Este blog será nuestro punto de encuentro, en él se unirá la magia, los sueños, la luna y la literatura. ¿Por qué la luna? Porque es mi hogar. ¿Por qué la literatura? Porque es como único entiendo la vida.

viernes, 13 de septiembre de 2013

Antología de una prostituta 5



A las nueve menos cinco aparcó (de forma puntual) la limusina negra, con los cristales tintados, delante del hotel Máximo Confort. El chofer, un hombre cuarentón con los mofletes rojos debido a su sobrepeso miró de izquierda a derecha. Vicio sonrió para sus adentros, tal vez el pobre hombre se esperaba a una mujer con una falda de cuero (del tamaño de un cinto), en sujetador, con el pelo enmarañado y con alguna pieza dentaria perdida en el camino de su callejear. Tristemente, cuando alguien escucha la palabra puta, esa es la imagen que procesa su cerebro. Hay putas con clase y clases de putas, ella prefería ser de las primeras. Con su vestido negro ceñido, tacones a juego y un neceser en la mano se acercó al vehículo y le sonrió al conductor.
-Buenas señorita, ¿puedo ayudarla en algo? Le preguntó el buen hombre mientras la escaneaba de arriba abajo (con dificultad debido a la papada de su cuello).
-Soy Vicio, creo que me está esperando.
Los ojos del muchacho se abrieron y descubrió que los tenía, que aun no habían desaparecido entre la masa de carne que empezaba a alienar su cara. Lanzó hacia el asiento del copiloto la hamburguesa que se estaba comiendo y se dispuso a bajarse del coche.
-¡Oh, no es necesario! Exclamó ella, sabiendo la dificultad que supondría para el pobre hombre.
Durante el trayecto se limitó a mirarla (admirarla) por el espejo retrovisor y Vicio adivinó que en ese preciso momento envidaba a su jefe, ese que había contratado a una puta con clase para satisfacer sus menesteres. Paró delante de unos grandes almacenes, le dio un sobre y le indicó que la recogería en dos horas.
En el ascensor de camino a la cuarta planta, donde estaba la ropa de gala, abrió el sobre y contó dos veces el número de billetes púrpura que había en el interior.
-¿Qué pretende este hombre que compre? Sólo me dijo un vestido de gala, un bikini y ropa de deporte. Dios santo, pues muy cara tiene que ser la ropa aquí. Madre mía, con esto podría retirarme durante dos años-. Parloteaba con su única compañera, la soledad.
El ascensor se abrió ante una enorme planta llena de hermosa ropa y eficientes dependientas decididas a ayudarla. Creyó haber llegado a la gloria, y es que ascender a la cuarta planta de aquel centro comercial es un “bisnes” que tienen unos pocos. Así que decidió dejarse mimar. Estaba haciendo negocios. Ella lo haría disfrutar en la cama y él en el dinero.
A las dos horas estaba el preciso chofer esperándola en la calle, repitió el gesto de primera hora de la mañana, lanzar (esta vez el perrito caliente) al sillón de al lado, en el que aun persistían las grasas de la hamburguesa del desayuno, a pesar de haberlas intentado borrar con algún producto para el tapizado que atufaba la limusina.
-Debo llevarla a casa del señor.
-Muy bien, pues allá vamos.
La casa estaba a las afueras de la ciudad, tardaron casi una hora en llegar a la imponente mansión que se abría paso entre una arboleda que susurraba palabras al viento que mecía las copas. En la puerta los esperaba un señor de unos cincuenta años, con el pelo engominado hacía atrás y recién afeitado. Tenía los ojos azules y patas de gallo queriendo anidar en ellos. Vestía una camisa blanca y pantalón de pinza gris. El aparatoso conductor le abrió la puerta a su pasajera y la ayudó a salir del coche tendiéndole la mano, único y fugaz contacto que tendría con ella. El patrón, dueño y señor del lugar y de ella durante veinticuatro horas se acercó y la besó en la mejilla.
-Permítame presentarme-. Le dijo con elegancia en la voz. –Soy el Teniente Coronel del Estado, pero para usted Rodrigo.
Vicio hubiese agradecido un poco menos de derroche en fanfarronería. Como si a ella le importase un carajo el cargo que tuviera. ¿Acaso la iba a sacar de puta? Pues entonces que se ahorrara las1cuajeringadas” y pusiera el billete (que había dejado claro que no le faltaba) por delante. Así que se afinó la garganta y cambió el deje por el de ese continente perdido.
-2A mí me gustan las cuentas claras y chocolate espeso, papi. Dígame usted qué vamos a hacer veinticuatro horas, mire que eso le va a salir muy caro.
-Me encanta cuando me dices papi-. Y la apretó fuerte contra él haciéndole notar la dureza de su rifle (y no el de la contienda) sino el de combatir en guerras más íntimas. –Quiero que me lo digas mucho, al oído, gritando-. Le decía mientras se frotaba a punto de desgastarla.
-Claro, mi papacito querido. Yo se lo digo cuando usted quiera, 3ni que estuviéramos bravos.
Entraron en la casa y Vicio, al ver tanto lujo, deseó que quisiera sacarla de la prostitución. A pesar de que su corazón no era de alquilar y que aun soñaba con que algún príncipe la rescatara de aquel equivocado cuento de hadas y la despertara de su pesadilla particular con un cálido beso. Pero mientras tanto estaba en la vida real, en la que vendía sus caricias y arrestaba al corazón. El pobre chofer, andaba jadeante, cargado con las bolsas de la compra, tras ellos.
-4Se ve que se toma la sopita-. Le insinuó al teniente mientras señalaba a su conductor.
-Lleva toda la vida bajo mi servicio y le gusta demasiado comer. Ya lo doy por perdido. A lo importante-. Le dijo mientras subían por una enorme escalera de mármol con los barandales bañados en oro y una alfombra roja bajo sus pies.    -Esta noche tengo una cena de gala, vendrá el presidente del gobierno marroquí, Mohamed IV; Alwaleed Bin Talal, uno de los jeque árabes más ricos del mundo y Leopoldo Cintra Frías, el actual ministro de las FAR. Como comprenderá un hombre que sirva buen vino y tenga a su lado una hermosa mujer es un hombre admirado. Mañana, los llevaré a jugar al tenis y almorzaremos en la piscina, donde habrá más mujeres como usted, mejorando lo presente, que harán degustar de los placeres españoles a mis huéspedes.
-¿Otras putas? ¿Entonces por qué yo? -5! Hay que estar mosca, papá!
-No te me pongas celosa, tú eres sólo para mí. Y esta noche te encargarás, una vez que cierre la puerta de mi habitación, de deleitarme con tus pícaras habilidades.
A Vicio le quedaban veinticuatro largas horas por delante y complacer a un terrorista (deducción a la que llegó viendo quienes eran sus amistades) en la cama. Sólo esperaba que no pretendiese que jugara con granadas ni la hiciera vestirse de militar. Aunque por quinientos euros estaba dispuesta a dar un golpe de estado si así lo quería. Sentía curiosidad por saber quiénes serían las otras putas, serían putas con clase o clases de putas. Aun le quedaban muchas cosas por descubrir, pero lo más inquieta que la tenía era su papel en la cena de gala y la refriega en las sábanas del Teniente Coronel.

Expresiones colombianas:
1-Cuajeringadas: decir bobadas.
2-A mí me gustan las cuentas claras y el chocolate espeso: pongamos el dinero por delante.
3-Ni que estuviéramos bravos: faltaría más.
4-Se ve que se toma la sopita: come demasiado.
5-¡Hay que estar mosca, papa!: Enfadarse.