Este blog será nuestro punto de encuentro, en él se unirá la magia, los sueños, la luna y la literatura. ¿Por qué la luna? Porque es mi hogar. ¿Por qué la literatura? Porque es como único entiendo la vida.

viernes, 22 de enero de 2016

Destellos de luz


Mi abuela siempre decía que hay personas que te rompen el corazón y otras que te lo pegan. Y luego están esas otras que se cuelan por las grietas y te lo encienden. 
Yo llevaba varios años con el corazón roto, y sin nadie capaz de unir las múltiples piezas que quedaron esparcidas en un pecho lleno de malas hierbas. 
Lo que mi abuela no me explicó fue cómo reconstruirme a mí misma. Cómo encender mi luz... Quizá la anciana no se olvidó, quizá quería que lo aprendiera sola, que los continuos golpes por la ausencia de luz me llevaran -por desesperación o por necesidad- a encontrar el interruptor. Mi interruptor.
Pero cuando uno se acostumbra a andar a tientas aprende a ver en la oscuridad, aunque esta sólo te muestre sombras, sólo una mitad de la realidad.
Y los años pasan... Y un buen día te tocan en la puerta del alma. Te tocan desde casa, desde dentro. Y una voz que te resulta familiar te dice, tímidamente, que antes de que decidas abandonarte, rendirte, querría ver la luz. Tu luz...
Y te concedes un último deseo. Cierras los ojos, te llevas la mano al pecho y pulsas el interruptor. Te recompones los pedazos y queda perfecto, sin grietas. Porque el amor es unidireccional, viene de adentro hacia afuera, y se expande... Salpicando a todos los que están a tu alrededor con purpurina plateada. Empapando con la lluvia de tu corazón a todo aquel que se quiera mojar contigo.
Y miro al cielo, y mi abuela me hace un guiño en forma de destello de luz.



martes, 27 de octubre de 2015

Diario de...Facebook


Diario de... Facebook
No sé cómo empezar a escribir nuestra historia. Si contar que sucedió un día lluvioso o que ya nos conocíamos de otras vidas y nuestro destino era encontrarnos. Reencontrarnos. 
No sé si decir que fueron mis manos o tu boca. Puede que, quizá, les interese leer que la culpa fue del viento que enredó tu pelo con mi mirada, y ya lo di todo por perdido... O por ganado.
Sé que una de las protagonistas fue una taza de café. Sí, recuerdo que abriste la puerta del bar huyendo de la lluvia. Tenías un conflicto con tu paraguas. Entraste apuntándonos a todos con él. Por suerte sólo disparaba gotas. Recuerdo también que me pareciste un poco cómico.
Llevabas una chaqueta de cuero marrón. Un pantalón vaquero desgastado y unos mocasines a juego con la chaqueta. -Qué estilo-. Pensé.
El paraguas seguía sin querer cerrarse y la dueña de la cafetería te gritó: -Cierre eso, Cristiano, que da mala suerte-.
Te sonrojaste y me compadecí. Juana podía ser muy inoportuna.
Por fin tu paraguas dejó de dar el show.
Te pasaste la mano por el pelo y al girar... ¡plaf! Chocaste conmigo. Me vertiste la taza de café encima de mi vestido rojo. En el bar se hizo el silencio. Sólo se escuchaba el pitido de la tetera. De lejos escuché murmurar a Juana, -De dónde coño salió este-.
Me miraste con los ojos tan abiertos que pude verte por dentro.
-¡Joder! Lo siento muchísimo. Pero mira que soy torpe.
La verdad que debo reconocer que no sé si me ardía más el café atravesando la lana del vestido o imaginarme contigo... Y ya sabes, porque lo sabes, que de imaginación voy sobrada.
Terminaste de meter la pata cuando intentaste secar el estropicio, y yo lancé un grito porque las yemas de tus dedos me incendiaron las ganas.
Y tú, vaya te he hecho daño. ¿Estás bien? Y yo, no, no. Nada que ver.
Al final nos rendimos. Tú ante la situación y yo ante ti.
-¿Qué te parece si nos tomamos algo?-. Propuse.
Empezamos con un café y terminé enredada en tus sábanas.
No sé si fue la cafeína o la necesidad de que me abrigaran el alma.
No sé si fue el invierno interno o externo.
De eso hace ya algún tiempo. Nunca más supe de ti. He de confesarte que cada tarde vuelvo a la misma cafetería, con el mismo vestido rojo, me pido una taza de café y quedo a espera de que entres y me lo derrames sobre el vestido que me quitarías más tarde.
Tengo que reconocer que cada vez que abren la puerta, y suena la campana que cuelga de la parte superior, me estremezco de abajo hacia arriba. De dentro hacia afuera.
¿Que por qué no nos volvimos a ver? No tengo respuesta.
Quizá después de mandarme una invitación a Facebook y de yo aceptarla, leas mi muro y entiendas que esto que he escrito es nuestra historia. A la que deseo que le escribas un final.

sábado, 17 de octubre de 2015

¡A ver si nos entendemos!

Empezamos el sábado con un artículo de educación en el periódico El Norte Hoy. Espero que les guste.

http://elnortehoy.com/a-ver-si-nos-entendemos

En determinadas ocasiones las familias tienen problemas de comunicación, sobre todo cuando la comunicación se produce de padres a hijos. Aunque intentemos comunicarnos con ellos, en muchas ocasiones no lo conseguimos, parecen no entender lo que les queremos decir, no nos cuentan sus problemas, sus preocupaciones y la comunicación acaba, en muchas ocasiones en gritos y reproches. Veamos algunos factores que hacen que la comunicación entre padres e hijos no sea efectiva. [ 361 more words. ] 


lunes, 20 de abril de 2015

No nos pertenecemos


No nos pertenecemos.

Ni tú a mí.

Ni yo a ti.

No me pertenecen tus miradas.

Aunque se pierdan en mis ojos y en lo que podría suceder si...
No me pertenecen tus caricias.
Aunque las sienta como mías.
Aunque las viva con tal intensidad que con sólo imaginármelas puedan erizarme la piel.
Le pertenecen a ella.
Quizá porque llegó antes.
O quizá porque no quiere irse.
Tal vez seas tú el que la retenga.
Tampoco me pertenecen tus besos.
Esos que sabes dar tan bien...o eso creo.
Con esos labios que desafían al grosor, pero tampoco terminan de ser finos.
Unos labios alargados e intermedios que esconden una gran sonrisa...que tampoco me pertenece.
No me pertenecen tus pestañas, aunque podría columpiarme en ellas.
Ni tus dedos cuadrados de manos varoniles.
No me pertenecen tus noches.
Pero sí colarme en tus sueños, que al fin y al cabo son sólo eso...
¡Sueños!
Y esas pequeñas pecas que se pierden por tu rostro...
¿Qué hacemos con ellas?
Tan sólo son pecas acampadas en tu piel.
Pobraré a convertirme en una de ellas, y podremos de alguna forma PERTENECERNOS.
Tampoco te pertenezco yo...
Aunque te dedique mis pensamientos.
Aunque vivas de alquiler en mi presente, y yo desee hipotecarte mi alma.
Pero tú no eres de quedarte.
No eres de pertenecer.
Mis caricias aún son mías.
Las guardo en un tarro de Nutella, para que se endulcen (aún más).
Mis besos tampoco te pertenecen...¿o sí?
¡Eso es decisión tuya!
Saben a miel y a limón.
Dulces y agrios.
Por lo de dar una de cal y otra de arena.
Aunque a día de hoy no me ha funcionado.
Al final la cal persiste y daña.
Y la arena se la lleva el viento.
Y esto nos hace volver al punto de partida.
Tú tan de ella.
Yo tan tuya.
Buscándote entre las caras de la gente que se me antojan iguales a ti.
Triste consuelo de creer que te encuentro para otra vez perderte.
Porque, ya sabes...
No nos pertenecemos.
Ni tú a mí.
Ni yo a...

 

Buen viaje




No quiero llorar. Me lo prometí. Te lo prometí. No quiero llorar porque las lágrimas son signo de debilidad, y a ti no te gustan las débiles ni a mí ser vulnerable. 
Así que cuando llegue el día, cuando te vea partir, cerraré los ojos y abriré el corazón para que se expanda y llegue allá donde tú estés. 
Me sentirás cerca y yo latiré al son de tus amaneceres, ya lejanos y fríos, sin el eco de mi risa y el sabor de tu paciencia. Sin los rayos de luz que se colaban por la ventana y juguetones morían entre nuestras sábanas, despertándonos. Despertando la pasión latente de tus buenos días.
Respiraré.
Intentaré guardar tu olor a amor verdadero en cada poro de mi piel donde tantas veces acampó la tuya. Y me sentiré agradecida de haberle ganado la batalla al miedo.
Soñaré.
Soñaré con un mañana cercano, con un reloj con las agujas a mi favor y la certeza de volver a verte.
Caen lágrimas.
Caen lágrimas que quieren huir contigo.
Escapar. Acompañarte en el camino.
Guiarte.
Guiarte en esos senderos perdidos e indicarte dónde no debes pisar, para evitar que alguna mina destruya nuestro futuro.
Convertir los disparos en una dulce melodía y las granadas en explosiones de flores.
Hacerte luchar en una guerra de corazones y firmar la paz con besos.
Llega el día y te vas.
Aprieto fuerte los dientes y finjo estar bien.
Te miro a los ojos.
Me veo en ellos.
Me abrazas.
Me niego a dejarte ir.
Me besas.
Me pierdo en tus labios.
Sonrío.
Sonrío porque te vas a salvar al mundo, o a parte de él.
Sonrío porque eres feliz con ello...y yo...yo lo soy contigo.
¡Buen viaje!
 
 

sábado, 14 de febrero de 2015

Queridos ex amores, ex amantes

Queridos ex amores. Ex amantes.
(Que aunque no muchos, bien reza el dicho: "Lo bueno si breve, dos veces bueno").
No sé si es porque Cupido anda revoloteando por el ambiente, impregnándonos de amor e ilusión. Acaramelando nuestras decepciones y susurrándonos al oído que tal vez este San Valentín seremos "por fin" flechados correctamente... O es la sonrisa de la gente que me está ablandando las ganas. 
Quizá sea el peso de los años que le resta importancia a los "daños"... O sencillamente los puntos de sutura no se "descosen" con tanta facilidad.
Puede que incluso con el frío de las ausencias se hayan convertido en escarcha mis sentimientos. 
Sea por lo que sea hoy me acordé de ustedes. 
Aparecisteis en mi memoria como una melodía de las que te elevan la consciencia. Y con los recuerdos comencé a danzar al ritmo de las bandas sonoras de la película de nuestros amores, dividida en varias partes.
Empezó como una comedia romántica; mucho amor, largos paseos bajo la luz de la luna llena, sexo a deshoras y mi carcajada o la tuya ante cualquier chiste pésimo. Sonaba entonces "Lollipop" de Mika.
Avanzaba ante mis expectantes y dilatadas pupilas un film de ciencia-ficción. Intrigas, mentiras, traición. Amenizado por "Trhiller" de Michael Jackson.
Por fin el desenlace, convertido en drama. Escenas de celos, palabras mal sonantes, despedidas, lágrimas, desamor y olvido. De fondo "Someone like you" de Adele.
Olvido.
Un largo y oscuro camino, traicionero por zonas, que te hace volver al punto de partida.
Tus brazos.
Que provocan peligrosas reconciliaciones que duran lo que dura el paso de una estrella fugaz, dejándote el sabor de su polvo amargo. 
Y así, como espectadora de mi vida, de nuestros amores, termino de ver nuestra película con una sonrisa. 
El ánimo se calma.
El corazón se dilata.
Me invade una enorme sensación de paz y gratitud.
Y mis labios, desenroscados de los de ustedes, pronuncian esa mágica palabra.
GRACIAS.
Gracias por quererme o mal quererme. ¡Ya da igual!
Gracias por dejarme quererte o mal quererte.
¡Lo siento!
Gracias por las noches de insomnio y las de hermosos sueños.
Gracias por tu pecho.
Por tus besos.
Tu risa.
Por ti.
Gracias por ser una de las piezas del puzzle que me compone.
Por intentar hacerte hueco.
Por encajar.
Por quedarte.
Por dejar huella.
Gracias por las lecciones.
Por los "te quiero".
Por los sueños.
Por el futuro...ya incierto.
Gracias por acompañarme en mi crecimiento personal.
Por intentar conocerme.
Por empujarme a que lo hiciera yo.
Gracias por sacarme sonrisas tontas.
Gracias por la ilusión.
Y la desilusión.
Gracias por ser parte de mi historia.
Y yo de la tuya.
Gracias por hacerme débil.
Para luego volverme fuerte.
GRACIAS.
Porque sin ustedes no sería lo que soy.
Una mujer que se ha caído: una, dos, tres...no sé cuántas veces, para volver a levantarse.
Más mujer.
Más sabia.
Más humana.
Una mujer que te ama por ser quien fuiste.
UNA MUJER QUE SE AMA POR SER QUIEN ES.

jueves, 8 de enero de 2015

Sufro

["Corán 9:5. Cuando hayan transcurrido los meses sagrados, MATAD a los ASOCIADORES donde quiera que los encontréis. ¡CAPTURADLES! ¡SITIADLES! ¡TENDEDLES EMBOSCADAS POR TODAS PARTES! Pero si se arrepienten, hacen la AZALÁ y dan el AZAQUE, entonces ¡Dejadles en paz! "Alá es indulgente, misericordioso!"]
A veces me gusta soñar. Quizá esté siempre divagando en el mundo onírico y por eso sufro. Sufro cuando despierto y descubro que la realidad está teñida de sangre, guerra y mentiras. Y que todo es justificable si se hace con el nombre de Dios en la boca y el de Satanás en el corazón. 
Sufro porque con cada vida que apagan los muyahidines para cumplir su: " Decreto religioso de guerra por parte del Corán para extender la ley de Dios"... (De un Dios con cuernos y tridente y los conceptos mal entendidos) apagan un sueño, una sonrisa y las ilusiones de quién lo esperaba en casa para cenar. Apagan la libertad (aunque ellos envueltos en su falacia) creen hacerlo en nombre de ella. 
Apagan el arte, la palabra, el ser sin pertenecer a un Dios que los mal vende, ¿a cambio de qué? ¿De la certeza de entrar en su reino? ¡En un reino maldito!
Con la explosión de cada una de esas bombas vibra algo en todos nosotros (por lejos que estemos). 
Con cada atentado muere una parte de nuestra esencia, que toma consciencia de la cruel realidad que nos baja de la "parra" de creer en un mundo mejor. 
Porque si según Dios todos somos hermanos...¿A quién no le duele el asesinato de un hermano, aunque sea de padres diferentes?
A mí me duele. Me duelen mis hermanos no reconocidos y me duele el mundo en el que vivo. Ya no quiero ser tolerante. ¡No! No se puede tolerar a un Dios llamado Alá que sólo te perdona la vida si le muestras sumisión. 

lunes, 5 de enero de 2015

Colilla

Mi madre siempre me dijo que no me sentara en las aceras. Que eso no era de niñas de bien. Que las niñas correctas que aspiraban a ser alguien en la vida no se tiraban en las aceras, cual colilla mal fumada, que alguien dejó caer a medio consumir para que terminase por destruirse con el paso del tiempo. 
Mi madre también me decía que ella nunca se equivocaba, que le hiciera caso...¡Qué ya se lo agradecería! Que disgusto se llevaría la mujer con su pelo blanco, los dedos consumidos por la artritis intentando terminarme esa bufanda hecha a mano que lleva tres inviernos bordando y nunca termina, si me viese sentada en este bordillo gris donde me dejaste un día. He visto como se consumen las colillas. Es curiosa la vida del cigarro, casi que me recuerda a nuestro amor. Al principio lo enciende el deseo, las ansias de llevártelo a la boca, de sentir entre tus labios su tacto y perpetuar en tu lengua su amargor. Luego lo inhalas y exhalas disfrutando de ese recorrido que hace por tu cuerpo, tan placentero que parece calmarte, devolverte la vida...y llega un momento en el que no sabes cómo ni por qué deja de resultarte agradable y lo lanzas al suelo sin importarte cuántas caladas te quedaban por aprovechar. La colilla cae huérfana de ti, y tú en ocasiones, según el día, la pisoteas con ímpetu para asegurarte de que no haya restos de vida que puedan avivar. Otras veces la dejas que se consuma ella por sí sola, y eso duele más. Fumar mata, pone en las cajas de tabaco, y amar también, lo dice el contrato de la vida, pero en otro idioma, porque yo no lo entendí cuando lo leí  ¡Ya ve, madre! Que ya sabia yo que no iba para niña de bien. Que aquí estoy en una acera tirada como una colilla, agonizando y esperando a que las últimas cenizas que quedan en mi corazón se consuman de una vez...que este invierno tan seco no ayuda, y que estas chiribitas me calientan el alma en las noches de frío. 
Mi madre también me enseñó a permanecer quieta en un lugar hasta que viniesen a buscarme. Quizá por eso aún te espero viendo crecer la hierba en el alquitrán...por ahí leí un día algo así como: "Donde quiera que Dios te plante, FLORECE". Pero es que a mí no me plantó Dios, me plantaste tú aquel diez de enero, cuando el cielo estaba gris (conteniendo el llanto) cuando nevó en el Teide y se hundió un barco. Cuando los soldados volvieron a la guerra, cuando los ciudadanos subían la cuesta (de enero) y los niños ya se habían cansado de jugar con sus recién  estrenados juguetes de Reyes. Me plantaste aquel diez de enero que traía nuestra historia en una melodía... Me plantaste tú, y no sé yo si eso me da derecho a florecer. Lo que sí sé, madre, es que usted nunca se equivocaba.