Este blog será nuestro punto de encuentro, en él se unirá la magia, los sueños, la luna y la literatura. ¿Por qué la luna? Porque es mi hogar. ¿Por qué la literatura? Porque es como único entiendo la vida.

martes, 1 de enero de 2013

Lazos de amor. Parte dos.

Marta se levantó del sofá bajo la atenta mirada de su hija y su novio, medio hermano o cualquier clase de incesto que fuera aquello. Doret, la suegra de su hija, a pesar de prestarle atención, parecía estar más ocupada atusándose el pelo que en el estado físico, que más bien era malestar psíquico, de Marta.
En la cocina se encontró a un preocupado Paulino y un desconcertado Javier.
-Marta, me puedes explicar por qué no pueden ser pareja nuestros hijos.
Marta se dio cuenta de que Paulino no le había contado nada, tal vez no estuvo tanto tiempo inconsciente,  o tal vez creyó que era su deber contarle la verdad.
-Tan mal partido te parece mi hijo para casarse con Laura. Ya sé que ella ha ido a un colegio bilingüe o trilingüe, o no sé cuántas lingues porque a veces no sé ni en qué idioma habla la chiquilla. Mi hijo fue a un colegio público, igual que su padre y lo he educado en los pilares del sacrificio y el esfuerzo. Es un buen muchacho, tiene buenos valores y mucho futuro en la empresa familiar. Miró a Paulino esperando obtener un poco de solidaridad masculina, pero se encontró con un hombre ausente y distante que no estaba allí, o al menos no como debía estarlo.
-Javier, no tiene que ver nada con tu hijo, seguro que es un muchacho excelente…Javier la interrumpió. – ¿Es por lo que sucedió entre nosotros?
-Javier por favor, no tiene nada que ver con lo nuestro ni con que tu hijo haya ido o no a un colegio privado. Nuestros hijos son…
La puerta de la cocina se abrió. Una espectacular mujer entró molesta por la ausencia de su marido y por todo el circo que se había montado del que ella no era partícipe. Cada vez que Marta miraba a aquella mujer la odiaba un poco más. Odiaba su elegancia, su piel tersa, su cuerpo esbelto y que acariciara a Javier. En ese momento se le encendieron todas las alarmas. ¿Por qué le molestaba que lo acariciara? Llevaba más de veinte años sin verlo, ¿aún sentía algo por él? Volvió a visitarla un mareo inesperado. Se apoyó contra la encimera y respiró profundamente.
-Continúa Marta, qué es lo que sucede con nuestros hijos-. Javier estaba nervioso, una vena gorda le cruzaba la frente latiendo con violencia.
-No pasa nada, tan sólo ha sido una sorpresa para todos. Marta está aún asimilando que nuestra pequeña abandone el nido, y tu hijo también es muy joven. No hay que darle más importancia. Vamos al comedor y disfrutemos de la cena.
Marta agradeció que por una vez Paulino estuviera en el lugar que debía estar y no planeando en universos paralelos y a años luz de ella. Él siempre bromeaba diciéndole que se iba a Paulinolandia, donde todo era más fácil y bonito.
Durante la cena hablaron de temas banales. Cada vez que Laura y Marcos se hacían algún arrumaco Marta sentía como la comida se revolvía en su estómago. Cruzó varias miradas con Javier, miradas furtivas, que escondían secretos y deseos que creía olvidados. Doret parecía no enterarse de nada, comía con refinamiento, masticaba demasiado la comida y le dedicaba alguna mirada a su marido que a Marta se le antojó falsa. Agradeció que su hija decidiera pasar la noche en casa y no se fuera con su futuro marido.
-Mamá, ¿te apetece que nos hagamos una mascarilla en la cara y nos pintemos las uñas como hacíamos antes? Laura volvió a ser su niña, se parecía mucho a ella, aunque había heredado la mirada de su padre.
-Claro cariño.
Cuando Marta volvió a la cama se acurrucó junto a Paulino, tal vez para encontrar consuelo o tal vez para espantar el fantasma de Javier que se había instalado en ella.
-Tienes que hablar con ese hombre. Los chicos no pueden seguir juntos, por dios eso es pecado, debes hablar con él o lo haré yo mismo.
-Yo hablaré con él, esto debe acabar cuanto antes.
           
Respiraba agitadamente, él recorría su cuello con sus ardientes labios. El roce de su barba hacía que la invadiese un escalofrío por todo el cuerpo. Ansiaba su boca, quería sentir su humedad dentro de la de ella. Jadeaba y buscaba su mirada. Él le agarraba la cara con las dos manos y el deseo saliendo por los poros de su piel. La besó con tanta pasión que llegó a dolerle, el deseo le quemaba y le ardía por dentro. Su lengua se movía traviesa jugando con la suya. Comenzó a desabrocharle la blusa, de repente se sintió vulnerable, ya no era la joven atractiva de antaño, su cuerpo había experimentado cambios y la gravedad empezaba a adueñarse de ella sin piedad, pero él la tranquilizó con una mirada tierna cargada de hambre, de hambre por su cuerpo. Le mordió un pezón haciendo que ella soltara un ahogado y reprimido gemido, activando todas las terminaciones de su cuerpo que aún no habían despertado ante tanta excitación. Se acariciaron con manos torpes pero ansiosas por volver a descubrir lo que ya conocían. Desnudos uno junto al otro no se sentía tan vulnerable, él seguía siendo atractivo, pero los años también lo habían visitado, eso le dio seguridad y se sentó a horcajadas encima de él. –Dios Marta, cuántas noches he soñado con esto-. Esta frase la humedeció lo suficiente para deslizarse dentro y saciar el deseo que estaba experimentando su sexo. Salía y entraba de su cuerpo haciéndolo sudar y recordar que nadie lo cabalgaría como ella. Se acariciaban asegurándose de no dejar ninguna parte del cuerpo sin mimar. Él salió de ella provocándole un enorme vacío, con un movimiento violento y seguro la tumbó y la penetró. Marta gritó de placer y dolor. Lo agarraba por la cintura para sentirlo cada vez más adentro. –Marta, Marta, no volveremos a separarnos nunca-, y con esta última frase la condujo hasta el ansiado clímax que deseaba sentir desde que volvió a verlo.
-Marta, Marta, despierta, estás teniendo una pesadilla. No parabas de gimotear y moverte-. Paulino la miraba atolondrado por el sueño.
-Tranquilo, estaba teniendo un sueño, un mal sueño-. Le besó fugazmente la mejilla y se acurrucó en su lado de la cama, arropando junto a ella a la vergüenza y a la nostalgia.