enfadarme, y lo hago muy bien. Nace el silencio, vuelven a sus asientos y clavan la mirada en la hoja cuadriculada que tienen delante. Hoy toca trabajar el trazo. Exploto en una carcajada, ahora soy yo quien rompe el silencio. Me miran divertidos y ríen también.
            Ellos son así, transparentes, ingenuos, felices, y me lo contagian…

jueves, 8 de marzo de 2012

Un regalo al cielo, tu sonrisa.

Llovía como llevaba haciéndolo todo el mes de febrero. Las gotas caían en el cristal de la ventana de la  cocina golpeándolo suavemente. Miró a través de él, ante sus ojos se abría un manto de nubes grises que arropaba al cielo, ocultando su hermoso color azul. La imagen que la naturaleza le ofrecía hizo que evocaran todos los recuerdos de su infancia. Su gélido corazón le dio una tregua. Se vio corriendo alrededor del limonero, alto, fuerte, con sus hojas verdes y aquellas pequeñas joyas del color del oro pendiendo de él. Escuchó su propia risa, y la de su padre, que corría tras ella simulando ser un enorme ogro que intentaba cazar a su presa. Vio como la cogía en brazos y la lanzaba una y otra vez al aire. Pero ella no sentía miedo, aquel hombre le transmitía tanta seguridad que junto a él no conocía el peligro.
            Un rayo iluminó el cielo, dándole un aspecto aterrador, esto la sacó del sopor en el que estaba inmersa. Sin darse cuenta había parado de llover. Aprovechó la ocasión para recoger los últimos recuerdos que su padre había dejado derramados por la casa. Era un desastre, un libro a medio leer en la mesa del salón. Un periódico con fecha uno de febrero en la mesilla de noche. –Qué día es hoy- se preguntó. El estrés de los últimos días le había hecho perder la noción del tiempo. Calcetines,  latas de aquarius, las cartas de poker. Recordó cuando su padre quiso enseñarla a jugar y su madre se lo impidió.
Eso no es un juego para niñas, las señoritas no juegan a esas cosas-. A lo que su padre le contestaba, -tienes razón mi amor-. Y sustituía las cartas de poker por las fichas del dominó, guiñándole un ojo a su hija, que en su código significaba, -cuando se vaya mamá lo retomamos-, respondiéndole ella con su mejor sonrisa de admiración y respeto.
            Su padre era su héroe, su mejor amigo, su confidente. Su madre en cambio era una mujer a la que adoraba, pero había sido educada a la antigua usanza y pretendía adiestrar a su hija con aquellas arcaicas costumbres. La pequeña, que había heredado la rebeldía de su padre se dejaba hacer, sabiendo que su héroe la rescataría de aquellas costumbres medievales.
            Mientras terminaba de empacar los últimos recuerdos de su padre encontró un sobre que ponía,-Para mi pequeña-. Temblorosa, alcanzó una butaca donde él solía lanzar su chaqueta, y con una habilidad innata conseguía que siempre quedara bien colocada. Se sentó, abrió el sobre y comenzó a devorar el contenido.
            Querida hija, si estás leyendo esto significará que habré pasado a mejor vida. Supongo que estarás enfadada, pero antes de quedarte con ese recuerdo déjame que te explique algo. Hace meses que recibí la noticia que un cáncer me consumía por dentro, el final iba a ser el mismo con tratamiento o sin él, pues la muerte me acechaba escondida tras cada esquina que doblaba, por lo que decidí morir de una forma digna y no corrompido por un tratamiento abrasivo. Ya que iba a morir, por lo menos elegir la mejor forma. Perdóname por no decirte nada, pero no quería que la sombra del sufrimiento desdibujara esa hermosa sonrisa que heredaste de tu madre, pues eso acabaría por destrozarme. Siento que hayas tenido que enterarte de mi muerte de esta forma, supongo que no fue agradable que un desconocido tocara en la puerta de tu casa para contarte algo así, pero preferí alejarme cuando sentí el fin cerca y morir sólo. Tal vez lo entiendas, o tal vez no. Te pido perdón. Nada habría cambiado tu presencia, tenerte cerca sólo hubiera hecho que me resistiera a lo que ya estaba decidido, abandonarte a ti y esta vida en la que fui tan feliz. Ahora en mi nuevo viaje tendré de compañera a tu madre, probablemente ya  me esté esperando, la verdad que la he añorado mucho estos años, aunque también sé que se pasará la otra vida dándome órdenes, y será peor, porque la otra vida es eterna. Estoy cansado, últimamente siempre estoy cansado. Por favor pequeña, no me guardes rencor, sólo intentaba protegerte, recuérdame en mis mejores años, en mis mejores momentos. Cuando te perseguía alrededor del limonero del jardín mientras tú reís feliz. Te quiero hija. Te quiero.
            Se llevó la carta al pecho, sumergida en su contenido acabó en el jardín sin darse cuenta. Respiró profundamente y le regaló al cielo su mejor sonrisa. Su padre, que la estaría viendo, sabría interpretarla.

domingo, 4 de marzo de 2012

La guerrera Nuyan


Hace muchos años, en unas lejanas tierras, nació una niña que cambiaría el ciclo de la vida. No era una niña cualquiera, por sus venas corría sangre valiente, sus valores se clavaban como flechas y su coraje doblegaba los ejércitos más armados. Pero esta niña, a la que llamaremos Nuyan, también tenía un corazón noble y lleno de amor.
En aquellas tierras, a las que llamaremos Las Tierras del Sol,  las niñas iban a la escuela para aprender a coser, lavar, cocinar y ser unas maravillosas concubinas expertas en el arte del amor y de satisfacer a sus maridos. No gritaban, nunca se revelaban y siempre le daban la razón a su hombre.  Nuyan, germinada con el coraje de una guerrera y la valentía  de un soldado, veía como un suicidio nacer para convertirse en  esclava de un hombre. Para ella el amor era algo más que obedecer y agachar las orejas como lo hacían los perros que custodiaban el rebaño ante la reprimenda de su pastor. A Nuyan le gustaba galopar en su salvaje caballo con su larga cabellera negra danzando al compás del viento, con su piel trigueña tentando al sol a besarla y con sus fuertes piernas desnudas…-Eso sólo lo hacían las mujeres de vida fácil-. Le recriminaban las reprimidas y frustradas mujeres que caminaban hacia la escuela a encomendarse al diablo y seguir aprendiendo a ser buenas amas de casa. Nuyan estaba negada al amor, al menos al amor que le imponía la cultura de su tierra. Tierra a la que amaba por sus hermosos mantos verdes que mecían a la luna en la noche y mantenían al sol durante el día. Mantos verdes con olor a hierba húmeda al amanecer, colinas en las que podías perderte a escuchar el silencio y la sabiduría que escondía la naturaleza. Cristalinos ríos en los que saciar su sed cansada de galopar e intentar comerse el mundo. Pero esa tierra, esa tierra a la que tanto amaba, la asfixiaba. Sus vecinos de la aldea, los que la vieron crecer y convertirse en una hermosa y rebelde señorita le daban la espalda por querer ser dueña de sí misma.  Y así fue como Nuyan se convirtió en la enemiga de su pueblo y se marchó. Pasó el tiempo, y el ciclo de la vida de Las Tierras del Sol seguía su habitual curso. Las jóvenes adolescentes seguían yendo ansiosas a la escuela esperando el momento en el que algún joven apuesto (si tenían la suerte de que fuera joven y apuesto) las cortejara y las convirtiera en sus sutiles esclavas.
Pero corrían malos tiempos en Las tierras del Sol, se escuchaba que las aldeas vecinas estaban siendo atacadas por un ejército compuesto por cobardes soldados que quemaban las casas y violaban a las mujeres. Los hombres de Las Tierras del Sol, ya no eran jóvenes valientes dispuestos a jugarse la vida en una batalla. Eran hombres entrados en la madurez que volvían del frente para ser sustituidos por la nueva generación. Ellos regresaban cansados de la guerra buscando esposa para terminar con paz los últimos años de su vida. Por esta razón, las jóvenes aprendices de amas de casa, no tenían la suerte de demostrar sus habilidades con muchachos apolíneos que le hicieran más fácil la tarea.
Nuyan, que se encontraba en tierras cercanas adiestrándose en las artes de la guerra y la espiritualidad, oyó que su aldea estaba en peligro. Cabalgó durante cinco días y cuatro noches sin descanso. Cuando llegó vio un paisaje desolador. Casas ardiendo, mujeres llorando desesperadas huyendo de sus verdugos, y hombres cansados intentando hacerles frente a aquellos demoniacos soldados. Nuyan, que había hecho muy buenas amigas en su recorrido por el mundo, tardó una noche en organizar un ejército de mujeres valientes decididas a enfrentarse a un ejército de soldados cobardes que dirigían su ira sobre las mujeres. Una semana duró la batalla. Hubo fuego, algunas muertes, y como en toda guerra un bando ganador. Las valientes mujeres que no se amedrentaban ante ningún hombre vencieron al ejército de los soldados cobardes, ahuyentándolos de la aldea y de cualquier otra cercana.  Desde ese día, los habitantes de Las Tierras del Sol, dejaron de ver a Nuyan como una mujer de vida fácil y la bautizaron como La Guerrera Nuyan. En las escuelas se cambió el método y se adiestraba a las jóvenes en el arte de la guerra, y el hombre que decidiera amarlas tendría que saber que su mujer podría ser igual o superior a él.