Este blog será nuestro punto de encuentro, en él se unirá la magia, los sueños, la luna y la literatura. ¿Por qué la luna? Porque es mi hogar. ¿Por qué la literatura? Porque es como único entiendo la vida.

jueves, 8 de marzo de 2012

Un regalo al cielo, tu sonrisa.

Llovía como llevaba haciéndolo todo el mes de febrero. Las gotas caían en el cristal de la ventana de la  cocina golpeándolo suavemente. Miró a través de él, ante sus ojos se abría un manto de nubes grises que arropaba al cielo, ocultando su hermoso color azul. La imagen que la naturaleza le ofrecía hizo que evocaran todos los recuerdos de su infancia. Su gélido corazón le dio una tregua. Se vio corriendo alrededor del limonero, alto, fuerte, con sus hojas verdes y aquellas pequeñas joyas del color del oro pendiendo de él. Escuchó su propia risa, y la de su padre, que corría tras ella simulando ser un enorme ogro que intentaba cazar a su presa. Vio como la cogía en brazos y la lanzaba una y otra vez al aire. Pero ella no sentía miedo, aquel hombre le transmitía tanta seguridad que junto a él no conocía el peligro.
            Un rayo iluminó el cielo, dándole un aspecto aterrador, esto la sacó del sopor en el que estaba inmersa. Sin darse cuenta había parado de llover. Aprovechó la ocasión para recoger los últimos recuerdos que su padre había dejado derramados por la casa. Era un desastre, un libro a medio leer en la mesa del salón. Un periódico con fecha uno de febrero en la mesilla de noche. –Qué día es hoy- se preguntó. El estrés de los últimos días le había hecho perder la noción del tiempo. Calcetines,  latas de aquarius, las cartas de poker. Recordó cuando su padre quiso enseñarla a jugar y su madre se lo impidió.
Eso no es un juego para niñas, las señoritas no juegan a esas cosas-. A lo que su padre le contestaba, -tienes razón mi amor-. Y sustituía las cartas de poker por las fichas del dominó, guiñándole un ojo a su hija, que en su código significaba, -cuando se vaya mamá lo retomamos-, respondiéndole ella con su mejor sonrisa de admiración y respeto.
            Su padre era su héroe, su mejor amigo, su confidente. Su madre en cambio era una mujer a la que adoraba, pero había sido educada a la antigua usanza y pretendía adiestrar a su hija con aquellas arcaicas costumbres. La pequeña, que había heredado la rebeldía de su padre se dejaba hacer, sabiendo que su héroe la rescataría de aquellas costumbres medievales.
            Mientras terminaba de empacar los últimos recuerdos de su padre encontró un sobre que ponía,-Para mi pequeña-. Temblorosa, alcanzó una butaca donde él solía lanzar su chaqueta, y con una habilidad innata conseguía que siempre quedara bien colocada. Se sentó, abrió el sobre y comenzó a devorar el contenido.
            Querida hija, si estás leyendo esto significará que habré pasado a mejor vida. Supongo que estarás enfadada, pero antes de quedarte con ese recuerdo déjame que te explique algo. Hace meses que recibí la noticia que un cáncer me consumía por dentro, el final iba a ser el mismo con tratamiento o sin él, pues la muerte me acechaba escondida tras cada esquina que doblaba, por lo que decidí morir de una forma digna y no corrompido por un tratamiento abrasivo. Ya que iba a morir, por lo menos elegir la mejor forma. Perdóname por no decirte nada, pero no quería que la sombra del sufrimiento desdibujara esa hermosa sonrisa que heredaste de tu madre, pues eso acabaría por destrozarme. Siento que hayas tenido que enterarte de mi muerte de esta forma, supongo que no fue agradable que un desconocido tocara en la puerta de tu casa para contarte algo así, pero preferí alejarme cuando sentí el fin cerca y morir sólo. Tal vez lo entiendas, o tal vez no. Te pido perdón. Nada habría cambiado tu presencia, tenerte cerca sólo hubiera hecho que me resistiera a lo que ya estaba decidido, abandonarte a ti y esta vida en la que fui tan feliz. Ahora en mi nuevo viaje tendré de compañera a tu madre, probablemente ya  me esté esperando, la verdad que la he añorado mucho estos años, aunque también sé que se pasará la otra vida dándome órdenes, y será peor, porque la otra vida es eterna. Estoy cansado, últimamente siempre estoy cansado. Por favor pequeña, no me guardes rencor, sólo intentaba protegerte, recuérdame en mis mejores años, en mis mejores momentos. Cuando te perseguía alrededor del limonero del jardín mientras tú reís feliz. Te quiero hija. Te quiero.
            Se llevó la carta al pecho, sumergida en su contenido acabó en el jardín sin darse cuenta. Respiró profundamente y le regaló al cielo su mejor sonrisa. Su padre, que la estaría viendo, sabría interpretarla.

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