Este blog será nuestro punto de encuentro, en él se unirá la magia, los sueños, la luna y la literatura. ¿Por qué la luna? Porque es mi hogar. ¿Por qué la literatura? Porque es como único entiendo la vida.

martes, 30 de julio de 2013

Maneras de matar



Ajustíciame, con tu forma de amar tan cruel y adictiva que me conduce al suicidio carnal.
Ahórcame, con tus varoniles manos acariciando mi cuello, prolongando la letanía de este sin vivir.
Lapídame, con besos y más besos. Besos mientras duermo, besos mientras amo, besos que descubran la geografía de mi cuerpo de valles y montañas, de manantiales en los que saciarte y cuevas en las que descansar.
Dególlame, el corazón, como un caníbal comiendo de mi ser, antropófago que me devora el alma a trozos.
Envenéname, con el hechizo de tu maquiavélica mirada pantanosa, de aguas turbias y mensajes lascivos.
Inmólame, con el fuego de tu infierno en el que deseo pecar, asumiendo el riesgo de calcinarme las entrañas.
Sáciame, con lujuria y desenfreno, sin límites ni juicios, solapándonos en un yin yang.
Afánate, por acabar con el poco aliento que me quede, porque si subsisto, si acaso dejases un resquicio de aire en mí, si muriese y aun así resucitase, no habría lugares en el mundo, planetas en el universo u océanos en la tierra donde poder guarecerte, y huir de una adicta al somnífero de tu cuerpo con el que deseo narcotizarme para vivir muriendo y morir viviendo en la condena voluntaria de la sumisión.  


lunes, 29 de julio de 2013

Despedidas

Despedidas húmedas en pleno estío. Con sabor a sal sin la cercanía del piélago. De color azul y nombre de mujer, Nostalgia.
Con promesas de reencuentro y alusión de buenos momentos, risas lejanas, vibraciones presentes, noches en vela y un mismo sueño por realizar: "verlos sonreir".
Despedidas amargas, agridulces e involuntarias (como toda despedida)
"Un abrazo más", "seguimos en contacto", "hasta pronto", "un placer haber coincidido contigo en esta vida"...Y un sin fin de palabras encadenadas que enlentecen la partida no deseada.
Calientan motores, comienza el movimiento, ya no hay vuelta atrás. Sólo quedan rostros difusos y manos que se agitan en el aire.
Una despedida. Sí, pero con mucho "power".























Tengo



Tengo veinticuatro horas, ¿para qué usarlas? Ayúdame a encontrar los secretos que en penumbra nos dijimos, aquellos que escaparon de tu boca y sellaron con mis labios un tratado de lealtad.
Tengo mil cuatrocientos minutos, convertidos en el deseo de vivir contando los lunares de tu cuerpo, marcas del pecado, fuente de inagotable placer.
Tengo ochenta y seis mil cuatrocientos segundos, un pacto con el diablo, la eterna juventud, el elixir de los viciosos y un enigma por descubrir.
Tengo todo el tiempo del mundo, que se escurre en las horas, minutos y segundos de una era que se prolonga por la agonía de no encontrarte.
Abatido, extenuado y desfallecido, anhelo ver el oasis de tu cuerpo, del que beber a través de tus fuentes de adictas pócimas que me embelesan la razón y me embriagan las ganas, para así achisparme los sueños, que se convierten en zozobra, de este mundo onírico donde el tiempo descansa, las agujas del reloj se columpian retozonas y yo, perdido en un mar de nostalgia, navego a la deriva afanoso por hallarte.










Antología

No es la oscuridad de la noche la que hace que el silencio de tu interior haga ruido, es la ausencia de la luna la que te nubla el corazón, haciendo que te pierdas en los recobecos de los sentimientos, intentando escapar del laberinto de arterias por las que te sangra el sentido.
No es el frío del invierno el que te escarcha las ganas, te paraliza las ansias o te enfria los besos, es la añoranza del abrigo de sus caricias lo que te hace tiritar de dolor.
No es el brillo de tus ojos, son las lágrimas que en ellos se reflejan y bañan las cuencas de las que amenazan con salir e inundar las calles del olvido.
No es la avidez de tu alma la que anhela alimentarse, no es gula, no es angurria. Es la abstinencia de tu corazón la que te empuja a la anorexia emocional que te pela los huesos.
No es el palpitar incesante del sufrimiento que te acecha. Es la desgana de un alma enamorada y abatida que se exilia al vacio rechazando los pétalos y anidando en las espinas.