Este blog será nuestro punto de encuentro, en él se unirá la magia, los sueños, la luna y la literatura. ¿Por qué la luna? Porque es mi hogar. ¿Por qué la literatura? Porque es como único entiendo la vida.

jueves, 26 de julio de 2012

Deseos Pecaminosos 6ª parte

           Llegó a casa un hombre diferente del que había salido. Entró en el cuarto de su hija, allí estaba, tan pequeña e inocente, con tanto por aprender.  Le besó la frente y salió en silencio, dejándola dormir plácidamente en su cunita. Se dirigió a su dormitorio. Su mujer también dormía, ajena a la realidad de su marido. Se quitó la ropa y se enredó en sus sábanas de franela. Se inclinó para besar a Lena, pero se quedó en el intento. Descubrió que no le nacía besarla.
Aún conservaba en su piel el olor de la piel de Laura. Una punzada con forma de remordimiento le acusó por haberla dejado allí, hermosa como lucía después del sexo, tapándose la humillación con las sábanas, por haber sido utilizada como una fuente de placer. La punzada se agudizó hasta dejarlo sin respiración. Saltó de la cama guiado por un impulso y cogió el móvil, tecleó tan rápido como pudo.
            Laura estaba tumbada en el sofá, no conseguía conciliar el sueño. Intentaba planear su venganza, la había humillado, dejándola allí de aquella forma después de un polvo olímpico. Se sintió cansada, estaba cansada de oírse gritar en silencio. Había llegado la hora de colgar los guantes.  Ella había empezado aquel juego, y había perdido. Lo mejor que podía hacer era retirarse con dignidad.
            El sonido del móvil la devolvió a la realidad. Era demasiado tarde para que alguien se acordara de ella.
Lo siento de verdad. No quería irme así, no podemos continuar con este juego. Mañana nos vemos en tu casa, lo siento.”
Laura volvió a leer el mensaje y consiguió rendirse ante el cansancio.
            Durante el día siguiente ambos estuvieron enfrascados en sus trabajos. Laura nadaba entre expedientes de casos sin resolver, entre juicios y falsos buenos y buenos malvados. Cirios, en cambio, navegaba entre exámenes, correcciones de trabajos y actas. Es bien sabido que en la docencia los finales de julio son matadores. Pero ambos, entre tanto y tanto, encontraban un momento para mirar el teléfono. No había mensajes, ninguno se atrevía a dar el paso. –Mejor me quedo con las disculpas y finalizo esta historia-. Pensaba Laura entre aliviada y decepcionada. –Vaya, está demasiado enfadada que no me escribe-. Pensaba Cirios en la otra punta de la ciudad.
            La jornada concluyó y Laura llegaba a casa, cansada, física y psicológicamente. Encontró una nota en la puerta: “Date la vuelta”, sonrió y al girarse vio a Cirios escondido detrás de un hermoso ramo de flores blancas.
-Es mi manera de pedirte disculpas.
Entraron en el piso y se relajaron en el sofá. Entre cerveza y cerveza, Laura se quejó de sus clientes y de los casos en los que tenía que defenderlos.
-A veces creo que me equivoqué de profesión, es frustrante defender la inocencia de alguien cuando sabes que es culpable. Va contra mi moral-. Se lamentaba.
-Ufff, pues si yo te contara que esta promoción de Derecho están en la ley del mínimo esfuerzo, escriben haber sin hache-. Ambos rieron.
-¿Qué va a pasar con nosotros? Tú tienes mujer e hija, y yo estoy cansada, bueno, mi corazón está cansado.
-No lo sé Laura.
Y el silencio se instaló entre ellos. Silencio que no sabían manejar. Ella se acercó y lo besó. Él intentó decir algo, pero Laura selló sus labios con un nuevo beso. Siguieron las caricias y la excitación iba en aumento.
-Ven, me apetece jugar. Dijo Laura con una sonrisa pícara en los labios.
Lo cogió de la mano y lo sentó en una silla de madera. Laura parecía divertida.
-¿Qué haces? Preguntó Cirios al ver que le tapaba los ojos.
-Shhhh. Escúchame, ahora voy a pegar en algunas zonas de tu cuerpo estas pegatinas que tienen un número impreso. Tú irás diciendo un número y yo  besaré esa zona. ¿Entendido?
Cirios estaba muy excitado, por el juego, por la espontaneidad de Laura, por poder escapar de la rutina y columpiarse en la luna.
-Uno. Comenzó.
Y ella le beso con delicadeza el lóbulo de la oreja.
-Seis. Continuó.
Laura recorrió con su lengua su torso moreno hasta que llegó a su pezón y lo mordió con una apasionada dulzura.  Cirios cada vez disfrutaba más con el juego.
-Nueve. Suspiró.
Y ella se introdujo el pene en su boca, saboreando el placer que notaba en él.
Cirios no podía moverse. Además de tener los ojos tapados, tenía las manos engrilletadas con unas cómicas esposas de pelo azul.
-Ahora jugaremos a frío o calor. Tú dices frío o calor y yo me encargo del resto. Ah, no te olvides de decir el número. Laura disfrutaba llevando las riendas del juego.
-Frío, cuatro.
Y Laura pasó un hielo por su cuello, a la vez que notaba como él se erizaba.
-Laura por favor, no aguanto más. Susurró.
Ella lo miró y se sentó encima de él, introduciéndolo dentro de su cuerpo. Ambos gimieron deseosos de placer. Le quitó la venda, pero no le soltó las manos.
-Esta vez mando yo. Le dijo al oído.
Y continuaron meciéndose uno dentro del otro, entre fluidos corporales, sudor y deseos pecaminosos, hasta que alcanzaron el placer.
-No se suponía que íbamos a poner punto y final. Preguntó Laura cuando estaban tumbados en el sofá.
-¿Tú quieres que dejemos de vernos?
-No Cirios, pero tampoco quiero destruir una familia.
-No te preocupes. No vas a destruir nada. La atrajo hacia él y la besó.
Siguieron juntos, cada vez las escenas de deseos pecaminosos se daban con más frecuencia. Sus cuerpos se atraían, se deseaban y se abandonaban al placer. Sus almas se extrañaban y anhelaban la presencia del otro en las noches de soledad.
            Una noche, Laura miraba nerviosa el teléfono. Hacía días que no sabía nada de Cirios, y tenía que darle una noticia que haría tambalear el mundo de ambos. No sabía cómo actuar, si llamarlo o esperar su llamada. Se tumbó en el sofá, cogió su portátil y abrió el Facebook. Cuatro invitaciones a eventos que eliminó sobre la marcha y un mensaje. El corazón se le encogió escondiéndose en algún lugar del que no volvería a salir jamás. El mensaje era de Cirios. –Por qué a través de Facebook-. Se preguntó.
“Hola Laura, siento mi ausencia de estos días, lo siento mucho. Mi mujer está sospechando algo. Ha descubierto los mensajes en el móvil. Creo que es mejor que dejemos de vernos un tiempo, hasta que la cosa se calme. Entiéndelo, tenemos una hija. Lo siento. Te quiero.”
Laura permaneció en silencio, no le contestó al mensaje. Todo había acabado como mismo empezó, a través de Facebook. Cerró el portátil y tomó una decisión. Se iría lejos por un tiempo, su trabajo podía ejercerlo en cualquier lugar. Por desgracia, la gente se metía en líos en todas las ciudades. Traería a su bebé al mundo ella sola, y a lo mejor algún día su camino y el de Cirios volverían a cruzarse.