Este blog será nuestro punto de encuentro, en él se unirá la magia, los sueños, la luna y la literatura. ¿Por qué la luna? Porque es mi hogar. ¿Por qué la literatura? Porque es como único entiendo la vida.

sábado, 11 de octubre de 2014

Poema del día después

Quizá bastaban las ganas y sobraba la ropa.
Quizá era suficiente con cerrar los ojos y abrir las piernas.
Quizá era mejor el silencio incómodo que las palabras vacías y usar la lengua para llenar recovecos de una piel que ardía. 
Quizá deberíamos haber dejado a los dedos descifrar las estrías de tu cuerpo por donde se escapaban los sueños. O bebernos el sudor que latía en tus adentros.
Quizá hubiese sido suficiente con gozar menos y sentir más o gozar sin sentir o simplemente fingir ¡ya qué más da!
El problema viene al despertar e intentar recoger de una cama desordenada las caricias malgastadas. Al darte cuenta que hay besos agonizando por la habitación, que salieron de tu boca con pasión y se quedaron por el camino buscando la mía. Pero es que hace tiempo que yo tampoco la encuentro. El problema viene en la despedida, en las miradas que se esquivan y otro cuerpo que se va a medio vestir, con prisa, y sin nombre. Porque son tantos que estoy por hacer una nomenclatura. Porque no sé ni cómo me llamo yo. Me habré perdido en el fondo de alguna botella donde me ahogó el alcohol sobreviviendo mis penas. 

jueves, 9 de octubre de 2014

Hoy me dio por ser valiente



Hoy me dio por recordar. Rectifico. Hoy me dio por ser valiente. Después de ciento cuarenta y dos días, hoy vengo a ser valiente. 
Después de ciento cuarenta y dos días mirando a otro lado con fingida indiferencia y echándote de menos en cada momento, hoy me permito ser valiente. Tú no me hubieses permitido este derroche de cobardía. Hace harto rato que me habrías zarandeado por los hombros (con amor, porque todo lo hacías con amor) y me hubieses despertado de este letargo. Es que creía que jugando a hacerme la fuerte te borraría de mis recuerdos...y de mi corazón. Pero tú, que siempre fuiste un paso por delante, usaste tinta permanente y te aseguraste de ganarle la batalla al olvido. Te ha funcionado. Ya puestos podrías haber sido eterno y ahorrarme el sufrimiento. 
Ciento cuarenta y dos días al lado de todos los que vivimos no es nada ¿verdad? El problema está en los que quedan por venir. 
Hoy me dio por ser valiente y se me desató la lengua, y tú, que permanecías atado al silencio de mi alma, te escapaste y te hiciste notar en todas las conversaciones. Y con tu nombre, también se apuntaron a la tertulia ( que más bien era un monólogo) las lágrimas. Luego vino la ira que me llevó (a pesar de lo bien hablada que soy) a insultar a la vida e incluso alcanzó el de arriba (con el que estarás ahora) pídele perdón de mi parte, pero a alguien tenía que culpar de semejante injusticia, y siempre alcanza él ( ya arreglaremos cuando me toque a mí estar ahí).
Debe ser la luna llena que me transformó en lobo y me dio la valentía de aullarle tu nombre a la luna (te he colocado ahí) y he aprendido a caminar sin tropezar mientras miro al cielo en busca de tu sonrisa. Realmente he aprendido a no tropezar porque ya no estás para levantarme. Y te aseguro que en ciento cuarenta y dos días ha habido tropiezos dignos de una buena "hostia" de esas que te hacen permanecer en el suelo...probablemente tú te habrías acostado a mi lado y nos hubiésemos reído juntos. Me habrías secado las lágrimas y obligado a levantar. Pero intento no hacerlo en honor a ti...odiabas que permitiera que me hicieran tropezar y más aún caer. Así qué ando por la vida bien erguida y como tú me decías "con la cabeza alta". 
Hay tantos tipos de amistad como humanos en el mundo...pero ninguna como la nuestra, tan resistente que sólo nos separó la muerte (ni siquiera todos los que lo intentaron) sólo la soberana. 
No sé ni por qué te escribo, será porque según tú es lo único que sé hacer (me caló hondo esa broma, ¿has visto?). Realmente te escribo porque sí verbalizase lo mucho que te extraño me tildarían de loca, y no es plan de ir hablando sola por la vida aunque tenga la sensación de que sigues aquí conmigo. 
Creo que hoy me dio por ser valiente porque me haces más falta que nunca y no estás...y no vendrás corriendo como antaño a mi lado cada vez que lo precisaba. 
Tal vez me dio por ser valiente porque las personas mueren cuando dejas de recordarlas...Y amigo mío, yo quiero que seas inmortal.

lunes, 6 de octubre de 2014

Antología de una prostituta 12


El aire de la noche pesaba. Estaba más caliente que de costumbre. Vicio daba vueltas en la cama. Miró el reloj, eran las dos. Rodrigo dormía plácidamente. Se levantó y fue hasta el balcón. Inspiró el aire de la madrugada. La belleza de la noche la calmó. Ante ella un inmenso manto negro decorado con destellos brillantes. En el centro la luna llena que la desnudaba con su luz. Ahora lo tenía todo en la vida, incluso esa sensación de vacío. Le llegó olor a tabaco. Se giró creyendo que Rodrigo se habría despertado al notar su ausencia, pero no, seguía dormido. El olor procedía del piso de abajo, se inclinó un poco más sobre el balcón y lo vio. Allí estaba Cuco. Sintió un escalofrío que le invadió todo el cuerpo acompañado de un cosquilleo en el estómago y el calor ahí abajo. Él le sonrió y le hizo un gesto para que bajase. Titubeó, terminó cediendo. Se puso la sobre camisa de seda rosa a juego con la tentación y salió del cuarto intentando no hacer ruido. Llegó al jardín. Cuco le ofreció un cigarro. Fumaron en silencio observando como el humo se deshacía con el aire. Él se levantó y Vicio lo siguió. Entraron en su habitación y Cuco la agarró del cuello. Los ojos de ella brillaban. Le encantaba aquella mujer desde el día que la encontró en la calle Molino de Viento fingiendo ser una sudamericana con acento canario. La adoraba a pesar de saber que era la mujer de su jefe, y estaba dispuesto a desafiar a los narcos y a la mafia por dormir en su entrepierna. Vicio jadeaba. Sabía que estaba jugando con fuego, que sí los descubrían acabarían convertidos en ceniza, los dos. Pero una vez que sus manos entraban en contacto con su piel disipaba el miedo. La cogió y la apoyó contra la pared. Ella enredó sus piernas alrededor de su espalda, le rodeó el cuello con los brazos y lo besó. Demasiado suave. Temió estar enamorándose. Quizá ya era demasiado tarde. Apartó ese pensamiento, ella no había nacido para amar. Sintió como le apartaba el hilo de la braga y entraba en ella. Gemidos. Apoyó una mano en la pared y con la otra la agarraba de los muslos. Bailaba en su interior con violencia mientras con su lengua recorría sus pezones. Vició echó la cabeza hacia atrás. Quería gritar. Lo empujó como pudo y se zafó de él. Cuco tenía la mirada desbocada. La jaló del pelo.
-No hagas eso-. Gruñó.
-Ahora me toca a mí. Tú no eres quien manda. 
Lo empujó y se dejó caer sobre la cama. Vicio se arrodilló y comenzó a recorrer su cuerpo con dedos juguetones. Llegó hasta la parte más dura de su cuerpo y con una media sonrisa acercó su boca. Pasó su lengua y notó su estremecimiento. Jugó con ella durante un largo rato hasta que la excitación de Cuco fue incontrolable. 
-Ven aquí.
La tumbó boca abajo y la penetró, le levantó la cabeza para poder verla disfrutar. Jugaba a su antojo con su cuerpo. Vicio se incorporó como pudo quedando a cuatro patas y dejándolo saciar sus ansias. Lo oía lanzar improperios y palabras guarras que incrementaban la dilatación de su sexo. 
-Vicio, dónde estás.
La voz de Rodrigo los devolvió a la realidad. Vició lo miró. Cuco le indicó que guardara silencio. Se levantaron y se vistieron torpemente.
-¡Cariño!
La voz de Rodrigo se escuchaba demasiado cerca. Le señaló la ventana que daba para el jardín. Dos toques en la puerta la bloquearon. 
-Cuco, ¿estás despierto?
Le hizo un gesto de desesperación a Vicio y ella salió. Con fingida voz soñolienta le contestó a su jefe.
-¡Pasa! 
-Siento molestarte, pero no encuentro a Vicio. ¿La has visto?
-No, jefe, estaba dormido. Estará en algún lugar de la casa ya sabe cómo son las mujeres-. Cuco intentaba ganar tiempo. 
-Cariño, ¿ocurre algo?
Vicio apareció detrás de Rodrigo con un vaso de leche en las manos. 
-¿Dónde estabas, mi amor? 
-Salí a pasear por el jardín, hace demasiado calor y pasé por la cocina a por algo refrescante. 
Rodrigo la atrajo hacia él y la besó. Cuco apartó la mirada. 
-Vámonos arriba, ya que me he desvelado podríamos...
Vicio lo siguió. Se compadeció de la ira que reflejaba la mirada de Cuco. Cuando vio que se alejaban golpeó la pared. No podía soportar imaginárselos juntos. Imaginarla con otro. Aquello tenía que acabar. Vicio tenía que ser sólo de él.