Este blog será nuestro punto de encuentro, en él se unirá la magia, los sueños, la luna y la literatura. ¿Por qué la luna? Porque es mi hogar. ¿Por qué la literatura? Porque es como único entiendo la vida.

martes, 27 de octubre de 2015

Diario de...Facebook


Diario de... Facebook
No sé cómo empezar a escribir nuestra historia. Si contar que sucedió un día lluvioso o que ya nos conocíamos de otras vidas y nuestro destino era encontrarnos. Reencontrarnos. 
No sé si decir que fueron mis manos o tu boca. Puede que, quizá, les interese leer que la culpa fue del viento que enredó tu pelo con mi mirada, y ya lo di todo por perdido... O por ganado.
Sé que una de las protagonistas fue una taza de café. Sí, recuerdo que abriste la puerta del bar huyendo de la lluvia. Tenías un conflicto con tu paraguas. Entraste apuntándonos a todos con él. Por suerte sólo disparaba gotas. Recuerdo también que me pareciste un poco cómico.
Llevabas una chaqueta de cuero marrón. Un pantalón vaquero desgastado y unos mocasines a juego con la chaqueta. -Qué estilo-. Pensé.
El paraguas seguía sin querer cerrarse y la dueña de la cafetería te gritó: -Cierre eso, Cristiano, que da mala suerte-.
Te sonrojaste y me compadecí. Juana podía ser muy inoportuna.
Por fin tu paraguas dejó de dar el show.
Te pasaste la mano por el pelo y al girar... ¡plaf! Chocaste conmigo. Me vertiste la taza de café encima de mi vestido rojo. En el bar se hizo el silencio. Sólo se escuchaba el pitido de la tetera. De lejos escuché murmurar a Juana, -De dónde coño salió este-.
Me miraste con los ojos tan abiertos que pude verte por dentro.
-¡Joder! Lo siento muchísimo. Pero mira que soy torpe.
La verdad que debo reconocer que no sé si me ardía más el café atravesando la lana del vestido o imaginarme contigo... Y ya sabes, porque lo sabes, que de imaginación voy sobrada.
Terminaste de meter la pata cuando intentaste secar el estropicio, y yo lancé un grito porque las yemas de tus dedos me incendiaron las ganas.
Y tú, vaya te he hecho daño. ¿Estás bien? Y yo, no, no. Nada que ver.
Al final nos rendimos. Tú ante la situación y yo ante ti.
-¿Qué te parece si nos tomamos algo?-. Propuse.
Empezamos con un café y terminé enredada en tus sábanas.
No sé si fue la cafeína o la necesidad de que me abrigaran el alma.
No sé si fue el invierno interno o externo.
De eso hace ya algún tiempo. Nunca más supe de ti. He de confesarte que cada tarde vuelvo a la misma cafetería, con el mismo vestido rojo, me pido una taza de café y quedo a espera de que entres y me lo derrames sobre el vestido que me quitarías más tarde.
Tengo que reconocer que cada vez que abren la puerta, y suena la campana que cuelga de la parte superior, me estremezco de abajo hacia arriba. De dentro hacia afuera.
¿Que por qué no nos volvimos a ver? No tengo respuesta.
Quizá después de mandarme una invitación a Facebook y de yo aceptarla, leas mi muro y entiendas que esto que he escrito es nuestra historia. A la que deseo que le escribas un final.