Este blog será nuestro punto de encuentro, en él se unirá la magia, los sueños, la luna y la literatura. ¿Por qué la luna? Porque es mi hogar. ¿Por qué la literatura? Porque es como único entiendo la vida.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Antología de una prostituta 8



-Y no olviden que lo hago por el bien común de este país-. Entre abucheos y vitoreos (nunca llueve a gusto de todos) bajó de la tarima y se marchó. En la parte de atrás del edificio lo esperaba su chofer con el coche oficial. Algunos periodistas se acercaron a preguntarle acerca de su opinión en relación con la Ley Camelia.
-Lo que tenía que decir ya lo dije-. Y de malos modos se subió al coche.
La Ley Camelia consistía en privatizar todos los servicios que por derecho constitucional siempre habían sido públicos. Se llamaba así haciendo alusión al apellido de la ministra que la había propuesto. El país no tenía dinero y de alguna forma había que recaudarlo. La educación y la sanidad pasarían a manos de empresas privadas y a no ser que fueses rico o tuvieras trabajo (y teniendo en cuenta el aumento de los parados, tener trabajo era considerarte rico) serías analfabeto o morirías de un estornudo.
Subió al coche, su chofer le cerró la puerta. Bordeó el vehículo, subió en él, se aseguró de que los espejos retrovisores estuvieran bien regulados. Encendió el contacto y…
            Amaneció a su lado. ¡Qué noche! Aún la saboreaba. Se relamía de gusto y se regodeaba en el deleite del placer que le había proporcionado. Volvió a amanecer acompañada. De nuevo se saltó sus propias normas. Tentada por la lujuria, seducida por el dinero y rendida ante él. Lo miró. Dormía. Le gustaba aquel hombre y perdida en las grietas de su piel, recordó una vez más, para recrearse, la noche que habían pasado.
-Llevo llamándote dos días.
-¿Acaso tengo que estar a tu disposición?
Vicio aparentaba seguridad, aunque le temblaban las piernas. ¿Miedo? ¿Deseo? –No eres mi único cliente. Es más, creo que te dije que no volvería a darte un servicio.
Se abalanzó sobre ella y la agarró por los brazos.
-Vas a ser mía. ¿Has oído? ¡Mía! ¿Cuánto quieres? ¿Mil? ¿Dos mil? ¡Dime!
-¡Suéltame! Eres un maniaco. ¡No quiero tu asqueroso dinero!
La besó. Para cerrarle la boca a aquella puta mal criada y mal agradecida que lo embrujó con la pócima que bebió de su entrepierna y a la que se había vuelto adicto. Borracho, quería vivir embriagado por sus fluidos y nadar en ellos.  Ella le correspondió al beso. Apasionado, luego dulce. Se miraron, perdiéndose uno en el otro. Vicio abrió como pudo, seducida, ardiente y satisfecha de poder volver a sentirlo, a gozarlo. Cerraron la puerta tras de sí. Vicio dejó caer el bolso y se abandonó a sus brazos, cediéndole el control de su cuerpo. Con manos expertas se desvistieron y frente a frente, en igualdad de condiciones, piel con piel, invitaron al placer a unirse a ellos.
Él, buen amante, gran jugador en el sexo, siempre tenía un as bajo la manga. La sentó en una silla, le vendó los ojos y le amarró las manos. Vicio, expectante y excitada, esperaba lo que vendría después. Lejos quedaba el miedo que le tuvo alguna vez. Notó algo frío. Lo necesitaba. Él le pasaba un hielo por su cuerpo, ¿para calmar su ardiente deseo? ¿Para encender aún más la candela? Circulaba por las carreteras de su cuerpo, soplaba y lamía. Frío, calor, frío, calor…Gemidos. Le abrió las piernas. La acarició allí, donde erupcionaba el volcán, donde la lava empezaba a notarse. Más gemidos.
Los músculos de Vicio se contraían y se relajaban. Estaba al borde del orgasmo que le proporcionaría el jugueteo del hielo en su vagina. Se retiró. La dejó con las ganas. Ella se removió molesta en la silla. Intentaba adivinar, agudizando el oído, dónde podría estar, qué estaría planeando. Entonces lo notó. Duro, excitado, ansioso de ella. Jugaba con sus labios. Ella abrió la boca y lo chupó. Ahora gemía él. Se lengua recorría una y otra vez aquel tesoro que la llevaba tan lejos. La respiración del médico aumentaba. La agarró del pelo y la puso de pie. Lamió su boca y probó su propio sabor. Vicio permanecía con las manos atadas y los ojos vendados. Deseaba sentirlo dentro.
-Entra, por favor.
-Shhh, no seas viciosa, querida.
Comenzó a acariciarla con una pluma. De pie, en medio de la habitación, conseguía erizarle la piel. Y cuando menos lo esperaba, llegó. Le golpeó con el látigo en el culo. ¡Dios! Tres veces, ¿por qué estaba excitada? Aquel maniaco le estaba golpeando. Cuatro, cinco… ¡Dios cómo le gustaba!
-¡Arrodíllate!
Vicio se arrodilló como pudo. Aún le quemaba el culo. Comenzó a juguetear con sus pezones y notó como le ponía unas pinzas.
-Pero qué coño…
-Shhh, o voy a tener que amordazarte, y quiero oírte gritar.
Las pinzas le proporcionaban pequeñas descargas eléctricas. Intuyó que él tendría un mando porque cesaban y aumentaban a destiempo. Las descargas le recorrían el cuerpo y morían en su clítoris.
La inclinó. Quedó a cuatro patas en el suelo. Se colocó detrás y sació sus ansias. Las de ambos. Sacudidas, embestidas y descargas eléctricas en los pezones la llevó al clímax, uno de los mejores orgasmos que había sentido nunca.  Se dejaron morir en el suelo. Silencio.
            Policías, bomberos, ambulancias, periodistas y curiosos fueron llegando al lugar. La policía científica acordonaba la zona. El presidente de España acababa de volar por los aires. Su coche explotó cuando se disponía a salir del aparcamiento del hotel donde acababa de dar el último discurso de su vida. La gente (de clase media y baja) comenzaba a esperanzarse. Tal vez, junto con el presidente, desaparecería la miseria en la que estaba inmerso el país.
            Rodrigo miraba las noticias. Sabía que había llegado el momento, su momento. Él era el sucesor. Tomaría el poder, el mando, la presidencia de su país. Pensó en Vicio. Deseó que aceptara su propuesta. Tal vez ya hubiese visto las noticias. Quizá lo llamara para hablar de lo sucedido y aceptar ser la mujer del nuevo presidente de España. Pero Vicio aún andaba perdida en el atentado de placer que sufrió su cuerpo durante la noche, entre besos de queroseno y dinamita para el corazón. Se haría eco de la noticia. Una noticia que requería una respuesta, La toma de una decisión. Sacrificar unas cosas y beneficiarse de otras. Pero, ¿qué puede ocurrir cuando tomas la decisión equivocada? ¿Y si tomas dos decisiones de forma paralela? ¿Cuánto tiempo se puede llevar una doble vida sin ser descubierta? Se abren nuevos caminos para Vicio, acompañados de riesgos y equivocaciones.