Con treinta
euros el mundo se ve de otro color. Aunque sigues formando parte de los pobres
de esta sociedad, el tintineo de las monedas en el bolsillo apacigua la
necesidad.
Paseaba
con paso firme (a pesar de la altura de los tacones) por la ciudad, y se volvía
y sonreía cuando alguien le decía un piropo. Puso en práctica la famosa
postura, pecho hacia delante culo hacia atrás. Aun era un poco torpe en su
quehacer, y es que convertirte en prostituta, actuar como una prostituta y
llevar el vicio en la sangre (aunque ella lo llevaba como nombre), no es tarea
fácil. Como cualquier ciudadano (hasta antes del camionero no se lo había
podido permitir), se sentó en una cafetería y con ensayada elegancia cruzó las
piernas. Levantó la mano y con un delicado movimiento le indicó al camarero que
podía tomarle nota de su pedido.
-Una
manzanilla, por favor.
Mientras
esperaba, fingió leer el periódico. Con sumo cuidado (para que nadie se diera
cuenta) fue a la página de contactos y leyó su anuncio, que iba acompañado de dos
buenas razones a las que llamar tetas, como imagen:
“Joven diosa del placer lo tiene rico,
calentito y preparadito para ti. Llámame, saciaré todos tus deseos. Vicio. Disponibilidad
24h”.
Cerró
el periódico y le dio las gracias al camarero que le trajo la infusión y con
fingido disimulo le miró el escote. Justo cuando se acercó la taza a los labios
la sobresaltó el estridente sonido de su teléfono, provocando que se echase por
encima la manzanilla. Con movimientos espasmódicos cogió servilleta para
secarse el agua hirviendo que le cayó en los muslos. –Ahora sí puedo decir que lo
tengo calentito-. Se burló.
El camarero,
con desmesurada eficiencia, la ayudó a secarse. El teléfono continuaba sonando
y pensó que había alguien mucho más caliente que ella (y no por derramarse el
agua guisada encima).
Descolgó
y se alejó de aquel mozo de manos inquietas (y no precisamente para servir
café).
-Alo.
-¿Vicio?
-Sí,
papacito, ¿con quién hablo?
Aquel
forzado acento sudamericano no le quedaba bien, pero ella tenía la estúpida
creencia de que a los hombres les gustaban las mujeres que hablaban como gatas
desmayadas.
-Con
el papacito que te va a castigar por ser mala.
(Al
parecer no era tan estúpida su creencia).
-¿Y
qué piensas hacerme? He sido muy desobediente.
-Tú
dime hora y lugar, que yo llevaré el cinto para azotarte.
Se
mordió el labio inferior, no estaba segura de querer que le dejaran morado el
culo, pero en sus circunstancias treinta euros, eran treinta euros.
-A
las doce en la calle La Naval, habitación sesenta y nueve.
-Allí
estaré, mamacita rica.
Entró
en la cafetería y pagó su infusión, ahorrándose la propina, ya que aquel
empleado se había puesto las botas gratis (y no referente al calzado).
Llegó
al hostal y cogió la llave de su habitación, de la que disfrutaba siempre que quería a cambio de hacer feliz al
dueño de las instalaciones, un viejo verde de avanzada edad. A sus setenta años
no era muy difícil de complacer y en ocasiones no era necesario llegar al
final, ya que el anciano se encendía con la misma velocidad que se apagaba (por
suerte para ella).
A las
doce en punto golpearon la puerta y su subconsciente la traicionó porque empezó
a quemarle el culo.
Cuando
abrió (nunca sabía qué se iba a encontrar), vio a un hombre espectacular. Era alto,
de complexión fuerte, pero no musculoso. Con el pelo rubio y liso. Los ojos
verdes y la piel curtida por el sol. Al sonreír dejaba al descubierto una
hilera de perlas brillantes. Una bocanada de aire le trajo su olor, una mezcla
entre jabón y aftershave. Su mirada era turbia, a pesar de la belleza del color
de sus ojos. En la mano derecha llevaba un cinto con el que se golpeaba,
suavemente, la palma de la otra mano.
-Has
sido muy mala, nena, y me has obligado a venir hasta aquí para castigarte.
Lo dejó
pasar y se saltó el protocolo de la ducha. Aquel hombre podía ser un depravado,
pero no era sucio. La puerta se cerró y Vicio quedó contra la pared.
-Agáchate-.
Le ordenó.
Ella,
echando el culo hacia atrás, bajó el tronco y dejó las piernas totalmente
estiradas. El castigo iba a comenzar…
CONTINUARÁ…
Querida, me dejaste de nuevo con ganas de más... K le hará este nuevo cliente?, le dará duro?
ResponderEliminarAnsiosa de más!
Esta Vicio nos va a dar mucho de qué hablar, ninguno de sus clientes pasarán desapercibidos. A ver cómo termina...mil besos guapa.
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