Esperaba
nervioso en la sala que le había indicado la eficiente secretaria de la
editora. Era un lugar acogedor, una pequeña editorial que se había hecho famosa
por descubrir a jóvenes y nóveles escritores que intentaban hacerse un hueco en
la literatura. Pensó en Lucia, ella también estuvo sentada en aquella familiar
sala, ansiosa, tal vez con su primera novela impresa dentro del bolso, con
mariposas revoloteando en su estómago y un sueño por cumplir. Se la imaginó
allí, sentada en aquel sillón de mimbre, con el balcón a su derecha desde el
que podía ver la Avenida Marítima y el extenso mar. Le gustaba el mar y la
luna, siempre los nombraba en sus novelas. Había pasado noches en vela leyendo
sus obras y acrecentando con ello el deseo de encontrarla. Habían muchas flores
en la estancia, geranios, jazmines y una orquídea, la orquídea era la flor
preferida de Lucia, o eso intuyó en su novela, “Lazos de amor”, donde la
protagonista era una joven musulmana que había huido de su país y de las
rigurosas doctrinas religiosas que obligaban a las mujeres a doblegarse ante
los hombres. La joven llegó a España y se cambió la identidad, abrió una
floristería en la que solo vendía orquídeas, las más hermosas jamás vistas y
que escondían el secreto del amor eterno.
-Señor,
señor, ¿me escucha?
La
voz de la secretaria lo trajo de vuelta al presente.
-La
señora Margarita lo espera, ya puede pasar.
Avanzó
por un pasillo y llegó al pequeño despacho. De pie, detrás del escritorio
encontró a una mujer de unos cincuenta y siente años, con el pelo rubio
cardado, gafas de pasta y un impoluto vestido rosa. Le tendió la mano y con un
gesto le indicó que podía sentarse.
-Bueno,
Jaime, cuénteme qué le trae por aquí y en qué puedo ayudarle. Mi nombre es
Margarita.
-Encantado.
Como ya le comenté en nuestra conversación telefónica, trabajo para el
periódico “Al día”, sé que el catorce de febrero se cumplieron veinticinco años
de la desaparición de la escritora peruana Lucia León. He leído sus obras y me
gustaría hacer un reportaje acerca de ella y de su literatura. Tal vez usted
pueda hablarme un poco de lo sucedido, de cómo la conoció y qué relación tenía con
la escritora.
-¡Ay!
Aquello me supuso una tragedia, querido, ya no solo económicamente porque a
pesar de que no era una escritora conocida a nivel internacional, que lo
hubiese llegado a ser, pero a nivel nacional tenía bastante éxito y nos hacía
ganar una modesta suma de dinero con cada una de sus obras. Pero el dolor fue
personal. Recuerdo que llegó aquí un tres de abril de mil novecientos ochenta y
cinco, tendría unos veintiséis años. Entró en el edificio empapada, ya sabes
que en abril aguas mil, y a todos nos sorprendió aquella mañana un torrente de
agua que nos cogió desprevenidos y con el paraguas guardado en casa. Le di una
toalla para que se secase. Era muy hermosa, tenía una larga melena negra y unos
ojos brillantes cargados de sueños. Su manuscrito estaba mojado, lo traía
dentro del bolso, pero aun así no quedó protegido de la lluvia. Lo pusimos a
secar frente al ventilador mientras nos tomábamos una taza de té para entrar en
calor. Charlamos durante más de una hora acerca de su libro y no tuve que
leérmelo para saber que quería apostar por él, nació ahí una gran amistad, no
solo profesional sino también personal. Las cosas le iban muy bien, tenía éxito
en su trabajo y todo el mundo la quería, hasta que apareció él.
-¿Quién
es él?
-Jaime,
casualmente te llamas igual que él. Ese hombre fue su perdición. Se enamoró
perdidamente. Pasaba noches en vela llorando por su ausencia. Un mal amor, él
nunca la quiso, venía de vez en cuando a regalarle migajas que ella se comía
con ansias. Luego volvía a desaparecer largas temporadas, pero regresaba con
una orquídea y un lo siento, haciendo que ella cayera rendida ante su hechizo,
hasta que desapareció y nunca volvió. Lucia dejó de escribir y se exilió en su
casa y un día… ¡Ay! nunca podré perdonármelo.
-¿Qué
ocurrió? Jaime estaba perdido en la historia de aquella señora.
-La
noche del catorce de febrero de mil novecientos noventa trabajé hasta muy
tarde, tenía la presentación del libro de Luis LLoret, una joven promesa por la
que decidí apostar y aun sigo obteniendo beneficios. Cuando llegué a casa tenía
varias llamadas de Lucia y un mensaje en el contestador: “solo quería darte las
gracias y decirte adiós”. Le devolví la llamada al instante, insistí e insistí,
pero ya no estaba, desapareció. Al cabo de unos años recibí esta carta-.
Margarita
sacó del cajón un sobre amarillento por el paso del tiempo con olor a humedad.
Se la dio y comenzó a leer.
“Hola Margarita, querida amiga, siento
mucho haberme ido así. Quise despedirme de ti pero no conseguí localizarte y no
podía esperar más para huir del dolor en el que estaba atrapada y que
tristemente me ha acompañado a todos los lugares a los que he huido. Cuando me
marché estaba embarazada, no sabía qué hacer, Jaime me había abandonado para
siempre y no podía soportarlo, di a luz sola una noche de invierno y entregué
el bebé en un convento de monjas. Ellas me exigieron no volver a reclamarlo y
yo a cambio les pedí que llamaran al niño igual que su padre. He cargado con
ese peso todo este tiempo, ahora mi hijo tendrá seis años y nunca podré
conocerlo. No volveré a escribir, ni a vivir, moriré en vida y pagaré por ese
horrible pecado de abandonar a mi hijo y no luchar por él. Solo espero que haya
sido feliz, aunque un hijo que se cría sin su madre jamás podrá ser feliz. Mis
mejores deseos para ti y los tuyos, querida amiga”.
-Lo
más que me impactó, es el lugar desde donde me envió la carta. Busqué esa dirección
en internet y es un centro psiquiátrico que hay en el norte de la isla. Fui
hasta allí pero no me dieron ningún tipo de información, al no ser familiar no
me facilitaron ningún dato. Les enseñé la carta, la dirección del remitente y
no sirvió de nada. Lucia gozaba de muy buena salud mental, ¿por qué iba a
encerrarse en un manicomio?
-Por
sentimiento de culpa, consiguió decir Jaime con la voz rota. Yo me crié en un
convento de monjas, me adoptaron tres familias diferentes y todas acababan
llevándome nuevamente con ellas porque no soportaban a un niño insensible que
solo quería estar con su verdadera madre que lo abandonó una fría noche de
invierno. Me llamo Jaime, ¿quiere más casualidades?
Ambos
guardaron silencio.
-No
puede ser cierto, eres el hijo de Lucia, cómo es posible que justo tú hayas
decidido hacer un artículo de ella, ahora, cómo…
Jaime
le enseñó el mensaje que encontró dentro de la botella una tarde en la playa.
Las cosas no sucedían porque sí. El destino lo estaba empujando a encontrar a
su madre. Pero, ¿para qué? Ella lo había abandonado, lo condenó al vacío
existencial, a no sentirse querido. Tal vez por eso sus relaciones no
funcionaban, nunca estaba presente, sino divagando por un mundo de fantasías,
por su mundo de fantasías. No quería encontrarla, quiso odiarla, pero una
fuerza imposible de controlar lo empujaba hacia ella, la misma fuerza que lo
obsesionó desde que Conde, su perro, puso en su mano aquella botella con un
mensaje del destino para él. Debía encontrarla.
Le
dio las gracias a Margarita y se marchó. Antes de que saliera del edificio ella
apreció tras él.
-Si
necesita ayuda cuenta conmigo, querido, y no la juzgues, lo pasó muy mal.
Jaime
la miró, guardó silencio y bajó la escalera dispuesto a escribir el final de la
historia.
Que ganas tenía de que volvieras a retomar esta historia. Le has dado un giro inesperado, no pensé nunca que pudiera ser su madre, Creí que sería una mujer mayor de la que Jaime se enamoraría. Gracias por sorprenderme. Por favor, no dejes de escribir. Besos.
ResponderEliminarQue bien escribes, chiquilla, con lo joven que eres y tanta materia prima, que historia tan bonita y tierna. Tan cierta como la vida misma todo sucede por algo. Cálidos abrazos.
ResponderEliminarBuenos días, muchisimas gracias por los comentarios. Jo, me alegra que les esté gustando la historia. Muuuaaakis.
ResponderEliminarInteresante; sorprendente y gratamente interesante.
ResponderEliminarTe seguiré de cerca para ver como continua esta historia.
Enhorabuena.
Un abrazo
Muchas gracias, Miguel, y bienvenido a mi blog. Muakis
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