Este blog será nuestro punto de encuentro, en él se unirá la magia, los sueños, la luna y la literatura. ¿Por qué la luna? Porque es mi hogar. ¿Por qué la literatura? Porque es como único entiendo la vida.

lunes, 1 de julio de 2013

En busca y captura

Estoy en Mirihi, es una pequeñísima isla en el Atolón Alif Dhaal, perdida en algún lugar de las Maldivas. Esta isla no alcanza los tres metros sobre el nivel del mar y está en medio de un enorme océano que vagamente creo recordar que es el Índico. Pero el alcohol y las drogas han causado estragos en mi pésima memoria. Me llamo Lucía o Susana, también me he llamado Lorena y si mal no recuerdo Cristina. En los tugurios me llamaban Lola o Pepa. Soy puta, bueno era puta y por culpa de ello estoy en esta isla. Me buscan todos los cuerpos de seguridad del estado, la Interpol  y un rumano, cabecilla de una mafia de trata de blancas. Yo siempre he dicho que hay putas con clase y clases de putas. No sé muy bien a cuál de las dos pertenezco, he sido una puta con clase, cuando trabajaba en un hotel de cinco estrellas en el que solían hospedarse peces gordos, que después de las reuniones de trabajo solicitaban la compañía de alguna como yo, para quitarse el estrés. La técnica no tenía mucha ciencia, bonita lencería, cava, masaje y final feliz. El método anti estrés salía quinientos euros por hora, y yo debo reconocer que era un poco lenta y estiraba los minutos del reloj, haciendo que los viciosos que demandaban de mis servicios tuvieran que desembolsillar unos cuantos miles de euros, de los cuales solo le daba quinientos a mi chulo. Esta es la causa de que me busque el rumano. Al final acabó descubriendo el negocio y de paso jodiéndomelo. También he sido una clase de puta, de esas que están en la calle y se acercan a tu coche con medio culo por fuera pidiendo un buen meneo, eso sí, se pagaba por adelantado y luego solía llevarme alguna propina extra que me ganaba a punta de pistola. Por eso es por lo que me buscan todos los cuerpos de seguridad del estado, y porque alguna vez me tembló la mano y se disparó el gatillo. Nada grave, sobrevivieron. Cuando era una puta con clase adquirí ciertos hábitos no muy saludables, me enganché a la coca y al crac. La excusa es que quería escapar de la mierda de vida que llevaba u olvidar las situaciones desagradables de tener que revolcarme con viejos gordos y apestosos, que presumían de vestir de Armani, pero ahorraban en desodorante. La realidad es que soy una viciosa y tengo tendencia a engancharme a todo lo nocivo para mi salud. Así fue como conocí a Johanes, un ruso que solía reunirse con sus discípulos en el hotel en el que trabajaba, a pesar de tener a su disposición a más de veinte putas siempre me elegía a mí, su rumana favorita. Lo peor es que soy más española que los toros, pero sé fingir muy bien el acento. De piel blanca, ojos claros y pelo oscuro. Vamos, que doy el pego. Con Johanes viví una historia tóxica y apasionada. Creo que incluso me enamoré de su fuego, de su virilidad y de sus malos tratos. Así que cuando descubrí que para él era una puta más, decidí vengarme. Sabía que tenía un buen negocio entre manos, estaba esperando la llegada de un cargamento de coca que entraría a España por Cádiz, de allí lo llevarían a tres ciudades a cortarla y distribuirla. Escuché todas sus conversaciones, memoricé algunos números de teléfono e hice algunas llamadas. Lo delaté y me llevé un pellizco de la mercancía que vendí a buen precio. Por esto es por lo que me busca la interpol. Y ahora estoy aquí, en Mirihi, una isla atemporal donde no tengo a nadie a quien estafar ni teléfono  ni conexión a internet, estas medidas he decidido tomarlas yo, por si alguno de mis captores me localiza por GPS. Tengo muchísimo dinero escondido en un lugar al que no puedo acceder y varias cuentas pendientes. Aquí no puedo hacer más nada, salvo meditar cómo volver a encauzar mi vida. No quiero convertirme en un ama de casa con rulos, un marido al que prepararle la cena e hijos a los que darles un beso de buenas noches. Yo aspiro a más. Como mínimo a adueñarme de un pedacito de este mundo en el que vivo y de momento empezaré por aquí, esta preciosa isla que no aparece en ningún mapa ni en las guías turísticas, perdida y olvidada por los relojes, rechazada por el tiempo y tristemente colonizada por mí (…)