Este blog será nuestro punto de encuentro, en él se unirá la magia, los sueños, la luna y la literatura. ¿Por qué la luna? Porque es mi hogar. ¿Por qué la literatura? Porque es como único entiendo la vida.

lunes, 28 de octubre de 2013

Antología de una prostituta 7



Amaneció, y por unos instantes dudó de dónde estaba. Los rayos del sol entraban perezosos por el amplio ventanal con vistas al frondoso bosque que bordeaba la casa. Miró a su derecha y lo vio allí, dormido, después de una noche de sexo en la que la escena del tequila podía considerarse un preliminar. Lo inspeccionó, era guapo. El prototipo de hombre del que podría enamorarse. Maduro, atractivo, que le proporcionaba buen sexo. ¿Sería gracioso? Aún le quedaban unas cuantas horas para descubrirlo.
-Buenos días, princesa.
-Buenos días, teniente.
-No me digas eso que sabes lo que ocurre-. Y tanto que lo sabía, durante la noche, entre caricias, besos y sexo duro, le llamaba teniente y se daba cuenta de cómo aumentaba la fogosidad de aquel hombre que parecía insaciable.
-Nos espera un gran día, así que sacúdete la pereza.
-Sí, teniente-. Y él saltó sobre ella y comenzó a besarle el cuello, bajando por el meridiano de sus pechos, avanzando por el ombligo y muriendo en su entrepierna. Suspiros.
            Desayunaron en la terraza que daba a la piscina. Los tres invitados se sentaron en silencio y con la vista perdida. Probablemente aún les quedaría alguna neurona borracha. A Leopoldo Cintras Fría le sonó el teléfono, y tras una breve conversación en árabe, colgó y le hizo un gesto a Rodrigo. Este, le susurró al oído que si no le importaba ausentarse. Vicio asintió.
-Con permiso-. Dijo haciendo gala de sus buenos modos. Rodrigo le retiró la silla y ella se alejó. Aprovechó para perderse en el inmenso jardín. Al cabo de un rato y tentada por la curiosidad, se acercó a la zona donde estaban reunidos su cliente y los tres terroristas (como ella los llamaba). Escondida entre los rosales (para no ser descubierta en su hazaña de espía y torturada por aquellos malvados, a saber qué le harían a las mujeres noveleras). Los escuchó hablar en español, por suerte para ella que temía que lo hicieran en árabe y no enterarse de nada.
-No poder seguir país tuyo así. Muy malo, tu país. Tú escucha nuestra propuesta y ganar mucho dinero. Tu país mejor, tú más poder…todos ganar.
La curiosidad de Vicio aumentaba, qué estaría proponiéndole aquella panda de locos. España estaba mal, no había más que verla a ella, convertida en puta para sobrevivir, y con el tiempo, casi que por gusto (el dinero es goloso y el sexo adictivo).
-Pero no puedo traicionar a mis compatriotas, a mi país.
-Sí poder, sí poder. Tus compatriotas no son de fiar. Nadie sabrá que tú saber esto. Todo secreto, controlado. الله يكون معك ، أنت قلبي ، والكلمة والفكر.
-¿Qué pretenden hacer?
-Mañana cuando el presidente del gobierno terminar de dar  rueda de prensa, cuando gente marchar, nosotros no queremos muertos, no querer heridos. Uno de mis hombres poner bomba en coche presidente, cuando él subir y poner en marcha…PUUUMM…muerto. Tú tener el poder, nosotros pagarte mucho bien si tú poner de nuestra parte.
Rodrigo se pasó la mano por el pelo. Quería llegar a la presidencia pero no estaba seguro de querer llegar así. Aunque el dinero, el poder…ese diablo con aureola, alas y sonrisa encantadora…
-Acepto-. Y todos alzaron sus copas y brindaron.
Vicio no se podía creer lo que acababa de escuchar. Iban a asesinar al presidente (que realmente se lo merecía porque se había encargado de asesinar los sueldos y trabajos de los españoles) pero, ¿no era mejor obligarle a dimitir o algo así? Menos mal que a ella le quedaban algunas horas allí y al siguiente día, cuando el presidente volara por los aires, se habría acabado aquel peculiar cuento de hadas con algún que otro troll.
            El sol se había escondido  y Vicio recogía sus cosas mientras recordaba lo acontecido durante aquellas veinticuatro horas. Después de la conversación que no debía haber oído, pero escuchó; la mañana transcurrió normal, ella fingió no saber nada y se dejó hacer. Llegaron las otras putas (debía admitir que sin clase) e hicieron felices a los invitados. Por suerte para ella no tuvo que compartir su caché de puta de alto standing porque su dueño aprovechó que sus huéspedes estaban entretenidos para secuestrar a Vicio y continuar bebiendo de ella tequila.
Rodrigo entró en el dormitorio.
-Llegó a su fin. Espero haberte hecho sentir cómoda.
-Sí, muchas gracias, Rodrigo. Ha sido todo muy interesante. Algo fuera de lo común.
-Me gusta tu verdadero acento, no ese forzado deje sudamericano. Aunque cuando me dices papi…ufff.
-Bueno, es sólo por trabajo, ya sabes los hombres  se vuelven locos si les hablas así.
-Vicio, ¿no te gustaría dejar este mundo? No va con tu elegancia, con tu saber estar.
-Claro, algún día lo dejaré…pero por ahora, como está el país es imposible encontrar otro trabajo que no sea este.
-¿Y si te propongo quedarte como mi mujer? Sólo tendrás que hacer lo que has hecho estos días. Complacerme, ser dócil, elegante, y te daré todo lo que desees y más.
-¿Quieres qué sea tu puta a jornada completa?
-No lo llames así. Quiero que seas mi mujer. Voy a ascender en pocos días y un buen hombre con un buen cargo, necesita una buena mujer a su lado. Así saldrías de la calle.
Y tanto que iba a ascender y rápido, pensó ella.
Era una buena propuesta. Saldría de la prostitución y tendría todo lo que siempre ha deseado. Era tentador y tal vez con el tiempo llegara a amar a aquel hombre. Había dejado de soñar con príncipes azules, Walt Disney se olvidó de fabricar el suyo. Estaba cansada de callejear por las calles del olvido. De ser una vendedora ambulante de caricias y besos. Pero, ¿y si lo que había escuchado no salía bien y se veía implicada? Tenía que ser astuta y eso se le daba muy bien.
-Dame algunos días, Rodrigo. Te prometo que antes de que aceptes tu nuevo cargo tendré una respuesta-. De esta forma podría ganar algo de tiempo y ver qué cabezas cortaban después de que el presidente del gobierno se desintegrara en mil pedazos.
-Vale, lo entiendo, pero por favor, piénsatelo.
Se despidieron con un suave beso. Las veinticuatro horas habían concluido y Vicio se marchó.
            En la otra punta de la ciudad un licenciado en medicina y con un maletín verde llamaba incasablemente a una puta de la que se había enamorado. Obsesionado por volver a verla y nervioso por comprobar que llevaba veinticuatro horas con el teléfono apagado, decidió esperarla delante del cuarto sesenta y nueve de aquella penosa pensión.
Vicio, ya en el taxi, encendió el móvil. Sesenta y dos llamadas del mismo número. –Los hay muy desesperados-. Bromeó consigo. –Como si no hubiera más putas-. Tal vez eso cambiaría, las llamadas a deshora, la disponibilidad continua. Recordó la propuesta de Rodrigo, cada vez la convencía más.
El taxi paró frente al hostal, Vicio pagó y se permitió el lujo de dejarle propina. Al bajar del coche percibió una figura masculina apoyada en el alféizar de la puerta de su habitación. Se lamentó. No tenía el cuerpo para mambo, estaba cansada y sólo quería dormir.  Al acercarse a la entrada descifró al enigmático hombre que la esperaba. Era él, era el médico. El hombre que la hacía estremecerse con una mirada. El masoquista, al que le gustaba jugar duro. Al que drogó y dejó en la puerta de su casa inconsciente. Permanecieron en silencio. Él se acercó, Vicio retrocedió. Se había jurado no darle más un servicio. Pero, ¿y si le daba el último servicio a él y se despedía de esta profesión saliendo por la puerta grande y cortando orejas? Sí, sería su último servicio y no volvería a ver a ese hombre que la volvía loca, pero terminaría haciéndole daño. Sí, lo haría y luego aceptaría la propuesta de Rodrigo.
Pero como todo en la vida, las decisiones que tomamos pueden dar un giro inesperado, y lo que debería haber sido se esfuma con el viento, poniéndonos ante nuevos retos. ¿Será Vicio capaz de afrontar lo que le depara la vida? Lo que está claro es que no será lo que ella imagina.


   Que Alá esté contigo 
 لله يكون معك ، أنت قلبي ، والكلمة والفكر

miércoles, 16 de octubre de 2013

Antología de una prostituta 6



Supo que tenía malas copas en el momento en el que empezó a resultarle interesante la conversación de aquellos terroristas. Adivinó, que estaba contenta, cuando las caricias de su cliente, el Teniente Coronel del Estado, le resultaban placenteras. Aceptó, que los cuatro o cinco Martini que había bebido estaban jugando en su contra cuando todos, incluso aquellos que permanecían estáticos, daban vueltas a su alrededor.
La noche había estado a la altura de sus expectativas, caviar, música en directo, vino, gente de renombre del Gobierno español y secretos de Estado que comenzaban a desvelarse cuando el alcohol, fiel enemigo de los mentirosos, empezaba a hacer efecto. Como ya le había anunciado su dueño, (durante veinticuatro horas) todo aquel hombre que sirviera buen vino y tuviera a su lado a una mujer hermosa, era respetado. Esa noche volvió a cambiar su identidad, no era correcto que la mujer (aunque fugaz) de un alto cargo del país se llamara Vicio, así que por tercera vez a lo largo de su corta vida, fue nuevamente bautizada.
-Esta noche te llamarás Martina-. Le propuso. Vicio aceptó de buena gana, no le suponía precisamente un problema llamarse Lola, Pepa o Martina. –Pero te seguiré susurrando al oído Vicio, porque esta noche saciarás el mío.
Mientras recordaba esa conversación (con dificultad por las copas de más) empezó a sentirse húmeda. Rodrigo no estaba mal para sus cincuenta años, ella estaba caliente, él era un vicioso y de recompensa quinientos euros. ¡Era su día de suerte! ¡Y qué mal le sentaban las copas!
El tintineo de una cuchara chocando contra algo de cristal hizo que todos los presentes se volviesen hacia el que demandaba protagonismo.
-Quiero hacer un brindis por el anfitrión de esta fiesta y por el golpe que está por darse. Porque todos merecemos una España mejor, digna y de la que nos sintamos orgullosos. Una España vegetariana,  sin tanto chorizo.
Todos aplaudieron al joven revolucionario que planeaba algo contra alguien que ella prefirió no saber. Entre menos mierda le salpicara mejor olería, dado que aquellos planes olían muy mal.
La gente empezó a marcharse, ebria, a altas horas de la noche. El presidente del gobierno marroquí, Mohamed IV; Alwaleed Bin Talal, uno de los jeque árabes más ricos del mundo y Leopoldo Cintra Frías, el actual ministro de las FAR subieron a sus respectivas habitaciones borrachos como cubas.
-Mamacita, ¡qué ganas tenía de un poco de intimidad! Debo decirte que esta noche te has portado reina, haciendo gala de los buenos modos, de esa elegancia-. Parecía el perro de Pavlov, salivando al ver su comida, al verla a ella, pensó Vicio (a quien el alcohol la ponía graciosa).
-Y Yo papacito, yo quería que la parranda acabara harto rato para ser tuya.
Entre besos apasionados subieron la elegante escalera. Llegaron al dormitorio, cerraron la puerta y continuaron con su fiesta privada.
La experiencia es un grado, no cabe duda. Rodrigo, con manos expertas, de buen amante la fue desnudando. Primero, con los dedos suaves, fue acariciando la espalda que aquel elegante vestido le dejaba al descubierto. La seda satinada del escote caía sobre su pecho insinuando lo justo para obligarte a perderte en los misterios que se hallarían tras la tela. La parte inferior caía larga y ligera casi hasta el suelo, dejando  las transparencias del vestido adivinar unas torneadas y estilizadas piernas. Poseído por la excitación le arrancó el vestido de un solo tirón. Vicio se lamentó, por los mil quinientos euros que le había costado aquel trozo de tela (a él) aunque era a ella a quien le dolía, cuatro cifras había pagado, ¡cuatro! Impensable para su cartera.
Ven, ponte esto-. Le indicó Rodrigo, enseñándole un conjunto negro de gasa compuesto por una camisilla totalmente transparente pero con bordados alrededor del pezón y un tanga a juego. –Ahora, paséate por la habitación-. Le dijo mientras se sentaba y la observaba complacido. Tras varios paseos, Vicio, advirtió que el Teniente se estaba masturbando y se excitó. Comenzó a bailar al ritmo de la música que sonaba sólo en su cabeza haciendo que los decibelios imaginarios se transformasen en cálidos grados reales. Se acariciaba como deseaba que él lo hiciera y continuaba con su danza, la curva de su cadera al girar, su vientre plano que se alargaba cuando subía los brazos y se revolvía el pelo. Los pechos, tersos, de pezones duros. ¡Paró! Rodrigo, que quería convertir la noche en eterna y no en cinco minutos de placer ocasionados por sí mismo, puso fin al monosexo que estaba manteniendo. Se dirigió hacia ella y bailaron juntos. Sin música supieron acompasar el ritmo de los cuerpos.  Ella iba poco a poco desabrochándole los botones de la camisa y le gustó descubrir lo que ya intuía. Un torso musculoso, con la huella de la edad, pero bien cuidado. Empezaba a sentirse cada vez más atraída por los hombres maduros, por el buen sexo que le proporcionaban, o tal vez, como leyó alguna vez en alguna revista, padecía algo llamado “gerontofilia”.  Le daba igual, ya eran muchos los clientes que habían pasado por su cuerpo; jóvenes, vírgenes, sádicos, parlanchines, precoces, maduros…Ella había ido descubriendo que estos últimos eran sus preferidos, probablemente porque sus expertas manos sabían afinar la guitarra que era su cuerpo y hacer sonar los mejores acordes.
Desnudos, en igualdad de condiciones, recorrían los senderos del placer.
-¿Cuál es tu bebida favorita?
-El tequila, papi.
Rodrigo se levantó y se dirigió al mueble bar del que disponía en su dormitorio. Sacó una botella de tequila, sal y limón.
-Deseo concedido, princesa. Vamos a jugar a un juego. Yo pondré en zonas de tu cuerpo tequila, sal y limón y te lo quitaré con mi boca, luego intercambiamos los papeles. Bebiendo uno del otro.
Vicio se humedeció aún más, se acercó y lo besó. ¡Comenzaba el juego!
Rodrigo la tumbó en la cama, puso sal en ambos pezones, limón en el agujero de su ombligo y tequila entre sus pechos. Bebió y succionó de ambas zonas. Vicio, gimió. Repitió la jugada. Sal en el lóbulo de su oreja, limón en sus labios y…-Abre la boca-. Le ordenó mientras Rodrigo desde la suya le pasaba un trago de tequila. –Ahora me lo tienes que devolver-. Y así lo hizo ella. Bebió de su boca, se aderezó del lóbulo de su oreja y le lamió los labios. Una última vez. Le abrió las piernas, puso limón en el interior de uno de sus muslos y sal en el otro. Se tumbó y dejó caer tequila desde la botella por su clítoris, y como si de una fuente se tratase bebió. Bebió hasta saciar a Vicio que llegó al orgasmo satisfecha por el ardor que le generaba el alcohol y la calidez de su lengua. No se intercambiaron los papeles, porque Rodrigo entró en ella (más embriagado por el deseo que le provocaba aquella  mujer que por el propio tequila). Le agarró las manos con fuerza y se las colocó por encima de su cabeza y siguieron bailando sincronizados por la música que sonaba en sus cabezas, a veces lenta, otras más rápida, que culminó con un Rodrigo satisfecho que se dejó caer sobre ella, saciada también. Aquel hombre, Teniente General del Estado, se había comportado como un eficiente militar en la guerra del sexo. Llegaron las caricias, las prohibidas caricias. Pero aquel cliente no era como los demás, él había pagado un servicio de veinticuatro horas. Dormiría a su lado, le proporcionaría el sexo y las caricias que desease. Al siguiente día continuarían con sus quehaceres, volverían los terroristas y más putas (habría que desvelar si con clase o sin ella) y un acontecimiento que tal vez cambiaría el rumbo de la vida de Vicio, tal vez, porque a veces y sólo a veces el destino es caprichoso. 

lunes, 7 de octubre de 2013

Ciudadanos del mundo


¿En qué se diferencian esos seres de nosotros? Esos que con una mirada triste, tenue, pusilánime, mendigan nuestra voluntad. Esos que extienden la mano a cambio de una monedita para comer. ¿En qué estatus estamos para ignorarlos cuando pasamos a su lado, para hacer oídos sordos cuando  nos ruegan una limosna? ¿En qué nos diferenciamos? ¿En un título universitario? ¿Un trabajo? ¿Un techo bajo el que refugiarnos? Sin techos, indigentes, vagabundos…y otros muchos términos que los diferencian. ¿De quiénes? De nosotros. Los que tenemos que comer cada día, donde dormir e incluso tiempo para quejarnos de lo que no tenemos y deseamos conseguir. Pero luego ya en nuestra cama, dormidos plácidamente, olvidamos eso banales caprichos con los que podemos vivir aunque no queramos.
¿Quiénes mientes y quiénes dicen la verdad? ¿Quién vive de la mendicidad y quién la usa para engañar o estafar a los pobres ciudadanos para que se ablanden y le den una migajita de lo que te sobra? Drogadictos, están en la calle porque se lo han buscado. ¿Y si no lo han buscado sino la vida los buscó a ellos? ¿Y si no saben cómo vivir de otra forma?
Ciudadanos del mundo me gusta llamarlos a mí. Ciudadano de a pie; el que cuida las calles, porque vive en ellas; el que entiende su idioma, porque la escucha. Los de cama de cartón y manta de plástico, los de ningún lugar y de todos a la vez. Los de restaurantes caros y contenedores cercanos. Ciudadanos del mundo que viven a ras de él, pasando su frío y su hambre y recibiendo sus golpes, también. Ciudadanos humillados, ninguneados y maltratados por los de cartera llena pero solidaridad escasa. Los que por fingida moral les da un euro y refunfuña entre dientes. Los que se cambian de acera para no verlos de frente. Unos siete millones de habitantes de los cuales otros tantos millones son ciudadanos del mundo, de la calle, del aquí y ahora. De los que no tienen que comer. Algunos mienten, sí. Otros fingen, también. Pero no por ser ciudadanos del mundo. Lo hacen porque son seres humanos que mienten, ¡qué mentimos! Mienten los ricos y los pobres, los listos y los tontos. Mienten los guapos y los feos, los presidentes, los ministros, los médicos y los enfermos. Mienten porque nos alimentamos de mentiras. Fingimos porque no sabemos quiénes somos y nos asustan unos pobres ciudadanos del mundo que extienden su mano y sonríen sin dientes, males olientes, desnutridos, cabizbajos y aburridos. También cobardes por seguir luchando por el euro diario de algún alma caritativa que se apiade de él o ella. Porque también hay ellas. En lugar de acabar con todo y subir a mendigarle a ese Dios, todo poderoso, que ha decidido en su libro del destino que el suyo sea ser esoeso repudiado por la gente. De los que nos alejamos. A los que les subimos las ventanillas del coche cuando en algún semáforo se nos acercan. De los que nos limpian los cristales del coche, para nuestra facilidad visual, y sólo extienden la mano, esa mano tantas veces alargada y tantas otras rechazada. Porque nosotros, los de cartera, los de vivienda, vehículo, trabajo, ayuda del Estado, los universitarios y empresarios, los artistas y protagonistas, escritores y lectores, somos algo más que ciudadanos del mundo. Somos ciudadanos muertos de miedo, con la soga al cuello, deudas y mentiras de una vida fingida. Pobres infelices aparentando tranquilidad. Pero aterrados por ser uno más de ellos, un ciudadano del mundo que puede acabar abriendo la mano y agachando la mirada esperando que el canto de una moneda la acaricie. Acaso, ¿no es lo que hacemos? ¿No agachamos la cabeza y aguantamos “La que está cayendo”? Me declaro ciudadana del mundo que vino sin nada, a quien no le pertenece nada y quien se marchará igual… ¡Sin nada!


jueves, 26 de septiembre de 2013

Magdalenas amargas



Como cada mañana Valentina abrió las ventanas del salón para que entrara la luz del sol. Al correr las cortinas se sintió estafada por el mes de septiembre y por el meteorólogo del canal veinticinco que vaticinaba cielos despejados. Con sorna, decidió que aquel pequeño contratiempo climático no le estropearía que fuera un buen día. Como cada mañana (Valentina era una mujer de rutinas) bajó los tres pisos que la separaban de tierra firme para ir a la dulcería de la esquina y comprar su rutinario desayuno. Frunció el ceño al ver que aquel meteorologucho no sólo se había equivocado en la cantidad de nubes que se acurrucaban en el cielo, sino que además, lo de que iban a subir las temperaturas era un farol, ya que el aire gélido que le dio los buenos días tiraba más al descenso que al ascenso. Con los músculos faciales tensos por el tiritar de sus mandíbulas, sonrió para sus adentros al saber que al meteorólogo y sus predicciones le quedaban, a lo sumo, dos telediarios. Como cada mañana, entró en la tienda y después de darle los buenos días a María (la anciana y dueña del local, a la que apenas le quedaban dientes en la boca para saborear sus exquisitos dulces), se dirigió al tercer pasillo y en el cuarto estante cogió el paquete de magdalenas mágicas (mágicas porque en su interior traía un mensaje que te predecía el futuro inmediato), y Valentina (mujer de rutinas y supersticiosa) no había dejado de serle fiel a los consejos diarios de aquella bolsa de magdalenas (a pesar de que el tamaño de su culo iba en aumento). Se despidió de la anciana y regresó a su edificio. Decidió subir a pie los tres pisos y contrarrestar, de esta forma, las calorías que estaba a punto de ingerir. Entró, se sirvió una taza de café, se sentó en la terraza bajo un cielo gris, abrió el paquete de magdalenas y leyó el pronóstico de sus próximas veinticuatro horas. “Hoy te romperán el corazón”, decía el trozo de papel amarillento. Valentina volvió a fruncir el ceño y las magdalenas se le antojaron amargas. Un pitido la obligó a levantarse. Había recibido un whatsapp, era de Luis, su novio. “Tenemos que hablar”, le decía. Y el corazón de Valentina se rompió un día gris que debería haber sido azul, tras una amarescente predicción, dentro de un paquete de magdalenas amargas.

   

lunes, 23 de septiembre de 2013

Los seis pasos del desamor

Miedo, a la ausencia de tus caricias, al silencio de tus palabras, al rehuir de tu mirada.
Amargo, el merengue de tu entrepierna que sutil me abandona, tal vez por fresa, nata o chocolate.
Saladas, las lágrimas que empañan mi mirada, que extrañan tu rostro, perfecto ángulo de huesos alineados, que forman el todo que eres tú.
Dulces, los recuerdos tejidos en mi memoria, tatuados, grabados, dibujados con la tinta de tus besos, con el fragor del eco de tu risa ya lejana.
Congoja, del porvenir. ¿Dónde estarás? ¿En qué mástil anidará tu paloma?
Narcosis, para estos puntos que supuran la necesidad de amarte, de recorrer los valles de tu orografía con el soplo de mi viento, que encrespa el vello de tu alféizar que bordea la entrada de un mundo en el que deseo yacer, mecido por el infernal canto de sirena que me conduce a las aguas del averno, para morir ahogado entre las arenas movedizas del desconsuelo.


jueves, 19 de septiembre de 2013

Presentación de : "Sí, los ángeles también lloran".

Ayer tuvo lugar la presentación de mi novela: "Sí, los ángeles también lloran". Fue un momento muy emotivo para mí, estuve rodeada de mucha gente que me quiere y para mi sorpresa de gente que no conocía pero que me seguían a través de este blog o de www.triangulodigital.es. A pesar de los nervios, disfruté mucho del momento. La presentación, llevada a cabo por José Luis Correa, escritor de novela negra en la editorial Alba, y profesor de Didáctica de la Literatura en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, fue muy divertida. Sólo me resta agradecerles a todos que estuvieran compartiendo ese momento conmigo, agradecer también a mi editora Francisca Maximiano y a la Editorial Seleer por confiar en mí.