Este blog será nuestro punto de encuentro, en él se unirá la magia, los sueños, la luna y la literatura. ¿Por qué la luna? Porque es mi hogar. ¿Por qué la literatura? Porque es como único entiendo la vida.

lunes, 20 de abril de 2015

No nos pertenecemos


No nos pertenecemos.

Ni tú a mí.

Ni yo a ti.

No me pertenecen tus miradas.

Aunque se pierdan en mis ojos y en lo que podría suceder si...
No me pertenecen tus caricias.
Aunque las sienta como mías.
Aunque las viva con tal intensidad que con sólo imaginármelas puedan erizarme la piel.
Le pertenecen a ella.
Quizá porque llegó antes.
O quizá porque no quiere irse.
Tal vez seas tú el que la retenga.
Tampoco me pertenecen tus besos.
Esos que sabes dar tan bien...o eso creo.
Con esos labios que desafían al grosor, pero tampoco terminan de ser finos.
Unos labios alargados e intermedios que esconden una gran sonrisa...que tampoco me pertenece.
No me pertenecen tus pestañas, aunque podría columpiarme en ellas.
Ni tus dedos cuadrados de manos varoniles.
No me pertenecen tus noches.
Pero sí colarme en tus sueños, que al fin y al cabo son sólo eso...
¡Sueños!
Y esas pequeñas pecas que se pierden por tu rostro...
¿Qué hacemos con ellas?
Tan sólo son pecas acampadas en tu piel.
Pobraré a convertirme en una de ellas, y podremos de alguna forma PERTENECERNOS.
Tampoco te pertenezco yo...
Aunque te dedique mis pensamientos.
Aunque vivas de alquiler en mi presente, y yo desee hipotecarte mi alma.
Pero tú no eres de quedarte.
No eres de pertenecer.
Mis caricias aún son mías.
Las guardo en un tarro de Nutella, para que se endulcen (aún más).
Mis besos tampoco te pertenecen...¿o sí?
¡Eso es decisión tuya!
Saben a miel y a limón.
Dulces y agrios.
Por lo de dar una de cal y otra de arena.
Aunque a día de hoy no me ha funcionado.
Al final la cal persiste y daña.
Y la arena se la lleva el viento.
Y esto nos hace volver al punto de partida.
Tú tan de ella.
Yo tan tuya.
Buscándote entre las caras de la gente que se me antojan iguales a ti.
Triste consuelo de creer que te encuentro para otra vez perderte.
Porque, ya sabes...
No nos pertenecemos.
Ni tú a mí.
Ni yo a...

 

Buen viaje




No quiero llorar. Me lo prometí. Te lo prometí. No quiero llorar porque las lágrimas son signo de debilidad, y a ti no te gustan las débiles ni a mí ser vulnerable. 
Así que cuando llegue el día, cuando te vea partir, cerraré los ojos y abriré el corazón para que se expanda y llegue allá donde tú estés. 
Me sentirás cerca y yo latiré al son de tus amaneceres, ya lejanos y fríos, sin el eco de mi risa y el sabor de tu paciencia. Sin los rayos de luz que se colaban por la ventana y juguetones morían entre nuestras sábanas, despertándonos. Despertando la pasión latente de tus buenos días.
Respiraré.
Intentaré guardar tu olor a amor verdadero en cada poro de mi piel donde tantas veces acampó la tuya. Y me sentiré agradecida de haberle ganado la batalla al miedo.
Soñaré.
Soñaré con un mañana cercano, con un reloj con las agujas a mi favor y la certeza de volver a verte.
Caen lágrimas.
Caen lágrimas que quieren huir contigo.
Escapar. Acompañarte en el camino.
Guiarte.
Guiarte en esos senderos perdidos e indicarte dónde no debes pisar, para evitar que alguna mina destruya nuestro futuro.
Convertir los disparos en una dulce melodía y las granadas en explosiones de flores.
Hacerte luchar en una guerra de corazones y firmar la paz con besos.
Llega el día y te vas.
Aprieto fuerte los dientes y finjo estar bien.
Te miro a los ojos.
Me veo en ellos.
Me abrazas.
Me niego a dejarte ir.
Me besas.
Me pierdo en tus labios.
Sonrío.
Sonrío porque te vas a salvar al mundo, o a parte de él.
Sonrío porque eres feliz con ello...y yo...yo lo soy contigo.
¡Buen viaje!