Este blog será nuestro punto de encuentro, en él se unirá la magia, los sueños, la luna y la literatura. ¿Por qué la luna? Porque es mi hogar. ¿Por qué la literatura? Porque es como único entiendo la vida.

jueves, 9 de octubre de 2014

Hoy me dio por ser valiente



Hoy me dio por recordar. Rectifico. Hoy me dio por ser valiente. Después de ciento cuarenta y dos días, hoy vengo a ser valiente. 
Después de ciento cuarenta y dos días mirando a otro lado con fingida indiferencia y echándote de menos en cada momento, hoy me permito ser valiente. Tú no me hubieses permitido este derroche de cobardía. Hace harto rato que me habrías zarandeado por los hombros (con amor, porque todo lo hacías con amor) y me hubieses despertado de este letargo. Es que creía que jugando a hacerme la fuerte te borraría de mis recuerdos...y de mi corazón. Pero tú, que siempre fuiste un paso por delante, usaste tinta permanente y te aseguraste de ganarle la batalla al olvido. Te ha funcionado. Ya puestos podrías haber sido eterno y ahorrarme el sufrimiento. 
Ciento cuarenta y dos días al lado de todos los que vivimos no es nada ¿verdad? El problema está en los que quedan por venir. 
Hoy me dio por ser valiente y se me desató la lengua, y tú, que permanecías atado al silencio de mi alma, te escapaste y te hiciste notar en todas las conversaciones. Y con tu nombre, también se apuntaron a la tertulia ( que más bien era un monólogo) las lágrimas. Luego vino la ira que me llevó (a pesar de lo bien hablada que soy) a insultar a la vida e incluso alcanzó el de arriba (con el que estarás ahora) pídele perdón de mi parte, pero a alguien tenía que culpar de semejante injusticia, y siempre alcanza él ( ya arreglaremos cuando me toque a mí estar ahí).
Debe ser la luna llena que me transformó en lobo y me dio la valentía de aullarle tu nombre a la luna (te he colocado ahí) y he aprendido a caminar sin tropezar mientras miro al cielo en busca de tu sonrisa. Realmente he aprendido a no tropezar porque ya no estás para levantarme. Y te aseguro que en ciento cuarenta y dos días ha habido tropiezos dignos de una buena "hostia" de esas que te hacen permanecer en el suelo...probablemente tú te habrías acostado a mi lado y nos hubiésemos reído juntos. Me habrías secado las lágrimas y obligado a levantar. Pero intento no hacerlo en honor a ti...odiabas que permitiera que me hicieran tropezar y más aún caer. Así qué ando por la vida bien erguida y como tú me decías "con la cabeza alta". 
Hay tantos tipos de amistad como humanos en el mundo...pero ninguna como la nuestra, tan resistente que sólo nos separó la muerte (ni siquiera todos los que lo intentaron) sólo la soberana. 
No sé ni por qué te escribo, será porque según tú es lo único que sé hacer (me caló hondo esa broma, ¿has visto?). Realmente te escribo porque sí verbalizase lo mucho que te extraño me tildarían de loca, y no es plan de ir hablando sola por la vida aunque tenga la sensación de que sigues aquí conmigo. 
Creo que hoy me dio por ser valiente porque me haces más falta que nunca y no estás...y no vendrás corriendo como antaño a mi lado cada vez que lo precisaba. 
Tal vez me dio por ser valiente porque las personas mueren cuando dejas de recordarlas...Y amigo mío, yo quiero que seas inmortal.

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