Alejandro
salió de su escondite. No le resultó difícil pasar desapercibido en un lugar en
el que las mujeres iban desnudas, contoneando sus curvas y mostrando su carne
fresca a los depredadores, quienes animales hambrientos, jugaban a cazar y ser
cazados. La sala estaba llena, pensó en la crisis. Cómo era posible que él
trabajase día y noche por un miserable sueldo que había aprendido a estirar
para poder llegar a fin de mes y que el resto de la sociedad tuviera dinero
para putas. Como decía su padre, -hijo mío en esta vida sólo da dinero dos
cosas, la funeraria y las putas. La gente seguirá muriéndose y seguirá
follando-. Miró a su alrededor, una luz muy tenue iluminaba la estancia en su
justa medida, para poder ver pero no observar, que resaltaba las virtudes y
escondía los defectos. A su derecha había una barra, alta, de ladrillos rojos,
sobre la que descansaba una tabla alargada de madera donde reposaban las
bebidas de los clientes. Alrededor los taburetes de cuero rojos en los que permanecían
sentados algunos bebedores solitarios. Detrás de la barra, las camareras
servían copas ataviadas con corpiños negros, tangas y ligueros. Sabiendo que
ante semejantes vistas, hasta el más abstemio de los hombres terminaría
pidiendo una copa. En el centro del local, de paredes moradas decoradas con
látigos, fustas, máscaras y otros elementos macabros, había tarimas en las que
las jóvenes deleitaban a los asistentes con las contorciones que eran capaces
de hacer con su cuerpo. A su izquierda se encontraban los reservados, grandes y
cómodos sillones de cuero rojo, a juego con las butacas y de curiosas formas;
dos piernas abiertas, un pene, dos pechos, acompañados de una mesa y separados
por cortinas negras de gasa. En ellos podías ver como las experimentadas concubinas
calentaban los motores de sus acompañantes. Detrás de él había un pasillo que
conducía a las guaridas del vicio, del pecado y del placer. A las habitaciones
de la mentira, de los sentimientos comprados y las almas vendidas, y a una sala
de juegos.
Perdido
en aquel mundo saturnal que se presentaba ante sus ojos reparó en una muchacha que
llamó su atención. Era hermosa y muy joven. Tenía una larga melena negra que le
caía desordenada sobre su espalda. La piel morena y unos enormes ojos azules.
Sus labios de terciopelo invitaban al deseo y a dormirse acunados por ellos.
Vestía igual que sus compañeras, con lencería negra, que parecía hecha a medida
para su esbelto cuerpo. Miraba a la nada y aparentaba querer huir de todas las
bocas que intentaban saciar su apetito mordiendo su cuerpo, mientras ella
fingía sensualidad. No era una puta como las otras, no le gustaba estar allí.
Subió la escalera que conducía a la salida y decidió esperar en el coche hasta
que cerrara el Punto Rojo. Luego seguiría a Laura, quien probablemente lo
guiaría hasta su compinche y cerraría el caso con un galón en su camisa.
-Laura
cariño, qué quería de ti ese hombre.
-Nada
Mona, lo mismo que quiso saber de ti, nuestra relación con Pepe y poco más.
-Me
alegro de que ese malnacido esté muerto, pero qué va a ser ahora de nosotras,
si cierran el local a dónde voy a ir a trabajar.
-¡Mona
por favor cállate! De puta no te va a faltar trabajo, además pronto vendrá
alguno de sus socios y se encargará del local. Me voy a mi habitación, necesito
descansar.
-¿Pero
no vas a hacer ningún servicio?
Laura
la dejó hablando sola, se dirigió a su cuarto. Andaba nerviosa de un lado a
otro. Eran las tres de la madrugada, en dos horas cerrarían el local. Tenía que
coger el dinero e irse. Abrió la puerta y miró a ambos lados. La noche estaba
ambientada, todos andaban demasiado ocupados en complacer y ser complacidos.
Caminó hasta el despacho de Pepe, sintió arcadas, aun olía a él, a puro y
colonia barata. Encendió un mechero y caminó a tientas golpeándose con las
sillas. Encontró la caja fuerte. Dos, cuatro, dos, hache, dos y listo, la
puerta se abrió. –Joder-. Rebuscó entre todos los papeles que había dentro pero
no encontró ningún billete, no había ningún vestigio de que allí pudiese haber
dinero. –Joder, joder, mierda-. Se repetía. Miró a su alrededor, no había luz y
lo poco que alumbraba su mechero no era suficiente para despertar en ella
alguna sospecha de dónde podría estar escondido el dinero. Cogió su teléfono
marcó con rapidez esperando recibir alguna respuesta.
-Hola,
nena, ¿ya tienes resuelto nuestro futuro?
-Aquí
no hay nada. Joder, no hay un puto céntimo. ¿Quién coño te dijo que escondía el
dinero aquí? Sólo hay papeles y más papeles.
-Laura,
estás segura de eso, has mirado bien.
-Sí
he mirado bien, sé lo que es un billete y aquí no hay nada.
-Puto
chino me la ha jugado. Nena, vete directa a tu casa. No vengas a la mía. Tengo
que encontrar a ese cabrón, esto no puede quedar así. Te llamo desde que sepa
algo, no me llames tú.
Colgó
el teléfono dejando a Laura sin respiración y muerta de miedo. Salió del
despacho, cogió sus cosas y se fue.
-Mona,
no me encuentro bien, toda esta historia me ha dejado mal cuerpo, nos vemos
mañana.
Y
sin esperar a que pudiera contestar, se marchó.
Alejandro
se incorporó en el asiento de su coche dispuesto a seguir a Laura. Caminaba
nerviosa hacía la parada de taxi.
-¿La
llevo a algún lugar?- Le preguntó disminuyendo la marcha a su altura.
-¿No
teme perder su buena reputación de niño pijo y gran policía viéndolo con una
puta en su lujoso coche?
-Me
gusta correr riesgos. Suba, no es bueno que una mujer ande sola por la calle a
estas horas.
Laura
soltó un bufido.
-Conozco
estas calles mejor que usted señor agente. Se lo agradezco, pero me gusta
dormir con hombres y soñar sola, y ahora me voy a soñar.
Paró
a un taxi y se subió en él. Sabía que la seguiría, las cosas no estaban
saliendo bien. Sin el dinero no podrían marcharse de la isla y ese pretencioso
policía estaría pisándole los talones hasta que descubriera la verdad. Sacó del
bolso la cadena con la virgencita del Pino que le había regalado su madre,
antes de convertirse en lo que era ahora, y la besó. A partir de esa noche la
arroparía el remordimiento, la abrazaría el miedo y despertaría con la incertidumbre.
La única certeza que tenía es que su tragedia empezó con la muerte de Pepe.
La intriga sube, quién será el asesino??? Estoy a la espera
ResponderEliminarUy pobre pepe, sigue que esta muy interesante, tu historia.
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