Vicio
entró al tanatorio y le robó protagonismo al muerto. Como solía sucederle, las
miradas murieron en ella. Despertando el deseo de los hombres y la envidia de
las mujeres. Con paso lento pero no vacilante, se acercó a los familiares y les
mostró sus condolencias. Había muerto Pepito, el dueño del hostal, con quien
tenía un pequeño trato. Ella le alegraba los días (a veces era suficiente un
contoneo o algún beso), y él no le cobraba por el cuarto sesenta y nueve. ¿Qué
sería ahora de ella? Pensó al verlo allí. Tieso. Amarillento. Muerto.
La
viuda la miró con cara de pocos amigos. No la conocía, y no entendía qué hacía
allí aquella mujer tan llamativa, tan perfecta. ¿De qué conocía a su marido?
Vicio la compadeció. Por su pérdida y por lo perdida que estaba en cuanto a los
gustos de su ya difunto marido.
-¡Vicio!-.
Se volvió al escuchar su nombre.
-Hola,
Guillermo. ¿Qué tal estás?
-Bueno,
llevándolo. Quería comentarte algo. Como sabrás, mi tío te tenía cariño. Así que
el viejo me pidió antes de morir que te regalase la habitación. Es tuya. Una herencia. Debes ser muy buena en eso que haces de…
-¡Puta!
Guillermo. Puedes decirlo, no me vas a ofender. ¿Hay papeles? ¿Lo dejó por
escrito?
-No,
Vicio. ¿Cómo iba a dejar por escrito en su testamento que le dejaba una
habitación a una puta?
-Bueno,
entonces no es mía. Pero seguiré usándola, si es la voluntad de tu tío. Estaré
algún tiempo sin pasar por allí. Cuídame mi pequeña propiedad.
-Oh,
¡qué lástima! Te echaré de menos. Pensé que tal vez me harías feliz, como a mi
tío.
-Guillermo,
por favor, no le restes protagonismo al muerto. Ya heredaste el hostal. No pretendas
tenerlo todo.
Y
con su particular soberbia de gran dama de la calle, se alejó taconeando.
Rodrigo paseaba nervioso por el salón mirando
una y otra vez la hora.
-Jefe,
si sigue mirando el reloj, el tiempo se declarará en huelga.
-Ya
debería estar aquí. Tendría que haber ido a buscarla. Pero se empeñó en venir
sola. Es una mujer muy independiente. Es fantástica.
-Tendrá
que serlo, jefe, para que usted haya decidido que sea su mujer. La mujer del
Teniente General del Estado.
-Lo
es.
La
pita de un coche le indicó que por fin había llegado. Rodrigo salió, le pagó al
taxista y abrió la puerta de su amada.
-Hola,
querida. Estaba ansioso por tu llegada.
-Hola,
Rodrigo. Me alegro de volver a verte. Al fin estoy aquí.
-Vayamos
dentro. Le diré a tu guardaespaldas que se encargue de tu equipaje.
-¿Tengo
una niñera?-. A Vicio no le gustó la idea de estar vigilada constantemente. Tendría
que renegociar ese aspecto con su amante.
-¿No
querrás andar por ahí sola? Ahora eres la mujer del Teniente General del
Estado. Debes estar protegida.
Entraron
al gran salón, en el que ya había estado, y lo vio. Vio a su última presa. Aquel
hombre que conoció en la calle Molino de Viento. El mismo hombre que fue mal
atendido por una vulgar mujercilla aspirante a puta. El mismo a quien ella le
quitó el mal sabor de boca, demostrándole que aún hay mujeres expertas en
proporcionar placer. ¿Sabría Rodrigo algo de lo ocurrido?
-Martina,
él es Cuco. Tu guardaespaldas. Cuco, ella es Martina, mi mujer-. Dijo con
orgullo.
-Encantado,
señorita.
¿Señorita?
¿Se hacía el sueco? Entonces Rodrigo no sabía nada.
-Hola,
mucho gusto.
-Espero
que hagan buenas migas. Cuco, tienes que proteger a esta mujer. No sé qué haría
sin ella.
-Por
supuesto, jefe. No lo dude.
-Rodrigo,
cariño, me gustaría darme un baño.
-Claro,
querida. Le diré a Margarita que te lo prepare.
Sola, dándose un baño de espuma. Con música
relajante y vino, se preguntaba ¿qué broma le estaba gastando el destino? ¡Cuco
su guardaespaldas! ¿Hacer buenas migas? Demasiado tarde. Habían hecho mucho más
que eso. Le hizo una mamada mientras conducía y luego tuvieron sexo en un descampado.
¿Se podía considerar buenas migas? Intuía que lo sucedido y tenerlo tan cerca
no traería nada bueno.
-¿Has
terminado, querida?
-Sí,
enseguida estoy.
Vicio
salió de la bañera. Se secó y sin vestirse fue hasta su dormitorio, comunicado
directamente con el baño. Sabía que debía complacer a su nuevo y permanente
hombre.
-Mira,
he traído unas cositas-. Vicio sacó del bolso un tubo de chocolate con
avellanas y dos dados. En un dado estaban las partes del cuerpo: orejas,
labios, cuello, pezón, clítoris y pene. Y en el otro las acciones que debías realizar:
lamer, chupar, mordisquear, acariciar, masajear y soplar.
-El
juego consiste en lanzar los dados y ver qué debes hacer y en qué zona del
cuerpo. Por ejemplo-. Vicio tiró los dados. – Debes lamerme el pezón. Pero antes
tienes que untarme chocolate con este pincel.
-¡Joder,
querida! Me has puesto a tono. Y esto otro, ¿para qué es?
-Esto
son vales sexuales. Mira, este pone: Vale
canjeable por una mamada en un lugar público. Si tú lo firmas y me lo das,
yo deberé complacerte. Tengo tres meses para hacerlo. Lee aquí: Caduca a los tres meses.
-Querida,
supe desde el primer momento que serías la mujer de mi vida.
-Entonces,
¿jugamos?
-Lanza
esos dados, nena.
Cuco fumaba en el jardín. Estaba molesto.
Sabía que su jefe se la estaría tirando. A ella, a su Vicio. A la puta que lo
volvió adicto aquella noche…se estremeció al recordarlo. Y ahora debía
protegerla y ser leal a su jefe. ¿Podría mantener esa fidelidad? ¿Querría ella
que se repitiese lo de aquella noche? Descartó la idea. Era la mujer de su
jefe, ¡y puta! ¿Lo sabría Rodrigo? Tal vez la conoció así y se enamoró de ella.
Eso no era tan difícil. ¿Se había enamorado también él? Iba a ser complicado
tenerla tan cerca sin arrancarle la ropa.
(Calle La Naval)
Felipe llegó al hostal. –Cerrado por duelo-. Leyó. Seguro que se
murió el viejo. Chasqueó la lengua. Quería verla. ¿Dónde demonios estaría? No
tardaría en descubrirlo, y de una forma un tanto peculiar.
Gracias gracias y gracias. Una entrada espectacular mereció la pena la ausencia. Gracias de verdad son estos momentos de leer algo que realmente te guste o oir una buena canció o ver una buena peli lo que te recuerda que las pequeñas cosas te hacen sentir viva. Estoy a la espera del siguiente. Besos
ResponderEliminarGracias a ti, Julia. Tus palabras me han conmovido mucho. Me alegra saber que a través de mis palabras consigo que alguien disfrute o se sienta bien. Muchas gracias a ti por leerme. Buena semana, muakis.
ResponderEliminarQuerida Elizabeth, debo decirte que estoy enganchado a la historia de esta prostituta, que más que una prostituta es un torbellino. Allí por donde pasa la lía. Soy un gran lector de la novela erótica, pero casi todas terminan siendo aburridas y repetitivas. En tu caso eso no ocurre. Siempre inventas algo con lo que despertar mi curiosidad y la combinación de anécdotas de su vida diaria con las secuencias sexuales juega con el lector. Por lo tanto tienes mis felicitaciones y solo me queda pedirte que no te demores tanto en las publicaciones. Un saludo.
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