Este blog será nuestro punto de encuentro, en él se unirá la magia, los sueños, la luna y la literatura. ¿Por qué la luna? Porque es mi hogar. ¿Por qué la literatura? Porque es como único entiendo la vida.

viernes, 24 de enero de 2014

Caramelos blancos con sabor a locura


-¿Cuántas lágrimas caben en una pena?-. Le preguntó mientras deshojaba una margarita. -¡Qué curiosos! Último pétalo. ¡No me quiere! Si ya me lo decía mi madre, que debía aprender a leer el lenguaje de las flores.
Valeria la miró. Decidió no contestarle. Sabía que cualquier cosa que dijese sería interpretada a su antojo. Nunca fue una buena influencia para Lucia. Pero esta se opuso a su partida en el momento que debían continuar su viaje por separado. Realmente la mala influencia era Lucia. La obligó a quedarse, sabiendo cuáles eran las consecuencias de aquella amistad.
-¿Qué, no dices nada?- Si no le contestaba empezaría a dar gritos. Le reprocharía que ella también la hubiera dejado sola en el camino de la vida. Donde había pocos rosales y muchas espinas. La gente la miraría con desprecio. No quería revivir esa escena. Ver como se la llevan, allí, a ese lugar donde se convertiría en una más de las muchas como ella. En un número de expediente. En un diagnóstico.
-Tal vez la margarita se esté equivocando, Lucia.
-¡No, Valeria! No me mientas tú también. ¡Mira a tu alrededor! He deshojado cientos de margaritas. Todas terminan igual, en un: “no me quiere”. Por eso terminó así. Era lo mejor para ambos.
Valeria volvió a mirar a su alrededor. Sentía mucho lo que había ocurrido. Lucia se mecía en el suelo, abrazando sus rodillas y tarareando una canción.
Todo empezó en el instituto. Lucia no tenía muchos amigos. Era la rara de la clase. Siempre andaba sola y cabizbaja. Su físico no era de gran ayuda (algo rellenita y con demasiado acné) por lo que sus compañeros, en la cresta de la adolescencia, se cebaban con ella. Fue por entonces cuando apareció Valeria. Siempre la escuchaba (aunque los demás no se dieran cuenta) Valeria le daba el valor que a ella le faltaba para andar con la cabeza alta. Una amistad que, cuando comenzaron sus problemas de conducta, se tornaba negativa ante los ojos de los demás. Entonces, Lucia tomaba unos caramelos blancos, y por un tiempo olvidaba a su amiga. Seguía con su vida. Creció. Se enamoró, y cuando recibía algún revés del destino para el que no estaba en posición de devolver, se refugiaba nuevamente en ella. Su comodín. Su vía de escape. Pero esta vez había llegado demasiado lejos.
-¡Contéstame! ¿Cuántas lágrimas caben en una pena?
-Muchas, Lucia. Caben muchas lágrimas.
-Por eso yo no lloro, ¿verdad, Valeria? Porque me caben todas mis lágrimas en mi pena.
-Sí, Lucia. Por eso no lloras.
Valeria miró al suelo.
-Yo no quería hacerlo, Val. Pero no podía permitir ser invisible. Estaba enamorada de él.
Las sirenas cada vez sonaban más cerca. Las voces al otro lado de la puerta anunciaban el final de aquella amistad, y Valeria deseaba que para siempre. No quería volver. Lucia continuaba meciéndose en el suelo.
-No me vas a dejar sola, ¿verdad, Val?
-No, Lucia. Estoy aquí contigo.

La puerta se abrió de golpe. La policía levantó a Lucia del charco de sangre sobre el que estaba sentada. Había asesinado a su novio (quien no sabía el romance que mantenía con aquella desconocida que acababa de terminar con su vida). Los médicos le inyectaron un líquido transparente y le dieron uno de esos caramelos blancos con sabor a locura. Mientras se deshacía en su boca, se difuminaba la silueta de Valeria (real sólo para sus ojos). Tal vez no volviesen a verse nunca. Las pautas de aquella amistad las marcaban los caramelos blancos que tomaba su amiga. Y allí, en aquel lugar, Lucia tendría amigos de carne y hueso con los que compartirlos, y Valeria podría pasar al olvido. 

Concurso de microrrelatos

Hola, queridos lectores. Siento estas vacaciones literarias, pero me dejé seducir por la luna, y me fui a soñar con ella. Pero he vuelto con noticias y más historias que contar. ¡Ya saben! Cuando te columpias en la luna, las historias nacen solas.

Hace algún tiempo me presenté a un concurso de microrrelato, y tuve la suerte de que el mío fuese seleccionado para ser publicado en un libro entre otros textos. Se presentaron más de tres mil microrrelatos y pasamos esa selección unos cien. Aquí les dejo el texto. ¡Espero que lo disfruten!  Y no se olviden, ¡sigan columpiándose conmigo!

"Tanto arroz pa`tan poco pollo".
<<Tanto arroz pa' tan poco pollo>>, decía siempre mi abuela, y ahora entendía que no se trataba de un aspecto culinario sino de una mente (arroz) llena de neuronas inertes (pollo)...Y ahora me tocaba cargar con el cochino pa' un trozo de rabo (dicho de mi abuela también). Quién me mandaría a casarme...Ahí se queda roncando, con la baba por fuera. ¡Yo me voy! Soy vegetariana.