Este blog será nuestro punto de encuentro, en él se unirá la magia, los sueños, la luna y la literatura. ¿Por qué la luna? Porque es mi hogar. ¿Por qué la literatura? Porque es como único entiendo la vida.

sábado, 9 de junio de 2012

Deseos Pecaminosos 3ª parte


 


Llevaba toda la noche memorizando las grietas del techo. El reloj que reposaba en la mesa de noche marcaba las tres de la madrugada. Su mujer descansaba a su lado ajena a su insomnio, a sus preocupaciones, a su ansiedad y a sus deseos pecaminosos. Hacía tres días que había recibido aquel mensaje, aquella frescura de Laura al escribir lo hizo viajar en el tiempo. No había encontrado el momento oportuno para descargarse el video, y la espera lo estaba matando. Pero debía ser cauto, de Laura podía esperar cualquier cosa, desde una actitud dulce hasta la trama más diabólica que podías imaginar. Intentó convencerse, probablemente sería alguna postal de gusanito.com, en el que le diría que se alegraba de volver a coincidir con él en la vida. Y con ese pensamiento volvió a dejarse acunar por los brazos de Morfeo en un dulce balanceo.
            Laura leía en su cama, eran las tres y media de la madrugada y no conseguía dormir. Desde el día que envió aquel mensaje su amigo el insomnio la había vuelto a visitar. Intentaba concentrarse en la lectura, una novela negra que narraba los asesinatos en serie que realizaba una hermosa dama a sus amantes, los enamoraba con aquella belleza fuera de lo normal y con su fragilidad de mujer desvalida los hombre caían rendidos a sus pies. Luego, cuando descubrían sus artes sexuales, eran incapaces de abandonarla, y la seguían hasta el fin del mundo si era necesario, o al menos hasta el fin de su mundo, porque todos acababan muriendo en circunstancias extrañas donde la única responsable era ella, aunque nunca dejara ninguna huella. A Laura le fascinaba esa mujer, como podía calcular sin margen para el error los asesinatos de aquellos hombres después de seducirlos y no tener remordimientos. Empezó a atraerle el mundo oscuro, llevar una doble vida, ser una respetada abogada durante el día y por la noche una malvada mujer que asesinaba a hombres después de hacer el amor con ellos. Clavarles un cuchillo, sentir la sangre caliente en sus manos, ver la última expresión de auxilio que se dibujaría en la cara de sus víctimas. Aquella mujer, la protagonista de la novela, debía sentirse muy poderosa por tener el don para decidir cuando alguien debe dejar de respirar. A pesar de la apasionante trama que leía no conseguía concentrarse en la lectura. Miles de preguntas rondaban en su cabeza. -¿Por qué no me ha contestado? ¿No ha causado ningún efecto en él? ¿Habrá cambiado como lo he hecho yo?-. Se preguntaba. Intentó dormir, tenía que madrugar. Estaba inmersa en un importante juicio que requería todos sus sentidos al cien por cien.
            Eran las diez de la mañana, la universidad estaba desierta, sin alumnos gritones por los pasillos o profesores enfadados por el bajo rendimiento de los jóvenes universitarios. Cirios saludó al vigilante de la facultad con prisa deseoso de llegar a su despacho y abrir el ansiado video. Le había costado mucho que su mujer entendiera que tenía que ir a la universidad a preparar unos exámenes de recuperación de Historia del Derecho para los alumnos de primero.
            Llegó a su despacho, lo recibió el silencio y la tranquilidad de un sábado. Abrió el ordenador y por fin apretó en la ventana de descargar archivo. La descarga se le hizo eterna. Por fin pudo visualizar aquellas imágenes y sus ojos no daban crédito a lo que veían.
            Laura siempre había sido una alumna modelo en sus años de universidad, todos los profesores admiraban su excelente comportamiento, entrega y dedicación por sus estudios. A pesar de todas estas virtudes hubo una profesora con la que tuvo serias dificultades. Eva Labriega,  profesora de Derecho Romano, no se lo había puesto nada fácil. No logró aprobar esa asignatura hasta quinto curso, a pesar de ser una asignatura de primero. Prometió vengarse, y de una forma algo sutil lo logró.
            Cirios se acomodó en su silla, subió el volumen del ordenador y resignado contempló el mini documental que debió ser destruido años atrás. Decidió tomárselo con filosofía y disfrutar viendo aquellas imágenes que tanto le hizo disfrutar en su momento.
Durante su amorío con Laura había sido testigo de los abusos de una de sus compañeras de profesión, Eva Labriega. Vio como Laura sufría día tras días por la exigencia sin fundamento de aquella profesora con mala praxis. Ella había decidido vengarse y él hechizado por el embrujo de aquella joven decidió ayudarla. Una noche, se colaron en la universidad como dos delincuentes intentando no ser vistos por el guardián. Entraron en el despacho de Eva e hicieron el amor desenfrenadamente. Ella, sentada sobre la mesa de su profesora, con las piernas abiertas se masturbaba delante de la cámara que lo grababa todo. Luego Cirios se acercaba, y probaba su jugo, dulce, ardiente, adictivo. Ambos miraban a la cámara con malicia. La cogió por las caderas y la atrajo hacia él, penetrándola con tanta fuerza que la hizo gemir de dolor y de placer. Cuando terminaron descansaron abrazados en el sillón de cuero que tenía la profesora en su despacho, dejando esparcidos por el suelo todos los trabajos, exámenes y documentos de la desagradable mujer. Parecía una estúpida venganza, pero no era estúpida si se tenía en cuenta que Eva Labriega tenía Trastorno Obsesivo Compulsivo con el orden y la pulcritud, y probablemente cuando viera su despacho en aquellas condiciones tendría un ataque de ansiedad y pasaría días en casa sin aparecer por la facultad.
 Mientras volvían a sus respectivos coches habían acordado destruir el video, los recuerdos debían quedar sólo en su memoria, pero no en formato digital con posibilidad de ser usado en contra de alguno de los dos. Laura había prometido borrarlo. Cuando le devolvió la cámara no había rastro de que aquello hubiese sucedido. Lo que él nunca pensó es que Laura  no era tan buena como imaginaba. Atónito, sorprendido y muy excitado borró el video de la carpeta de descargas. Abrió el Facebook y escribió un mensaje. –Querida Laura, debo felicitarte, me has dado un golpe bajo. Has refrescado mi memoria más de lo que imaginé. Creía que ese video había sido destruido, veo que te subestimé. Creo que es hora de que nos veamos y pongamos las cartas sobre la mesa. No sé si pretendes chantajearme con sacar a la luz este material o sólo quieres divertirte. Han pasado algunos años y veo que ambos hemos cambiado. Deme cita señorita letrada porque necesito asesoramiento. Un beso y que pase un buen día-.
            Con los dedos temblorosos por lo que acababa de ver y por lo que estuviera por venir Cirios envió el mensaje, consiente que ya no volvería a dormir tranquilo. Ahora tendría que esperar a que Laura moviera ficha.


viernes, 8 de junio de 2012

Cuando se acaba el amor



     Sentada en medio del inmenso salón metía todos y cada uno de sus recuerdos en una caja de cartón. Se había prometido no llorar, o por lo menos intentarlo. Estaba de duelo, velaba a alguien que aún seguía con vida, pero no en la suya. Poco a poco, con algo de dejadez introducía todas sus pertenencias. Miraba de vez en cuando hacia la puerta, mantenía la esperanza de verlo entrar, correría hacia ella, la abrazaría y le pediría perdón. Perdón por no darle lo que se merecía, perdón por no valorar todo lo que había hecho por él, perdón por estar ahí en cada uno de sus fallos, esperando paciente, y en cambio él, a la primera de cambio, se alejaba de ella sin una explicación, con un simple "estamos mal" pero sin hacer nada para solucionarlo. Dáfne se odió, por no entender por qué la dejaba, por no haber recibido lo dado, por haber estado a su lado, atendiendo sus súplicas y recibir tanta indiferencia. -Tenía otra, no le cabía la menor duda, o sencillamente había dejado de amarla-, se repetía continuamente. Era la única explicación que podía encontrar a echar por la borda dos años de una hermosa relación, con sus dificultades, pero hermosa. Y ahora estaba allí, sentada en el salón mirando la puerta, esperando a alguien que no llegaría.
     No cumplió su promesa. Lloró, lloró tanto que por un  momento sintió que se le desgarraba el alma. Lloró por la falta de amor, porque la dejara en la estacada, a ella que nunca lo dejó caer, a ella que siempre pensó en él antes que en ella misma.
     Los últimos objetos de escaso valor fueron introducidos en la caja con pena. Ya no había nada más a su alrededor. Se levantó del suelo y miró por la ventana. La vida seguía su curso, ajena a su dolor. ¿Cómo podía seguir el mundo girando mientras ella se rompía en pedazos? ¿Cómo podía él continuar con su vida y dejarla así? ¿Acaso carecía de conciencia? Se maldijo, no era la primera vez que pasaba por aquello, en un pasado no muy lejano, la cameló, la enamoró y la dejó, igual que hacía ahora.
     Vagó por la casa, atesorando cada momento vivido en ella, enriqueciéndose de todas las experiencias. Lo amó tanto, seguía amándolo con locura hasta el extremo de llegar a odiarlo, porque sólo cuando se ama mucho se puede llegar a odiar con la misma intensidad.
     Caminó hacía la puerta, volvió la vista hacia atrás, por sus ojos pasearon miles de recuerdos, cenas romanticas en aquel salón, noches de película abrazados en el sofá. Sexo desenfrenado y apasionado. Conversaciones, momentos de complicidad. Sencillamente amor. Suspiró por última vez y cerró la puerta, dejando a su espalda la mejor época de su vida.