¿En qué se diferencian esos seres de
nosotros? Esos que con una mirada triste, tenue, pusilánime, mendigan nuestra
voluntad. Esos que extienden la mano a cambio de una monedita para
comer. ¿En qué estatus estamos para ignorarlos cuando pasamos a su lado, para
hacer oídos sordos cuando nos ruegan una limosna? ¿En qué nos
diferenciamos? ¿En un título universitario? ¿Un trabajo? ¿Un techo bajo el que
refugiarnos? Sin techos, indigentes, vagabundos…y otros muchos
términos que los diferencian. ¿De quiénes? De nosotros. Los que tenemos que
comer cada día, donde dormir e incluso tiempo para quejarnos de lo que no
tenemos y deseamos conseguir. Pero luego ya en nuestra cama, dormidos
plácidamente, olvidamos eso banales caprichos con los que podemos vivir aunque
no queramos.
¿Quiénes mientes y quiénes dicen la
verdad? ¿Quién vive de la mendicidad y quién la usa para engañar o estafar a
los pobres ciudadanos para que se ablanden y le den una migajita de
lo que te sobra? Drogadictos, están en la calle porque se lo han
buscado. ¿Y si no lo han buscado sino la vida los buscó a ellos? ¿Y si no
saben cómo vivir de otra forma?
Ciudadanos del mundo me gusta llamarlos a mí. Ciudadano de a pie; el que cuida las calles,
porque vive en ellas; el que entiende su idioma, porque la escucha. Los de cama
de cartón y manta de plástico, los de ningún lugar y de todos a la vez. Los de
restaurantes caros y contenedores cercanos. Ciudadanos del mundo que
viven a ras de él, pasando su frío y su hambre y recibiendo sus golpes,
también. Ciudadanos humillados, ninguneados y maltratados por los de cartera
llena pero solidaridad escasa. Los que por fingida moral les da un euro y
refunfuña entre dientes. Los que se cambian de acera para no verlos de frente.
Unos siete millones de habitantes de los cuales otros tantos millones son ciudadanos
del mundo, de la calle, del aquí y ahora. De los que no tienen que comer.
Algunos mienten, sí. Otros fingen, también. Pero no por ser ciudadanos
del mundo. Lo hacen porque son seres humanos que mienten, ¡qué mentimos!
Mienten los ricos y los pobres, los listos y los tontos. Mienten los guapos y
los feos, los presidentes, los ministros, los médicos y los enfermos. Mienten
porque nos alimentamos de mentiras. Fingimos porque no sabemos quiénes somos y
nos asustan unos pobres ciudadanos del mundo que extienden su
mano y sonríen sin dientes, males olientes, desnutridos, cabizbajos y aburridos.
También cobardes por seguir luchando por el euro diario de algún alma caritativa
que se apiade de él o ella. Porque también hay ellas. En lugar de acabar con
todo y subir a mendigarle a ese Dios, todo poderoso, que ha
decidido en su libro del destino que el suyo sea ser eso, eso repudiado
por la gente. De los que nos alejamos. A los que les subimos las ventanillas
del coche cuando en algún semáforo se nos acercan. De los que nos limpian los
cristales del coche, para nuestra facilidad visual, y sólo extienden la mano,
esa mano tantas veces alargada y tantas otras rechazada. Porque nosotros, los
de cartera, los de vivienda, vehículo, trabajo, ayuda del Estado, los
universitarios y empresarios, los artistas y protagonistas, escritores y
lectores, somos algo más que ciudadanos del mundo. Somos ciudadanos
muertos de miedo, con la soga al cuello, deudas y mentiras de una vida fingida.
Pobres infelices aparentando tranquilidad. Pero aterrados por ser uno más de
ellos, un ciudadano del mundo que puede acabar abriendo la
mano y agachando la mirada esperando que el canto de una moneda la acaricie.
Acaso, ¿no es lo que hacemos? ¿No agachamos la cabeza y aguantamos “La que
está cayendo”? Me declaro ciudadana del mundo que vino sin nada, a
quien no le pertenece nada y quien se marchará igual… ¡Sin nada!
Tú siempre dando cachetadas sin manos, que culpable me he sentido porque soy de los que esquiva la mirada para no verlos. Una vez más enhorabuena.
ResponderEliminarMuchas gracias, tranquilo todos lo hemos hecho alguna vez...muakis
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