Este blog será nuestro punto de encuentro, en él se unirá la magia, los sueños, la luna y la literatura. ¿Por qué la luna? Porque es mi hogar. ¿Por qué la literatura? Porque es como único entiendo la vida.

jueves, 28 de febrero de 2013

Mensaje en una botella 2



Entró en casa y lo recibió el frío y el silencio de la soledad. El perfume de un amor pasado que se fue dejando su aroma por cada rincón. Un amor  que dejó el eco de su risa entre las grietas de las paredes, testigos del fuego y la pasión de antaño. Pero esta vez el dolor por la nostalgia y la añoranza de lo perdido no le caló tan hondo. Estaba inmerso en algo que despertaba su curiosidad y acaparaba su atención. Encendió la chimenea y se sirvió una copa de vino tinto. Se sentó en la alfombra para espantar, con el calor del fuego, el frío de sus huesos. Conde se echó a su lado. Encendió el portátil y comenzó a navegar por el ciber espacio. Optó por escribir su nombre y el año de la carta en google, Lucía León 1990, y se abrieron varias entradas:
-Lucía León-España/Linkedin
-Lucía León/Facebook
-Lucía León-Youtube
-Dra. Lucía León, Psicóloga
Ninguna de esas entradas lo convenció. Las primeras eran de una jovencita que buscaba amigos en facebook y youtube. Demasiado joven para ser su Lucía. Su Lucía, le gustaba como sonaba. La doctora la descartó, si hubiese sido psicóloga no se habría abandonado a la soledad por culpa de uno o varios malos amores. Empezó a sentir el peso de la decepción. Sería imposible encontrar a una mujer que se había impuesto un exilio veinticinco años atrás. Siguió navegando y encontró algo que llamó su atención. Era el titular de un periódico de aquel año, La Ronda, 18 de febrero de 1990, Desaparece la joven y famosa escritora Lucía León, a sus treinta y cinco años…”   sus ojos comenzaron a perderse entre las líneas de aquella noticia.
“La joven escritora de novela corta Lucía León, desaparece en extrañas circunstancias. No se conoce su paradero ni el móvil de su desaparición. La policía no descarta que haya sido un secuestro. Lucía, de origen peruano y afincada en España, no tenía familia. La Guardia Civil ha tomado declaraciones a su ex novio, Jaime Ruíz, pero no han hallado ningún vínculo que lo pueda relacionar con la desaparición de la escritora”. A la derecha de la noticia aparecía una foto de ella. Era realmente hermosa. Una mujer con rasgos sudamericanos, morena, de pelo largo y negro azabache. Con los ojos rasgados y profundos y una sonrisa de labios de terciopelo y dientes perfectos. -¿Cómo podía un hombre romperle el corazón a un ángel así?-Pensó.
Buscó en internet las obras de aquella autora. Escribía novelas de amor, algunos de sus títulos eran Lazos de amor, Como la vida misma, Amor eterno. Las críticas eran muy buenas, no era una escritora de renombre pero se había hecho un hueco en el mundo de las letras. Se descargó sus libros. Nunca había leído novela romántica, pero quería saberlo todo acerca de ella. Editaba con Alfaguara, una editorial pequeña pero con éxito, por ahí comenzaría su investigación. Contactaría con la editora y les diría que estaba investigando la desaparición de Lucía, que ese mes se cumplían veinticinco años de su desaparición y quería hacer un artículo. Esa podía ser una buena razón, pero no era lo que realmente lo estaba llevando a centrar todos sus sentidos en encontrar a aquella misteriosa mujer, que sin entender el por qué, despertaba en él,  una sensación de cercanía inexplicable. Encontró el número de la editorial y comenzó su búsqueda.



                                        CONTINUARÁ...

martes, 26 de febrero de 2013

Punto Rojo 2




Alejandro salió de su escondite. No le resultó difícil pasar desapercibido en un lugar en el que las mujeres iban desnudas, contoneando sus curvas y mostrando su carne fresca a los depredadores, quienes animales hambrientos, jugaban a cazar y ser cazados. La sala estaba llena, pensó en la crisis. Cómo era posible que él trabajase día y noche por un miserable sueldo que había aprendido a estirar para poder llegar a fin de mes y que el resto de la sociedad tuviera dinero para putas. Como decía su padre, -hijo mío en esta vida sólo da dinero dos cosas, la funeraria y las putas. La gente seguirá muriéndose y seguirá follando-. Miró a su alrededor, una luz muy tenue iluminaba la estancia en su justa medida, para poder ver pero no observar, que resaltaba las virtudes y escondía los defectos. A su derecha había una barra, alta, de ladrillos rojos, sobre la que descansaba una tabla alargada de madera donde reposaban las bebidas de los clientes. Alrededor los taburetes de cuero rojos en los que permanecían sentados algunos bebedores solitarios. Detrás de la barra, las camareras servían copas ataviadas con corpiños negros, tangas y ligueros. Sabiendo que ante semejantes vistas, hasta el más abstemio de los hombres terminaría pidiendo una copa. En el centro del local, de paredes moradas decoradas con látigos, fustas, máscaras y otros elementos macabros, había tarimas en las que las jóvenes deleitaban a los asistentes con las contorciones que eran capaces de hacer con su cuerpo. A su izquierda se encontraban los reservados, grandes y cómodos sillones de cuero rojo, a juego con las butacas y de curiosas formas; dos piernas abiertas, un pene, dos pechos, acompañados de una mesa y separados por cortinas negras de gasa. En ellos podías ver como las experimentadas concubinas calentaban los motores de sus acompañantes. Detrás de él había un pasillo que conducía a las guaridas del vicio, del pecado y del placer. A las habitaciones de la mentira, de los sentimientos comprados y las almas vendidas, y a una sala de juegos.
Perdido en aquel mundo saturnal que se presentaba ante sus ojos reparó en una muchacha que llamó su atención. Era hermosa y muy joven. Tenía una larga melena negra que le caía desordenada sobre su espalda. La piel morena y unos enormes ojos azules. Sus labios de terciopelo invitaban al deseo y a dormirse acunados por ellos. Vestía igual que sus compañeras, con lencería negra, que parecía hecha a medida para su esbelto cuerpo. Miraba a la nada y aparentaba querer huir de todas las bocas que intentaban saciar su apetito mordiendo su cuerpo, mientras ella fingía sensualidad. No era una puta como las otras, no le gustaba estar allí. Subió la escalera que conducía a la salida y decidió esperar en el coche hasta que cerrara el Punto Rojo. Luego seguiría a Laura, quien probablemente lo guiaría hasta su compinche y cerraría el caso con un galón en su camisa.
-Laura cariño, qué quería de ti ese hombre.
-Nada Mona, lo mismo que quiso saber de ti, nuestra relación con Pepe y poco más.
-Me alegro de que ese malnacido esté muerto, pero qué va a ser ahora de nosotras, si cierran el local a dónde voy a ir a trabajar.
-¡Mona por favor cállate! De puta no te va a faltar trabajo, además pronto vendrá alguno de sus socios y se encargará del local. Me voy a mi habitación, necesito descansar.
-¿Pero no vas a hacer ningún servicio?
Laura la dejó hablando sola, se dirigió a su cuarto. Andaba nerviosa de un lado a otro. Eran las tres de la madrugada, en dos horas cerrarían el local. Tenía que coger el dinero e irse. Abrió la puerta y miró a ambos lados. La noche estaba ambientada, todos andaban demasiado ocupados en complacer y ser complacidos. Caminó hasta el despacho de Pepe, sintió arcadas, aun olía a él, a puro y colonia barata. Encendió un mechero y caminó a tientas golpeándose con las sillas. Encontró la caja fuerte. Dos, cuatro, dos, hache, dos y listo, la puerta se abrió. –Joder-. Rebuscó entre todos los papeles que había dentro pero no encontró ningún billete, no había ningún vestigio de que allí pudiese haber dinero. –Joder, joder, mierda-. Se repetía. Miró a su alrededor, no había luz y lo poco que alumbraba su mechero no era suficiente para despertar en ella alguna sospecha de dónde podría estar escondido el dinero. Cogió su teléfono marcó con rapidez esperando recibir alguna respuesta.


-Hola, nena, ¿ya tienes resuelto nuestro futuro?
-Aquí no hay nada. Joder, no hay un puto céntimo. ¿Quién coño te dijo que escondía el dinero aquí? Sólo hay papeles y más papeles.
-Laura, estás segura de eso, has mirado bien.
-Sí he mirado bien, sé lo que es un billete y aquí no hay nada.
-Puto chino me la ha jugado. Nena, vete directa a tu casa. No vengas a la mía. Tengo que encontrar a ese cabrón, esto no puede quedar así. Te llamo desde que sepa algo, no me llames tú.
Colgó el teléfono dejando a Laura sin respiración y muerta de miedo. Salió del despacho, cogió sus cosas y se fue.
-Mona, no me encuentro bien, toda esta historia me ha dejado mal cuerpo, nos vemos mañana.
Y sin esperar a que pudiera contestar, se marchó.
Alejandro se incorporó en el asiento de su coche dispuesto a seguir a Laura. Caminaba nerviosa hacía la parada de taxi.
-¿La llevo a algún lugar?- Le preguntó disminuyendo la marcha a su altura.
-¿No teme perder su buena reputación de niño pijo y gran policía viéndolo con una puta en su lujoso coche?
-Me gusta correr riesgos. Suba, no es bueno que una mujer ande sola por la calle a estas horas.
Laura soltó un bufido.
-Conozco estas calles mejor que usted señor agente. Se lo agradezco, pero me gusta dormir con hombres y soñar sola, y ahora me voy a soñar.
Paró a un taxi y se subió en él. Sabía que la seguiría, las cosas no estaban saliendo bien. Sin el dinero no podrían marcharse de la isla y ese pretencioso policía estaría pisándole los talones hasta que descubriera la verdad. Sacó del bolso la cadena con la virgencita del Pino que le había regalado su madre, antes de convertirse en lo que era ahora, y la besó. A partir de esa noche la arroparía el remordimiento, la abrazaría el miedo y despertaría con la incertidumbre. La única certeza que tenía es que su tragedia empezó con la muerte de Pepe.