-¿Qué has averiguado?
-Que
tus putas esconden demasiado, Pepe.
-Eso ya lo sabía. Son
putas, pero no tontas. Lo que las mantiene en silencio es el temor a que las
maten o acabemos con su familia.
-Tranquilo, creen que
estás muerto, y que yo estoy investigando tu asesinato. ¿Has hablado ya con el
chino?
-Sí, ha cantado como un
gallo. Ramón, el novio de Laura, la puta pelirroja, quería matarme para
llevarse el dinero. La muy zorra, con todo lo que tiene que agradecerme,
gracias a mí tenía un trabajo. Cuando Chino se enteró me lo contó todo. Le dijo
a Ramón que él haría el trabajo sucio a cambio de un porcentaje del dinero que
supuestamente tendría que haber en la caja fuerte del local. Y Ramón, que es
una mierda de tío, aceptó, siempre ha querido llevar mi negocio, pero no le
gusta ensuciarse las manos. Y en este mundo hay que ensuciarse las manos.
Mírate a ti, poli corrupto, fingiendo investigar la muerte de un proxeneta.
-Eh, eh, calladito, que yo
tengo mis razones para estar jugándome la placa y la ropa, con toda esta
historia.
-Sí, tienes tus razones,
el dinero, Alejandro, el dinero es lo que da poder y mueve este mundo.
Alejandro guardó silencio.
Sus razones iban mucho más allá de un fajo de billetes de quinientos. Sabía que
no podía mantener mucho tiempo esa historia de jugar al poli bueno y al poli
malo, pero llevaba años esperando su venganza y cada vez estaba más cerca.
-¿Cuánto tiempo piensas
permanecer aquí? Yo no puedo seguir apareciéndome por el bar, podrían empezar a
sospechar y en la comisaria sabes que están deseando echarme el guante.
-Sólo una semana,
Alejandro. ¿Ya tienes el dinero de la Fiscal?
-¿De verdad crees que esa
mujer va a traspapelar todo tu expediente? ¿A jugarse su posición por ti?
-Sí, Alejandro, porque si
yo caigo, caerán muchos policías, como tú, corruptos, y muchos abogados. Gente
de buena posición. ¿Crees de verdad que yo podría haber montado todo este circo
sólo? Ellos eran los que traían a las chicas a España, los que se ponían en
contacto con las mafias checas y polacas. Quienes con sus respetables uniformes
y sus contactos me llenaron el local de putas menores de edad, a las que le
habían prometido un trabajo de camarera y una vivienda digna y se
encontraron con ser plato servido, en vez de camarera que sirve. Ellos,
Alejandro, son los que burlaban a inmigración. Amigo mío, esto funciona así, y
me alegro de que te hayas venido a mi bando. Tengo trece juicios pendientes, me
acusan de trata de blancas, narcotráfico y asesinatos. Pero el dinero, ese fiel
amigo que si está de tu lado te pone el mundo a tus pies, va a comprar mi
libertad. Tú tenlo preparado y espera mi llamada. Cuando todo esto haya pasado
y las aguas vuelvan a fluir cristalinas y silenciosas, me encargaré
personalmente de quitar del medio a Laura, pero cruzará al otro lado con la
lección aprendida; no morderás la mano que te da de comer.
-Perfecto. Estaré unos
días sin pasarme por el local. Tampoco me esperes por aquí…Por cierto, ¿quién
es la chica de pelo negro y ojos azules? la vi anoche en el bar.
-¿Nicol, la ucraniana? ¿Te
ha gustado eh? Pues tranquilo que cuando todo esto acabe será toda tuya.
Considéralo un regalo.
Alejandro salió de la nave
repitiendo el nombre de Nicol. No, no sería un regalo. Ella era un ángel que
había caído en el infierno, y él la rescataría de las calientes manos de Satán.
En el otro extremo de la
ciudad, Laura empezaba a sospechar que las noticias no se hubieran hecho
eco de la muerte de Pepe. Ni periodistas en el bar ni imágenes en la tele y un
solo policía investigando el caso. Algunas piezas de aquel enrevesado puzle
empezaban a no encajar. Decidió llamar a Ramón, le dio igual lo que él le
hubiese dicho. Alguien estaba jugando sucio y no pensaba permitir que le
salpicara el fango.
“El teléfono al que llama
está apagado o fuera de cobertura”. Sólo necesitó escuchar la robótica voz del contestador de Ramón
para saber que la había traicionado. Era su especialidad, cuando las cosas se
ponían feas, huía, capaz de traicionar a su propia alma, que iba siempre con
él, con tal de salvarse el culo. Estaba sola, y no sabía realmente ante qué.
¿Con qué clase de mafia estaba dando? ¿Estaría realmente muerto Pepe?
¿Terminaría muerta ella? Acababa de explotarle en la cara el saco de la
avaricia, despertando su instinto más salvaje, la supervivencia.