Llevaba
toda la noche memorizando las grietas del techo. El reloj que reposaba en la
mesa de noche marcaba las tres de la madrugada. Su mujer descansaba a su lado
ajena a su insomnio, a sus preocupaciones, a su ansiedad y a sus deseos
pecaminosos. Hacía tres días que había recibido aquel mensaje, aquella frescura
de Laura al escribir lo hizo viajar en el tiempo. No había encontrado el momento
oportuno para descargarse el video, y la espera lo estaba matando. Pero debía
ser cauto, de Laura podía esperar cualquier cosa, desde una actitud dulce hasta
la trama más diabólica que podías imaginar. Intentó convencerse, probablemente
sería alguna postal de gusanito.com, en
el que le diría que se alegraba de volver a coincidir con él en la vida. Y con
ese pensamiento volvió a dejarse acunar por los brazos de Morfeo en un dulce
balanceo.
Laura leía en su cama, eran las tres
y media de la madrugada y no conseguía dormir. Desde el día que envió aquel
mensaje su amigo el insomnio la había vuelto a visitar. Intentaba concentrarse
en la lectura, una novela negra que narraba los asesinatos en serie que
realizaba una hermosa dama a sus amantes, los enamoraba con aquella belleza
fuera de lo normal y con su fragilidad de mujer desvalida los hombre caían
rendidos a sus pies. Luego, cuando descubrían sus artes sexuales, eran
incapaces de abandonarla, y la seguían hasta el fin del mundo si era necesario,
o al menos hasta el fin de su mundo, porque todos acababan muriendo en
circunstancias extrañas donde la única responsable era ella, aunque nunca
dejara ninguna huella. A Laura le fascinaba esa mujer, como podía calcular sin margen
para el error los asesinatos de aquellos hombres después de seducirlos y no
tener remordimientos. Empezó a atraerle el mundo oscuro, llevar una doble vida,
ser una respetada abogada durante el día y por la noche una malvada mujer que
asesinaba a hombres después de hacer el amor con ellos. Clavarles un cuchillo,
sentir la sangre caliente en sus manos, ver la última expresión de auxilio que
se dibujaría en la cara de sus víctimas. Aquella mujer, la protagonista de la
novela, debía sentirse muy poderosa por tener el don para decidir cuando
alguien debe dejar de respirar. A pesar de la apasionante trama que leía no
conseguía concentrarse en la lectura. Miles de preguntas rondaban en su cabeza.
-¿Por qué no me ha contestado? ¿No ha
causado ningún efecto en él? ¿Habrá cambiado como lo he hecho yo?-. Se
preguntaba. Intentó dormir, tenía que madrugar. Estaba inmersa en un importante
juicio que requería todos sus sentidos al cien por cien.
Eran las diez de la mañana, la
universidad estaba desierta, sin alumnos gritones por los pasillos o profesores enfadados por el bajo rendimiento de los jóvenes universitarios.
Cirios saludó al vigilante de la facultad con prisa deseoso de llegar a su
despacho y abrir el ansiado video. Le había costado mucho que su mujer
entendiera que tenía que ir a la universidad a preparar unos exámenes de
recuperación de Historia del Derecho para los alumnos de primero.
Llegó a su despacho, lo recibió el
silencio y la tranquilidad de un sábado. Abrió el ordenador y por fin apretó en
la ventana de descargar archivo. La descarga se le hizo eterna. Por fin pudo
visualizar aquellas imágenes y sus ojos no daban crédito a lo que veían.
Laura siempre había sido una alumna
modelo en sus años de universidad, todos los profesores admiraban su excelente comportamiento,
entrega y dedicación por sus estudios. A pesar de todas estas virtudes hubo una
profesora con la que tuvo serias dificultades. Eva Labriega, profesora de Derecho Romano, no se lo había
puesto nada fácil. No logró aprobar esa asignatura hasta quinto curso, a pesar
de ser una asignatura de primero. Prometió vengarse, y de una forma algo sutil
lo logró.
Cirios se acomodó en su silla, subió
el volumen del ordenador y resignado contempló el mini documental que debió ser
destruido años atrás. Decidió tomárselo con filosofía y disfrutar viendo
aquellas imágenes que tanto le hizo disfrutar en su momento.
Durante
su amorío con Laura había sido testigo de los abusos de una de sus compañeras
de profesión, Eva Labriega. Vio como Laura sufría día tras días por la
exigencia sin fundamento de aquella profesora con mala praxis. Ella había
decidido vengarse y él hechizado por el embrujo de aquella joven decidió
ayudarla. Una noche, se colaron en la universidad como dos delincuentes
intentando no ser vistos por el guardián. Entraron en el despacho de Eva e
hicieron el amor desenfrenadamente. Ella, sentada sobre la mesa de su
profesora, con las piernas abiertas se masturbaba delante de la cámara que lo
grababa todo. Luego Cirios se acercaba, y probaba su jugo, dulce, ardiente,
adictivo. Ambos miraban a la cámara con malicia. La cogió por las caderas y la
atrajo hacia él, penetrándola con tanta fuerza que la hizo gemir de dolor y de
placer. Cuando terminaron descansaron abrazados en el sillón de cuero que tenía
la profesora en su despacho, dejando esparcidos por el suelo todos los
trabajos, exámenes y documentos de la desagradable mujer. Parecía una estúpida
venganza, pero no era estúpida si se tenía en cuenta que Eva Labriega tenía
Trastorno Obsesivo Compulsivo con el orden y la pulcritud, y probablemente
cuando viera su despacho en aquellas condiciones tendría un ataque de ansiedad
y pasaría días en casa sin aparecer por la facultad.
Mientras volvían a sus respectivos coches habían acordado destruir el video, los recuerdos debían quedar sólo en su memoria, pero no en formato digital con posibilidad de ser usado en contra de alguno de los dos. Laura había prometido borrarlo. Cuando le devolvió la cámara no había rastro de que aquello hubiese sucedido. Lo que él nunca pensó es que Laura no era tan buena como imaginaba. Atónito, sorprendido y muy excitado borró el video de la carpeta de descargas. Abrió el Facebook y escribió un mensaje. –Querida Laura, debo felicitarte, me has dado un golpe bajo. Has refrescado mi memoria más de lo que imaginé. Creía que ese video había sido destruido, veo que te subestimé. Creo que es hora de que nos veamos y pongamos las cartas sobre la mesa. No sé si pretendes chantajearme con sacar a la luz este material o sólo quieres divertirte. Han pasado algunos años y veo que ambos hemos cambiado. Deme cita señorita letrada porque necesito asesoramiento. Un beso y que pase un buen día-.
Mientras volvían a sus respectivos coches habían acordado destruir el video, los recuerdos debían quedar sólo en su memoria, pero no en formato digital con posibilidad de ser usado en contra de alguno de los dos. Laura había prometido borrarlo. Cuando le devolvió la cámara no había rastro de que aquello hubiese sucedido. Lo que él nunca pensó es que Laura no era tan buena como imaginaba. Atónito, sorprendido y muy excitado borró el video de la carpeta de descargas. Abrió el Facebook y escribió un mensaje. –Querida Laura, debo felicitarte, me has dado un golpe bajo. Has refrescado mi memoria más de lo que imaginé. Creía que ese video había sido destruido, veo que te subestimé. Creo que es hora de que nos veamos y pongamos las cartas sobre la mesa. No sé si pretendes chantajearme con sacar a la luz este material o sólo quieres divertirte. Han pasado algunos años y veo que ambos hemos cambiado. Deme cita señorita letrada porque necesito asesoramiento. Un beso y que pase un buen día-.
Con los dedos temblorosos por lo que
acababa de ver y por lo que estuviera por venir Cirios envió el mensaje, consiente
que ya no volvería a dormir tranquilo. Ahora tendría que esperar a que Laura
moviera ficha.
La cuarta por favor, la cuarta. Que bueno.
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