Este blog será nuestro punto de encuentro, en él se unirá la magia, los sueños, la luna y la literatura. ¿Por qué la luna? Porque es mi hogar. ¿Por qué la literatura? Porque es como único entiendo la vida.

jueves, 2 de octubre de 2014

Conviértete en un buen recuerdo


Llovía. Llovía como en esos días de enero en los que el cielo se cubre de melancolía y llora. Llora hasta empapar nuestros corazones hambrientos. Corría el agua. Corría como en esos desastres naturales. Huía.
 Huía el agua como huyen las lágrimas…que escapan del dolor.
Hacía frío. Pero no el frío de la ausencia de tu cuerpo al amanecer cuando abandonas tu lado de la cama. Ese frío que cala hondo, que paraliza y entrecorta la respiración. Hacía un frío que presagiaba la helada que convertiría en escarcha mi alma a partir de ese  día.
Fumaba, como de costumbre, mi puro de las siete de la tarde acompañado de una copa de Drambuie. Una hoja en blanco ante mí, la musa dormida y tú… ¿Dónde estarías tú? Un relámpago iluminó el estudio de muebles caoba y altas estanterías repletas de libros. Las agujas del reloj jugaban a correr en contra del tiempo…y tú que no llegabas. Sonó el teléfono. Un timbre, dos, tres…Refunfuñé. Me pregunté para qué demonios le pagaba tanto a una criada incapaz de llegar a coger el teléfono. -¡Adela, el teléfono!-. Le grité. Y recordé tus ojos esa misma mañana cuando me recriminaban en silencio que últimamente siempre estaba de mal humor. Me lo decías en silencio porque ya poco me hablabas. Te habías convertido en una sombra sigilosa que rehuía de mí. Pero es que esta novela…los plazos…la editorial, y yo sin historia.
Te fuiste sin despedirte. Sin un “te quiero”. Sin esos dulces besos tuyos. ¡Ay! Tan cálidos. Tan sabrosos. Con tu olor a canela. Tu sonrisa torcida y tu lengua… ¡Sí, tu lengua! Juguetona, a veces sumisa, tan mía…Pero no, ese día te esquivé.  Estaba tan furioso por todo y a la vez por nada. ¡Quiero tus besos! ¡Los quiero ya!
Tres toques en la puerta.
-¡Pase!
Adela lloraba con el teléfono en la mano.
-Ridícula mujer-. Pensé. –No le pago para que llore-. Entonces lo entendí. Tú que no llegabas. El teléfono. Las lágrimas de Adela…
-Alicia ha m…-. La mandé a callar levantando la mano. Lancé la copa contra la pared. Los restos de Drambuie resbalaban por ella. La pared lloraba. En esta casa todo te llora.
Ya tengo historia. Aunque a ti ya no te tengo. Es la historia de los besos que no te di…y que no podré darte nunca.
Mañana es el gran día…fans, autógrafos, la presentación en sociedad de “Los besos que no te di están cerca”. Y luego, en el vacío de esta casa me reuniré contigo…Y ahí, donde quiera que estés, adonde quiera que yo vaya, no habrá malos humores, sólo tu boca y la mía…y la eternidad de tus besos.
Moraleja: El tiempo no vuelve. Las personas tampoco. Nunca podrás volver a dar los besos que no diste. Siempre es tarde para un “te quiero” no dicho a tiempo, que guardaste para… ¿Para cuándo? Los “te quiero” no se guardan ni los besos, tampoco los abrazos. Son gratis, no escatimes. Aunque sean gratis tienen un valor inigualable: el valor de hacer feliz a alguien. De volverte inmortal y convertirte en un buen recuerdo. El orgullo, la ira y los malos humores te convertirán en alguien a quien no querer recordary ese es el peor castigo para un ser humano.