Tengo veinticuatro horas, ¿para qué usarlas? Ayúdame a encontrar los secretos que en penumbra nos dijimos, aquellos que escaparon de tu boca y sellaron con mis labios un tratado de lealtad.
Tengo mil cuatrocientos minutos, convertidos en el deseo de vivir contando los lunares de tu cuerpo, marcas del pecado, fuente de inagotable placer.
Tengo ochenta y seis mil cuatrocientos segundos, un pacto con el diablo, la eterna juventud, el elixir de los viciosos y un enigma por descubrir.
Tengo todo el tiempo del mundo, que se escurre en las horas, minutos y segundos de una era que se prolonga por la agonía de no encontrarte.
Abatido, extenuado y desfallecido, anhelo ver el oasis de tu cuerpo, del que beber a través de tus fuentes de adictas pócimas que me embelesan la razón y me embriagan las ganas, para así achisparme los sueños, que se convierten en zozobra, de este mundo onírico donde el tiempo descansa, las agujas del reloj se columpian retozonas y yo, perdido en un mar de nostalgia, navego a la deriva afanoso por hallarte.
Eres una gran artista, un diamante en bruto, me encanta como escribes. Soy fan tuya. besos.
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