Este blog será nuestro punto de encuentro, en él se unirá la magia, los sueños, la luna y la literatura. ¿Por qué la luna? Porque es mi hogar. ¿Por qué la literatura? Porque es como único entiendo la vida.

lunes, 23 de abril de 2012

El diario

María y Fernando, 2 de enero de 1898



Miércoles, 3 de febrero de 1898
Querido diario:
Me encanta dormirme sobre él, ir adormeciéndome seducida por la nana que me canta su corazón al golpear contra su pecho.  Dulce melodía cargada de vida y amor. Respirar su aroma, dejar grabado en mi memoria su olor, inconfundible, seductor, único. Luego me deshago entre sus manos, lo dejo enredarse en mi pelo y así, sumidos en un placer sano, lejos de lo carnal, amarnos en silencio, sin movernos, sin prisa y con pasión.
-Mamá que bajes, Ramón ha llegado. María escondió tan rápido como pudo su diario ante la repentina intromisión de su hermana menor en su cuarto. Con los ojos llorosos por lo que acababa de escuchar maldijo su suerte. Miró una vez más la foto desgastada de su amado. Él en la mili con la cabeza rapada y de cuclillas apoyado sobre el fusil le transmitía con su tierna mirada que volvería a por ella. Pero se estaba demorando demasiado y su madre, mujer autoritaria acostumbrada a mandar y ser obedecida, ya la había vendido como si formara parte de un trueque en el que sólo ella salía perdiendo.  Se levantó del tocador y se alisó el ahuecado vestido dividido en dos piezas de color coral, se miró al espejo, el corsé estilizaba aun más su delicada figura, la falda, con bordados de encajes en color blanco acentuaban la belleza de la indumentaria de aquella época, muy importante para distinguir la clase social a la que pertenecías. Con paso lento bajó la escalera de mármol. al final la esperaba Ramón, con una sonrisa dibujada en la cara que ella empezaba a aborrecer. Haciendo alusión a su buena educación ella también sonrió e hizo una reverencia que le fue devuelta con un volteo de sombrero.
-Estás muy hermosa. La aduló Ramón, quien era conocedor de no ser correspondido en aquel compromiso.
-Gracias. Le contestó María intentando evitar el contacto con sus ojos por temor a que su madre, doña Eulalia, pudiese adivinar su rechazo.
Pasearon por el jardín del pequeño palacete. Hablaron de cosas banales, admiraron el atardecer, pero María estaba muy lejos de aquel lugar, ella se encontraba en alguna tienda de campaña perdida en algún desierto esperando que explotara una bomba anunciando el comienzo de la guerra. Se imaginó al lado de Fernando, acariciando su cara, secando el sudor de su frente y alentándolo a resistir, a combatir por su patria y a sobrevivir. Soñó despierta, soñó que una mañana venía a buscarla con su uniforme de soldado valiente, que en brazos la sacaba de aquella enorme y solitaria casa, de la tiranía de su madre, y lo más importante, la rescataría de casarse con un hombre al que no amaba.
-¿Te encentras bien? Le preguntó Ramón sintiéndose algo incómodo por la indiferencia de María.
-Estoy un poco mareada, me gustaría tumbarme un rato. Espero no incomodarte. Y María se retiró a su cuarto a llorar por el amor ausente y por el amor forzado.
Doña Eulalia entró en el cuarto poseída por la furia, de un empujón despertó a su hija y cuando apenas había abierto los ojos le propinó un bofetón que la sacó del letargo en el que estaba sumida.
-¡Cómo te atreves a ofender de esa forma a Ramón! María, que aun no entendía lo qué sucedía, miró a su madre con horror.
-Pero, ¿qué ha sucedi…No le dio tiempo de contestar porque su madre le arreó otro bofetón que la despertó por completo.
-Escúchame bien, vete asumiendo que en menos de una semana serás la mujer de Ramón. El linaje de su familia es el más antiguo de la comarca, nuestro patrimonio se verá incrementado con tu boda. ¡No seas estúpida!
-El patrimonio de quién madre, el mío o el suyo. Usted sólo piensa en sus beneficios, yo no estoy enamorada de Ramón, yo amo a Fernando. Su madre volvió a golpearla con más furia.
-¡Escúchame bien! No vuelvas a nombrar a ese don nadie, bastardo sin nombre, linaje, ni dinero. ¡Antes prefiero estar muerta a ver a una de mis hijas casada con un miserable! Y tras la amenaza salió del cuarto como alma que llevaba el diablo. Su hermana pequeña, consiente de cuál sería su futuro, consoló a María, quien lloró hasta quedar agotada y seca.
El antiguo reloj de pared, herencia de una abuela que había sido condesa, marcaba las tres de la madrugada. María vagaba por la casa con su largo camisón de franela, sumida en la tristeza había caído en el abismo de la desdicha y dolor. Entró en el cuarto de su hermana, tan frágil, tan pequeña. Contaba con tan sólo once años y sabía que desde que se convirtiera en mujer la ira de su madre recaería sobre ella y tendría que casarse con alguien de buena familia al que no amaba. Le acarició el pelo y le pidió a Dios que prolongará un poco más su infancia.
-Esto también lo hago por ti. Le susurró al oído. Sigilosamente salió de la habitación.
El aire estaba frío, allí en lo alto de la torre más elevada del palacete se sintió libre por primera vez en mucho tiempo. Recordó sus tardes recostada sobre Fernando, su corazón bailando en el pecho al son de los latidos y fue feliz, abrió los brazos y miró al frente. La noche sin luna la saludó, invitándola a terminar con aquella situación y a encontrarse con Fernando, quien no vendría a rescatarla, ya que había muerto semanas atrás al pisar una mina. Abrió aun más los brazos y se lanzó al vacío con una sonrisa.


Querido Fernando:
Amor mío, no sé si vendrás a por mí, si lo haces no me encontrarás, esta noche he decidido reunirme con Dios antes de pasar a ser de otro hombre que no seas tú. Mi madre me ha obligado a casarme con Ramón. En pocas semanas pasaré a ser su mujer, y amor mío con el dolor de tu ausencia puedo vivir, pero prefiero morir a ser de otro hombre. Si regresas y no estoy cuida de mi hermana, sé que le espera el mismo futuro que a mí. Esto también lo hago por ella, lucho para que cambien las cosas. No estoy triste por lo que voy a hacer. Me despido de este mundo con el recuerdo de mi pelo enredado en tus dedos y de haberte sentido mío.
Tu amada
María
                Y María murió por amor. No fue enterrada en camposanto, una suicida no era digna de ello. La carta fue encontrada años después, cuando Rocío, la hermana pequeña de María, se quedó viuda y volvió al pequeño palacete. Doña Eulalia también murió, afectada por el cólera, una enfermedad que llegó a Europa desde la India en el S.XIX. Rocío encontró la carta, el diario y la foto de Fernando. Decidió quedárselo y viajar por el mundo. De esta forma sabía que su hermana y su cuñado viajarían con ella.