Este blog será nuestro punto de encuentro, en él se unirá la magia, los sueños, la luna y la literatura. ¿Por qué la luna? Porque es mi hogar. ¿Por qué la literatura? Porque es como único entiendo la vida.

jueves, 26 de septiembre de 2013

Magdalenas amargas



Como cada mañana Valentina abrió las ventanas del salón para que entrara la luz del sol. Al correr las cortinas se sintió estafada por el mes de septiembre y por el meteorólogo del canal veinticinco que vaticinaba cielos despejados. Con sorna, decidió que aquel pequeño contratiempo climático no le estropearía que fuera un buen día. Como cada mañana (Valentina era una mujer de rutinas) bajó los tres pisos que la separaban de tierra firme para ir a la dulcería de la esquina y comprar su rutinario desayuno. Frunció el ceño al ver que aquel meteorologucho no sólo se había equivocado en la cantidad de nubes que se acurrucaban en el cielo, sino que además, lo de que iban a subir las temperaturas era un farol, ya que el aire gélido que le dio los buenos días tiraba más al descenso que al ascenso. Con los músculos faciales tensos por el tiritar de sus mandíbulas, sonrió para sus adentros al saber que al meteorólogo y sus predicciones le quedaban, a lo sumo, dos telediarios. Como cada mañana, entró en la tienda y después de darle los buenos días a María (la anciana y dueña del local, a la que apenas le quedaban dientes en la boca para saborear sus exquisitos dulces), se dirigió al tercer pasillo y en el cuarto estante cogió el paquete de magdalenas mágicas (mágicas porque en su interior traía un mensaje que te predecía el futuro inmediato), y Valentina (mujer de rutinas y supersticiosa) no había dejado de serle fiel a los consejos diarios de aquella bolsa de magdalenas (a pesar de que el tamaño de su culo iba en aumento). Se despidió de la anciana y regresó a su edificio. Decidió subir a pie los tres pisos y contrarrestar, de esta forma, las calorías que estaba a punto de ingerir. Entró, se sirvió una taza de café, se sentó en la terraza bajo un cielo gris, abrió el paquete de magdalenas y leyó el pronóstico de sus próximas veinticuatro horas. “Hoy te romperán el corazón”, decía el trozo de papel amarillento. Valentina volvió a fruncir el ceño y las magdalenas se le antojaron amargas. Un pitido la obligó a levantarse. Había recibido un whatsapp, era de Luis, su novio. “Tenemos que hablar”, le decía. Y el corazón de Valentina se rompió un día gris que debería haber sido azul, tras una amarescente predicción, dentro de un paquete de magdalenas amargas.

   

lunes, 23 de septiembre de 2013

Los seis pasos del desamor

Miedo, a la ausencia de tus caricias, al silencio de tus palabras, al rehuir de tu mirada.
Amargo, el merengue de tu entrepierna que sutil me abandona, tal vez por fresa, nata o chocolate.
Saladas, las lágrimas que empañan mi mirada, que extrañan tu rostro, perfecto ángulo de huesos alineados, que forman el todo que eres tú.
Dulces, los recuerdos tejidos en mi memoria, tatuados, grabados, dibujados con la tinta de tus besos, con el fragor del eco de tu risa ya lejana.
Congoja, del porvenir. ¿Dónde estarás? ¿En qué mástil anidará tu paloma?
Narcosis, para estos puntos que supuran la necesidad de amarte, de recorrer los valles de tu orografía con el soplo de mi viento, que encrespa el vello de tu alféizar que bordea la entrada de un mundo en el que deseo yacer, mecido por el infernal canto de sirena que me conduce a las aguas del averno, para morir ahogado entre las arenas movedizas del desconsuelo.