Este blog será nuestro punto de encuentro, en él se unirá la magia, los sueños, la luna y la literatura. ¿Por qué la luna? Porque es mi hogar. ¿Por qué la literatura? Porque es como único entiendo la vida.

martes, 29 de mayo de 2012

Te lo cuento desde el más allá



Qué quieres que te cuente cuando sé que no voy a obtener respuesta. Qué quieres que te cuente cuando tus labios han rechazado los míos, cuando tu piel no extraña mis caricias y mi presencia te incomoda. Qué quieres que te cuente; por qué lo hice, cómo lo hice. Acaso, ¿me escucharás ahora? Por qué lo harás. Fueron muchas las veces que  intenté contarte cómo me sentía y fueron muchas las veces que hiciste oídos sordos a mis súplicas de volver a intentarlo.  Ahora te estremeces con mis caricias, ahora se te eriza la piel cuando mi gélido aliento reposa sobre el lóbulo de tu oreja. Ahora mi presencia no te incomoda, la deseas. Ahora que ya no estoy en este mundo, en el mundo de lo real, aunque después de haber cruzado la barrera me pregunto cuál es el mundo real, el puro.  Ahora que velo por tu alma desde el submundo, que te acaricio sin recibir desprecios, que te siento, que te huelo, ahora que puedo disfrutar de todo ello, qué quieres que te cuente. Muy bien te lo diré despacio y al oído, sólo lo repetiré una vez y quedará grabado en tu memoria, nada ni nadie podrá jamás borrar de ella el recuerdo de mi voz proveniente del más allá describiéndote con lujo de detalle lo que tú quieres que te cuente.
Fue aquel domingo de octubre, cuando te fuiste de mi casa enfadado, no sé muy bien por qué lo estabas, últimamente siempre lo estabas sin razón, me dijiste cosas muy feas, cosas que aún en este otro lado del mundo no he podido olvidar, sólo aliviar. Cosas como que no te nacía estar conmigo, que no te nacía abrazarme, tocarme, sentirme, dijiste otras muchas cosas, que prefiero no recordar. Corrí a tus brazos e intenté abrazarte, pero me pusiste una barrera transparente que por más que intenté derribar no lo logré. Me miraste con esos hermosos ojos, teñidos por la frialdad y te fuiste. Lloré mucho esa noche  y las demás, lloré, te supliqué y volviste a rechazarme. Abatida, dolida y con el peso del desprecio sobre mi espalda, decidí poner fin a mi dolor. Una afilada cuchilla acariciando mis delicadas y vírgenes venas azules me ayudó a dejar de sentir en el mundo terrenal, no creas que solucioné el problema. Tuve que rogarle al Supremo, al jefe del submundo que me dejara volver, los suicidas no gozaban de ese privilegio, aunque me lo concedió, tal vez porque sabía que si no lo hacía vagaría como un alma en pena para toda la eternidad.
Y aquí estoy, sentada a tu lado, en la cama, viéndote llorar, llorar por mí, por qué nunca lo hiciste antes, por qué aceptas tus sentimientos cuando ya no estoy. Paseas por la habitación, maldices las palabras feas que me dijiste, te llevas mi foto al pecho y te dejas caer en el suelo, lloras, lloras tanto como lloré yo. Ambos nos equivocamos, tú por no saber amarme y yo por no saber descifrarte, y ahora, ahora qué quieres que te cuente. Me acurruco a tu lado, no consigo tocarte, pero si puedo sentirte, te acaricio la cabeza, tú suspiras y te relajas, sabes que estoy aquí, que lo estaré siempre. Velaré por ti, por tus sueños y por tu felicidad, usaré la eternidad de mi muerte para guiarte en el camino, y algún día, algún lejano día volveremos a encontrarnos, y ya nadie podrá separarnos. Qué más quieres que te cuente, -shhshhh deja de llorar amor mío que las lágrimas ahogarán tu alma, los remordimientos ennegrecerán tu corazón y habrás muerto en vida, y ahí amor mío, ahí ya no podré ayudarte-.