La desolación la visitó cuando se instaló en su cama la pena. Llegó lenta y silenciosa, ataviada con un viejo vestido gris. Su cabello blanco y desaliñado hacía juego con su vestido. En su rostro pálido resaltaban dos medias lunas oscuras que le daban profundidad a sus ojos. Su mirada perdida te invitaba a perderte con ella en el abismo de la soledad y el vacío.
Ella dormía, o fingía hacerlo cuando sintió como la esperanza se disipaba, la abandonaba. La vio levantarse con cuidado de la cama, la esperanza la miró una vez más y de puntillas se alejó sin hacer ruido. Su larga melena castaña adornada con bucle y su hermoso vestido verde se mecían con el viento que entraba por la ventana. Su luz se difuminaba a medida que se alejaba y con ella se llevó todos sus sueños, ilusiones y esperanzas de tener una segunda oportunidad para ser feliz.
La esperanza y la pena se encontraron en el camino. Una se iba, tal vez para no volver jamás; la otra llegaba, tal vez para quedarse para siempre.
Tuvieron una pequeña conversación:
-Bienvenida. Le dijo la esperanza a la pena.
-¿Se ha dado por vencida? Preguntó apenada la pena.
-Sí. Cree que yo la he abandonado. Pero no es así. Simplemente no puedo estar donde no me quieren. Ha dejado morir su alma, y con ella sus sueños, ilusiones y esperanzas.
La pena y la esperanza intercambiaron una última mirada y se encaminaros a su nuevo destino.
La pena se instaló en su cama, se hizo un hueco en su vida, se acomodó en su mirada, borró su sonrisa y fue amueblando poco a poco su nuevo hogar, el corazón de aquella joven.
Amaneció y sus verdes ojos despertaron con los primeros rayos del sol despuntando en el alto cielo. Se sintió algo extraña. Recordó el sueño que había tenido durante la noche; dos mujeres, una de gris, otra de verde; una se iba, otra venía…pero las imágenes estaban borrosas. Se miró al espejo y observó cómo su verde mirada había perdido brillo, sintió una punzada en el corazón y el abatimiento la golpeó de lleno en el alma. Descubrió lo que le ocurría, y también descubrió que no había sido un sueño. Desde ese día arrastra tras de sí una sombra gris, con dos lunas dibujadas bajo los ojos…
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