Este blog será nuestro punto de encuentro, en él se unirá la magia, los sueños, la luna y la literatura. ¿Por qué la luna? Porque es mi hogar. ¿Por qué la literatura? Porque es como único entiendo la vida.

sábado, 17 de octubre de 2015

¡A ver si nos entendemos!

Empezamos el sábado con un artículo de educación en el periódico El Norte Hoy. Espero que les guste.

http://elnortehoy.com/a-ver-si-nos-entendemos

En determinadas ocasiones las familias tienen problemas de comunicación, sobre todo cuando la comunicación se produce de padres a hijos. Aunque intentemos comunicarnos con ellos, en muchas ocasiones no lo conseguimos, parecen no entender lo que les queremos decir, no nos cuentan sus problemas, sus preocupaciones y la comunicación acaba, en muchas ocasiones en gritos y reproches. Veamos algunos factores que hacen que la comunicación entre padres e hijos no sea efectiva. [ 361 more words. ] 


lunes, 20 de abril de 2015

No nos pertenecemos


No nos pertenecemos.

Ni tú a mí.

Ni yo a ti.

No me pertenecen tus miradas.

Aunque se pierdan en mis ojos y en lo que podría suceder si...
No me pertenecen tus caricias.
Aunque las sienta como mías.
Aunque las viva con tal intensidad que con sólo imaginármelas puedan erizarme la piel.
Le pertenecen a ella.
Quizá porque llegó antes.
O quizá porque no quiere irse.
Tal vez seas tú el que la retenga.
Tampoco me pertenecen tus besos.
Esos que sabes dar tan bien...o eso creo.
Con esos labios que desafían al grosor, pero tampoco terminan de ser finos.
Unos labios alargados e intermedios que esconden una gran sonrisa...que tampoco me pertenece.
No me pertenecen tus pestañas, aunque podría columpiarme en ellas.
Ni tus dedos cuadrados de manos varoniles.
No me pertenecen tus noches.
Pero sí colarme en tus sueños, que al fin y al cabo son sólo eso...
¡Sueños!
Y esas pequeñas pecas que se pierden por tu rostro...
¿Qué hacemos con ellas?
Tan sólo son pecas acampadas en tu piel.
Pobraré a convertirme en una de ellas, y podremos de alguna forma PERTENECERNOS.
Tampoco te pertenezco yo...
Aunque te dedique mis pensamientos.
Aunque vivas de alquiler en mi presente, y yo desee hipotecarte mi alma.
Pero tú no eres de quedarte.
No eres de pertenecer.
Mis caricias aún son mías.
Las guardo en un tarro de Nutella, para que se endulcen (aún más).
Mis besos tampoco te pertenecen...¿o sí?
¡Eso es decisión tuya!
Saben a miel y a limón.
Dulces y agrios.
Por lo de dar una de cal y otra de arena.
Aunque a día de hoy no me ha funcionado.
Al final la cal persiste y daña.
Y la arena se la lleva el viento.
Y esto nos hace volver al punto de partida.
Tú tan de ella.
Yo tan tuya.
Buscándote entre las caras de la gente que se me antojan iguales a ti.
Triste consuelo de creer que te encuentro para otra vez perderte.
Porque, ya sabes...
No nos pertenecemos.
Ni tú a mí.
Ni yo a...

 

Buen viaje




No quiero llorar. Me lo prometí. Te lo prometí. No quiero llorar porque las lágrimas son signo de debilidad, y a ti no te gustan las débiles ni a mí ser vulnerable. 
Así que cuando llegue el día, cuando te vea partir, cerraré los ojos y abriré el corazón para que se expanda y llegue allá donde tú estés. 
Me sentirás cerca y yo latiré al son de tus amaneceres, ya lejanos y fríos, sin el eco de mi risa y el sabor de tu paciencia. Sin los rayos de luz que se colaban por la ventana y juguetones morían entre nuestras sábanas, despertándonos. Despertando la pasión latente de tus buenos días.
Respiraré.
Intentaré guardar tu olor a amor verdadero en cada poro de mi piel donde tantas veces acampó la tuya. Y me sentiré agradecida de haberle ganado la batalla al miedo.
Soñaré.
Soñaré con un mañana cercano, con un reloj con las agujas a mi favor y la certeza de volver a verte.
Caen lágrimas.
Caen lágrimas que quieren huir contigo.
Escapar. Acompañarte en el camino.
Guiarte.
Guiarte en esos senderos perdidos e indicarte dónde no debes pisar, para evitar que alguna mina destruya nuestro futuro.
Convertir los disparos en una dulce melodía y las granadas en explosiones de flores.
Hacerte luchar en una guerra de corazones y firmar la paz con besos.
Llega el día y te vas.
Aprieto fuerte los dientes y finjo estar bien.
Te miro a los ojos.
Me veo en ellos.
Me abrazas.
Me niego a dejarte ir.
Me besas.
Me pierdo en tus labios.
Sonrío.
Sonrío porque te vas a salvar al mundo, o a parte de él.
Sonrío porque eres feliz con ello...y yo...yo lo soy contigo.
¡Buen viaje!
 
 

sábado, 14 de febrero de 2015

Queridos ex amores, ex amantes

Queridos ex amores. Ex amantes.
(Que aunque no muchos, bien reza el dicho: "Lo bueno si breve, dos veces bueno").
No sé si es porque Cupido anda revoloteando por el ambiente, impregnándonos de amor e ilusión. Acaramelando nuestras decepciones y susurrándonos al oído que tal vez este San Valentín seremos "por fin" flechados correctamente... O es la sonrisa de la gente que me está ablandando las ganas. 
Quizá sea el peso de los años que le resta importancia a los "daños"... O sencillamente los puntos de sutura no se "descosen" con tanta facilidad.
Puede que incluso con el frío de las ausencias se hayan convertido en escarcha mis sentimientos. 
Sea por lo que sea hoy me acordé de ustedes. 
Aparecisteis en mi memoria como una melodía de las que te elevan la consciencia. Y con los recuerdos comencé a danzar al ritmo de las bandas sonoras de la película de nuestros amores, dividida en varias partes.
Empezó como una comedia romántica; mucho amor, largos paseos bajo la luz de la luna llena, sexo a deshoras y mi carcajada o la tuya ante cualquier chiste pésimo. Sonaba entonces "Lollipop" de Mika.
Avanzaba ante mis expectantes y dilatadas pupilas un film de ciencia-ficción. Intrigas, mentiras, traición. Amenizado por "Trhiller" de Michael Jackson.
Por fin el desenlace, convertido en drama. Escenas de celos, palabras mal sonantes, despedidas, lágrimas, desamor y olvido. De fondo "Someone like you" de Adele.
Olvido.
Un largo y oscuro camino, traicionero por zonas, que te hace volver al punto de partida.
Tus brazos.
Que provocan peligrosas reconciliaciones que duran lo que dura el paso de una estrella fugaz, dejándote el sabor de su polvo amargo. 
Y así, como espectadora de mi vida, de nuestros amores, termino de ver nuestra película con una sonrisa. 
El ánimo se calma.
El corazón se dilata.
Me invade una enorme sensación de paz y gratitud.
Y mis labios, desenroscados de los de ustedes, pronuncian esa mágica palabra.
GRACIAS.
Gracias por quererme o mal quererme. ¡Ya da igual!
Gracias por dejarme quererte o mal quererte.
¡Lo siento!
Gracias por las noches de insomnio y las de hermosos sueños.
Gracias por tu pecho.
Por tus besos.
Tu risa.
Por ti.
Gracias por ser una de las piezas del puzzle que me compone.
Por intentar hacerte hueco.
Por encajar.
Por quedarte.
Por dejar huella.
Gracias por las lecciones.
Por los "te quiero".
Por los sueños.
Por el futuro...ya incierto.
Gracias por acompañarme en mi crecimiento personal.
Por intentar conocerme.
Por empujarme a que lo hiciera yo.
Gracias por sacarme sonrisas tontas.
Gracias por la ilusión.
Y la desilusión.
Gracias por ser parte de mi historia.
Y yo de la tuya.
Gracias por hacerme débil.
Para luego volverme fuerte.
GRACIAS.
Porque sin ustedes no sería lo que soy.
Una mujer que se ha caído: una, dos, tres...no sé cuántas veces, para volver a levantarse.
Más mujer.
Más sabia.
Más humana.
Una mujer que te ama por ser quien fuiste.
UNA MUJER QUE SE AMA POR SER QUIEN ES.

jueves, 8 de enero de 2015

Sufro

["Corán 9:5. Cuando hayan transcurrido los meses sagrados, MATAD a los ASOCIADORES donde quiera que los encontréis. ¡CAPTURADLES! ¡SITIADLES! ¡TENDEDLES EMBOSCADAS POR TODAS PARTES! Pero si se arrepienten, hacen la AZALÁ y dan el AZAQUE, entonces ¡Dejadles en paz! "Alá es indulgente, misericordioso!"]
A veces me gusta soñar. Quizá esté siempre divagando en el mundo onírico y por eso sufro. Sufro cuando despierto y descubro que la realidad está teñida de sangre, guerra y mentiras. Y que todo es justificable si se hace con el nombre de Dios en la boca y el de Satanás en el corazón. 
Sufro porque con cada vida que apagan los muyahidines para cumplir su: " Decreto religioso de guerra por parte del Corán para extender la ley de Dios"... (De un Dios con cuernos y tridente y los conceptos mal entendidos) apagan un sueño, una sonrisa y las ilusiones de quién lo esperaba en casa para cenar. Apagan la libertad (aunque ellos envueltos en su falacia) creen hacerlo en nombre de ella. 
Apagan el arte, la palabra, el ser sin pertenecer a un Dios que los mal vende, ¿a cambio de qué? ¿De la certeza de entrar en su reino? ¡En un reino maldito!
Con la explosión de cada una de esas bombas vibra algo en todos nosotros (por lejos que estemos). 
Con cada atentado muere una parte de nuestra esencia, que toma consciencia de la cruel realidad que nos baja de la "parra" de creer en un mundo mejor. 
Porque si según Dios todos somos hermanos...¿A quién no le duele el asesinato de un hermano, aunque sea de padres diferentes?
A mí me duele. Me duelen mis hermanos no reconocidos y me duele el mundo en el que vivo. Ya no quiero ser tolerante. ¡No! No se puede tolerar a un Dios llamado Alá que sólo te perdona la vida si le muestras sumisión. 

lunes, 5 de enero de 2015

Colilla

Mi madre siempre me dijo que no me sentara en las aceras. Que eso no era de niñas de bien. Que las niñas correctas que aspiraban a ser alguien en la vida no se tiraban en las aceras, cual colilla mal fumada, que alguien dejó caer a medio consumir para que terminase por destruirse con el paso del tiempo. 
Mi madre también me decía que ella nunca se equivocaba, que le hiciera caso...¡Qué ya se lo agradecería! Que disgusto se llevaría la mujer con su pelo blanco, los dedos consumidos por la artritis intentando terminarme esa bufanda hecha a mano que lleva tres inviernos bordando y nunca termina, si me viese sentada en este bordillo gris donde me dejaste un día. He visto como se consumen las colillas. Es curiosa la vida del cigarro, casi que me recuerda a nuestro amor. Al principio lo enciende el deseo, las ansias de llevártelo a la boca, de sentir entre tus labios su tacto y perpetuar en tu lengua su amargor. Luego lo inhalas y exhalas disfrutando de ese recorrido que hace por tu cuerpo, tan placentero que parece calmarte, devolverte la vida...y llega un momento en el que no sabes cómo ni por qué deja de resultarte agradable y lo lanzas al suelo sin importarte cuántas caladas te quedaban por aprovechar. La colilla cae huérfana de ti, y tú en ocasiones, según el día, la pisoteas con ímpetu para asegurarte de que no haya restos de vida que puedan avivar. Otras veces la dejas que se consuma ella por sí sola, y eso duele más. Fumar mata, pone en las cajas de tabaco, y amar también, lo dice el contrato de la vida, pero en otro idioma, porque yo no lo entendí cuando lo leí  ¡Ya ve, madre! Que ya sabia yo que no iba para niña de bien. Que aquí estoy en una acera tirada como una colilla, agonizando y esperando a que las últimas cenizas que quedan en mi corazón se consuman de una vez...que este invierno tan seco no ayuda, y que estas chiribitas me calientan el alma en las noches de frío. 
Mi madre también me enseñó a permanecer quieta en un lugar hasta que viniesen a buscarme. Quizá por eso aún te espero viendo crecer la hierba en el alquitrán...por ahí leí un día algo así como: "Donde quiera que Dios te plante, FLORECE". Pero es que a mí no me plantó Dios, me plantaste tú aquel diez de enero, cuando el cielo estaba gris (conteniendo el llanto) cuando nevó en el Teide y se hundió un barco. Cuando los soldados volvieron a la guerra, cuando los ciudadanos subían la cuesta (de enero) y los niños ya se habían cansado de jugar con sus recién  estrenados juguetes de Reyes. Me plantaste aquel diez de enero que traía nuestra historia en una melodía... Me plantaste tú, y no sé yo si eso me da derecho a florecer. Lo que sí sé, madre, es que usted nunca se equivocaba.

lunes, 29 de diciembre de 2014

Micro cuento


Creímos, hace trescientos sesenta y cinco días, que teníamos amor a raudales, y cuando uno cree tener de más...¡MALGASTA! Así estamos ahora...con el corazón DESAHUCIADO y el alma en riesgo de EXCLUSIÓN EMOCIONAL. 

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Un sueño por navidad


Era una noche fría. Encendió la chimenea para darle calidez a la estancia. Una tenue luz del crepitar del fuego iluminaba el salón. Se acercó a la ventana. La fachada del edificio de enfrente estaba iluminada. Trepaban por ella los aguinaldos de colores, culminando en lo alto con el brillo de una imitada estrella fugaz. Fugaz, pensó. Fugaz como fue su amor. 
El pitido de la tetera la alejó de sus traicioneros pensamientos. Caminó hacia la cocina a través de un pasillo de paredes color pastel que una vez fueron testigo de...
La apartó del fuego y se sirvió una taza. El humo que emanaba del cacharro le enrojeció las mejillas. La piel se le humedeció. Regresó al salón y se sentó frente a la chimenea revestida de piedra caliza. Cogió su manta de cuadros verdes, encogió las piernas y se acurrucó. Le gustaba escuchar el quejido de los troncos de árbol al arder. Tomó un sorbo de su infusión y sintió como se le calentaba el alma. Se dejó envolver por los colores anaranjados y amarillos de las llamas que soltaban chiribitas rojas y flotaban en medio de aquella pequeña hoguera controlada. La única que podía controlar, puesto que la hoguera que él encendió un día en ella continuaba ardiendo. Ardiéndole. Arrasando. Calcinando. Quemándole cualquier ilusión que quisiese avivar en las humeantes hectáreas de su corazón. Algún destello verde se atrevió a florecer en medio de tanta ceniza. No sobrevivió. 
Justo cuando la visitaba el sueño, y sus cansados párpados se rendían ante la vigilia, escuchó unos incesantes golpes en la puerta. Gruñó e intentó volver a cerrar los ojos, pero los golpeteos eran persistentes.  Apartó la manta, estiró las piernas y dejó la taza de té caliente sobre la mesa de cristal. (En su fuero interno agradeció a quién se hallase al otro lado que la hubiese salvado de dormirse con la taza en las manos. Ya eran suficiente sus quemaduras internas como para exteriorizarlas vertiéndose el agua por encima). 
Cuando abrió se sorprendió al ver a unos pequeños Papa Noel sonrientes y con las mejillas sonrojadas por el frío.
-¡Venimos a concederte el sueño de esta Navidad!-. Gritó uno de los niños. 
-Pero antes debes darnos dulces, polvorones, mazapanes...¡Vamos, lo que tengas a mano! 
Sonrió ante la perspicacia de la niña que hablaba en ese momento.
-Pero, ¿es esto una nueva moda?-. Les dijo divertida. -Se supone que lo de pedir dulces sólo sucede en carnavales. Ya sé, ¿habéis adelantado la fecha con disfraz navideño para pedir golosinas?
Los niños se miraron extrañados.
-Parece estar más perdida de lo que pensábamos-. Dijo la niña rubia con trenzas, ojos azules y pecas en la nariz, que parecía ser la líder del grupo.
-¿Perdida?-. Preguntó molesta. -¿A qué viene eso, mocosa?-. Le inquirió.
Los niños (al unísono) exclamaron un "oohh" que le hizo sentir culpable.
-No es una cuestión de moda, ¿es que no has escuchado el lema: "Renovarse o morir"? Pues qué sepas que estás muerta en vida, ¡tía!-. Le espetó el niño al que le faltaban las paletas superiores. El grupo de amigos se dio la vuelta y se marchó. 
-¡Eh! ¿Y las golosinas? ¿Y mi deseo de navidad?-. Les gritó desde la puerta. 
La niña de las trenzas (que le recordaba a Pipi Calzaslargas, pero en rubia) se volvió hacia ella con un brillo diferente en sus ojos. 
-Para eso tienes que querer soñar-. Y continuó su camino.
Se sintió herida y a la vez aleccionada. ¿En qué momento dejó de soñar? ¿Quizá cuando descubrió que no volvería a sentir su piel junto a la de ella, cuando asumió que no habría amaneceres de caricias empatadas con la noche anterior o cuando su ausencia se hizo presente en sus labios (ahora huérfanos de sus besos)? ¡Qué más daba ya! Una pequeñaja de metro treinta le había concedido su deseo de navidad. La despertó de su letargo (no onírico) y se olvidó de llevarse a cambio sus dulces. 
Corrió a su cuarto. Se puso su abrigo marrón y unas botas, y salió a la calle, no sin antes llenarse los bolsillos de hojaldres y polvorones. Se adentró en la oscura noche buscando a su hada madrina. Un trato es un trato...y aquella niña (que sólo existía en su interior) se merecía su regalo.

jueves, 18 de diciembre de 2014

A ti, que no lo sabes pero te tocaré un día o me encontrarás


Dicen que a cada hombre a lo largo de su vida le tocan siete mujeres. Los hay con estrella y pueden presumir de haber tenido un firmamento iluminando su virilidad. Los hay estrellados que solo alcanzan a coger la cola de alguna estrella fugaz que pasa por su vida...y los hay que siguen la ley del siete, y la que ocupe este puesto será la mujer de su vida. Que no sufran las otras seis, puede que su hombre aún ande enredado con la quinta. 
El caso es que algún día seré la séptima de alguien y quiero ponerlo en aviso; dicen que el que avisa no es traidor, y yo haciendo esta buena obra quizá acumule buen karma.

QUERIDO VALIENTE QUE SE ENAMORE DE MÍ (Si existe)
Soy la peor batalla que hayas lidiado en tu vida. Y odio perder. Te tocará ser el cadáver en cada discusión. Pero también te digo que tengo los valores del índice de culpabilidad por encima de la media, por lo que acabaré la bronca comiéndote a besos. Soy testaruda y caprichosa (pero te haré plantearte la vida de otra forma de la que nadie es capaz). Me lo cuestionaré todo, y haré que te lo cuestiones tú también. Me pondré retos, sacarte al menos una sonrisa al día y dejar que se me escape algún te quiero sin querer (o queriendo). Soy desordenada, y ahí encontrarás las cosas que te desaparecen. Usaré tus camisetas para dormir y desteñiré alguna de tus prendas (intentaré que no sea tu favorita). Suelo tener malos días en los que lloro por todo y no quiero que me hables, pero realmente el origen de la perreta es que quiero acampar por un día entre tus brazos y olvidarnos del mundo. Sí te digo que no me molesta nada TE ESTOY MINTIENDO y cada vez que concluya una conversación con un "ah ok" revísala, porque algo me ha molestado. 
Pero también tengo días rosas, tan rosas que te pareceré un algodón de azúcar, aprovecha esos días porque te inflaré el ego... Te recordaré el por qué te amo y estoy segura que serán muchas las razones. Alabaré tu belleza y te obligaré a repetirte a ti mismo que TÚ PUEDES CON TODO. Pero los días rosas serán pocos, sabes que lo dulce repugna y es malo para la salud. 
Tengo una parte salvaje, pero eso ya lo descubrirás (no creo que te desagrade pero no es plan contarlo por aquí). 
Me encantan los libros y el frío... Pero amo el sol y los atardeceres de verano. Para enamorarme solo tienes que hablarme de la luna y te habrás ganado un pase VIP para mi universo. 
A veces tengo largos periodos de silencio, no es por ti, es que estoy abonando el alma. 
No me gusta que me juzguen ni que me celen...pero te aviso que siempre llevo flis para las mosconas que se te acerquen. Adoro los domingos de sofá y peli y que me hagan cosquillas en los pies, sentir tu mano buscando la mía en la oscuridad de la noche. 
Abrázame y bésame mucho, podría vivir de ello (y no perder la línea). 
Te defenderé con uñas y dientes, pero también te haré de espejo para que veas tus defectos y a la vez me muestres los míos... Que son...bufff, la tira. 
Soy tan difícil que a veces tengo largas conversaciones conmigo para llegar a un acuerdo. 
Pero esta soy yo...a veces dulce, a veces borde, en ocasiones llorona y en otras la alegría personificada. Unas veces juego a ser mujer y otras a ser niña. Sí decides vivir en mi locura TE ADVIERTO QUE NO SERÁ FÁCIL....pero también te advierto de que NO TE ARREPENTIRÁS. 

lunes, 8 de diciembre de 2014

Pido disculpas

Pido disculpas, porque les juré, me juré que no volvería a suceder. Hice todo lo posible por evitarlo.
Puse candados.
Pasé la llave.
Amurallé la fortaleza.
Pero de nada sirvió. Pasó.
Pido disculpas y espero redención...yo sólo quería...o no quería...pero pasó.
Fue culpa suya. Es que su voz, esa forma tan curiosa que tiene de mirarme...su sonrisa torcida. Su absurda manía de besarme los diez dedos de las manos antes de dormir, y de dibujarme letras en la espalda que yo consigo leer o me invento, pero siempre empiezan por "t" y terminan en "o"... Sí, yo también "te quiero", y te pido disculpas por ello y por este corazón testarudo y anárquico que lo ha vuelto a hacer. Me he enamorado y pido perdón. A mí por fallarme, a ti...porque probablemente te fallaré y al mundo...al mundo por las veces que lancé improperios al cielo maldiciendo al amor...y ahora me los devuelve. No en forma de lluvia ni con rayos de sol. Me devuelve amor, amor del que mueve el piso...amor con turbulencias. Amor imposible y a la vez una gran historia de amor.  
Insisto.
Es su culpa.
Porque su alma me enreda con esas caricias bañadas de inteligencia que no se borran. No. No se borran.
Porque me hace el amor desde lejos. Sin tocarme. Y consigue estremecerme.
Porque está hecho de verdades.
Porque huele a Apolo y no es mitológico, aunque sí mágico.
Porque se ha atrevido a luchar en la batalla más dura de su vida, AMARME, y puede que de esta no salga con vida...por eso pido disculpas, porque sí muere, ¿será homicidio premeditado? 
Porque yo ya sé que amarme es un suicidio, pero tú insistes, sí acepto, ¿es eutanasia? 
Estoy confundida, por eso pido disculpas. Porque con el amor no se juega, aunque él juegue con nosotros.
Porque el amor es analfabeto, o quizá la analfabeta sea yo o tú, y él, el maestro. Porque necesito que me enseñe geografía, para entender que tú allá, yo aquí y él...él en ambos lados. No sé cuánto dura el amor sí se estira. Espero que mucho porque hay unos cuantos miles de kilómetros en este sin sentido...y yo, que me estoy iniciando en esto del "running", no sé sí partir a correr hacia ti o lejos de ti. Pero pase lo que pase, YO TE PIDO DISCULPAS.


martes, 25 de noviembre de 2014

Siempre hay salida


El infierno de su alma se había convertido en su lugar favorito...allí solía escaparse a tomar café y calentarse con sus propios pensamientos convertidos en brasas. Allí las heridas escocían menos y las palabras malsonantes se derretían fundiéndose con la lava de la mujer que fue algún día. Allí fantaseaba con que su diabla interior tomase de una vez por todas las riendas de su vida...pero sólo eran eso...fantasías.
La puerta se cerró con un golpe seco, ella se sobresaltó y se abrochó los últimos botones de la camisa, no fuese él a creer que iba enseñando de más. Se alejó de la ventana que la mantenía conectada a la realidad y que tantas veces se le antojó como el fin de sus problemas (pero no, ella no era una cobarde) y revolvió el potaje que tenía al fuego.
-¿Otra vez potaje?-. Masculló.
-Sí no lo quieres te preparo otra cosa...balbuceó.
-¿Otra cosa, otra cosa? Sí no sabes hacer nada.
Él abrió la nevera y sacó una cerveza. Le quitó la tapa con los dientes y la escupió al fregadero. Bebió un largo trago, se limpió la boca con la manga de la camisa y salió de la cocina gritando: -Tengo hambre, ¡Muévete!
El infierno de su alma se convirtió en escarcha. Permanecía helada (a pesar de los treinta y dos grados que marcaba el termómetro de la cocina) inmóvil intentaba adivinar qué podía desear para comer, qué le apetecería...pero nunca tuvo dotes de adivina, hechicera o bruja puesto que nunca acertaba en sus cavilaciones. De haberlos tenido habría visto el día de su boda que el príncipe de su cuento tenía escamas en lugar de sangre azul, una mazmorra y no un precioso castillo, y no la llevaría en brazos por el umbral de la puerta sí no que la metería a patadas. No, decididamente, no tenía dotes de adivinación.
-¡Esperanza! ¿ Dónde está la puta comida? 
Con un baile anormal en el pulso de sus manos vertió dos cucharones de potaje en el plato, con sumo cuidado se dirigió al salón y lo dejó sobre la mesa auxiliar donde a él le gustaba comer mientras veía las noticias y criticaba las desgracias del mundo. El silencio se hizo notar como la calma que precede a la tormenta. Perfecto alzó la mirada, -¿otra vez potaje?-. Esperanza no tuvo tiempo de retirar el plato e ir en busca de cualquier otro alimento que lo satisficiera. 
Nunca le gustó el color rojo, siempre lo consideró demasiado llamativo y exhuberante. Ahora salía de su nariz y de su boca (como tantas otras veces) y un surco alrededor de su ojo comenzaba a extenderse a lo largo y ancho de su rostro como un tsunami arrasando con su belleza. Perfecto comía en silencio el potaje mientras veía los resúmenes del fútbol. Volvió a mirarse al espejo, ¡qué mal le sentaba el rojo! Se volvió a refugiar en el infierno de su alma, su diabla interior estaba un poco atolondrada...-¿Pero tú te has visto? El rojo nunca ha sido nuestro color ni el negro, nosotras somos más de rosa y de purpurina, ¿acaso lo has olvidado ya? ¿Cuánto hace que perdiste la esperanza, Esperanza? 
Volvió a mirar hacia el salón, se volvió nuevamente hacia el espejo. Su diabla seguía hablando. -Venga, atrévete, sí lo estàs deseando. Concédenos la libertad que nos merecemos.
Perfecto se acercó a ella cabizbajo.
-Esperanza, perdóname, sabes que no soporto hacerte daño, me pongo muy bruto, no sé que me pasa. ¡ven, siéntate conmigo!-.
-¡Enseguida voy! 
-Venga, Esperanza, hazlo por nosotras, siempre hay salida-. La incitaba su diabla.
Esperanza cogió el jarrón de porcelana que le regaló su madre cuando se casó. Se persignó y le pidió perdón a Dios. Caminó hacia el sofá y lo hizo añicos contra la cabeza de su esposo. Este quedó semiconsciente. Buscó en sus bolsillos y encontró las llaves de la puerta. Abrió con manos temblorosas y salió a la calle. Corría, huía de él y de ella, de su diabla interior que ahora deba palmadas y danzaba feliz, cambiando el tridente por alas y los cuernos por una aureola. Llegó a la policía y se entregó no sabía bien sí como víctima o como verdugo, pero cualquier cárcel sería mejor que el miedo.

domingo, 9 de noviembre de 2014

Hay días...

Hay días de lluvia en los que te necesito, y me veo naufragando en mi llanto. Luego sale el sol y con él el arco iris, y me sereno.
Hay días de viento que revuelven tu recuerdo y por más que intento retenerlos se escapan por la ventana y desde la lejanía me hacen un guiño.
Hay días de calor que me dilatan las ganas de llamarte, aunque sé que no estarás al otro lado, y de repente una enorme nube gris se posa en mí y me llueve encima. Hay días de inmensa calma y días de tormentas torrenciales...pero realmente lo que hay son noches llenas de tu vacío, llenas del eco perpetuo de tu voz que choca contra las paredes de esta casa. Llenas de besos, de lunas y de te quieros flotando en el ambiente. Hay noches en las que me arropas y otras en las que me arañas el sueño. Y es que contigo o sin ti, no hay noche sin desvelo. 

domingo, 2 de noviembre de 2014

El mar y yo

El mar tenía ganas de mí y yo tenía ganas de sal. Después de un tímido tonteo con miradas, rubor en mis mejillas y en el ir y venir de la espuma de las olas, indecisas en el proceso de cortejo, nos fundimos en un abrazo. Él me meció en el vaivén de sus caricias sin dejar recoveco de mi cuerpo huérfano. Yo me dejé hacer, naufragué en su calma y floté entre burbujas que se me antojaron de colores. Como único testigo el sol, quién aumentaba esta pasión con sus cálidos rayos, dibujando arco iris transparentes que hacían de puente entre un cielo y un mar no tan lejanos...Y yo dejándome hacer el amor por la brisa, por la sal, por el mar y por tu recuerdo desdibujado.

sábado, 11 de octubre de 2014

Poema del día después

Quizá bastaban las ganas y sobraba la ropa.
Quizá era suficiente con cerrar los ojos y abrir las piernas.
Quizá era mejor el silencio incómodo que las palabras vacías y usar la lengua para llenar recovecos de una piel que ardía. 
Quizá deberíamos haber dejado a los dedos descifrar las estrías de tu cuerpo por donde se escapaban los sueños. O bebernos el sudor que latía en tus adentros.
Quizá hubiese sido suficiente con gozar menos y sentir más o gozar sin sentir o simplemente fingir ¡ya qué más da!
El problema viene al despertar e intentar recoger de una cama desordenada las caricias malgastadas. Al darte cuenta que hay besos agonizando por la habitación, que salieron de tu boca con pasión y se quedaron por el camino buscando la mía. Pero es que hace tiempo que yo tampoco la encuentro. El problema viene en la despedida, en las miradas que se esquivan y otro cuerpo que se va a medio vestir, con prisa, y sin nombre. Porque son tantos que estoy por hacer una nomenclatura. Porque no sé ni cómo me llamo yo. Me habré perdido en el fondo de alguna botella donde me ahogó el alcohol sobreviviendo mis penas. 

jueves, 9 de octubre de 2014

Hoy me dio por ser valiente



Hoy me dio por recordar. Rectifico. Hoy me dio por ser valiente. Después de ciento cuarenta y dos días, hoy vengo a ser valiente. 
Después de ciento cuarenta y dos días mirando a otro lado con fingida indiferencia y echándote de menos en cada momento, hoy me permito ser valiente. Tú no me hubieses permitido este derroche de cobardía. Hace harto rato que me habrías zarandeado por los hombros (con amor, porque todo lo hacías con amor) y me hubieses despertado de este letargo. Es que creía que jugando a hacerme la fuerte te borraría de mis recuerdos...y de mi corazón. Pero tú, que siempre fuiste un paso por delante, usaste tinta permanente y te aseguraste de ganarle la batalla al olvido. Te ha funcionado. Ya puestos podrías haber sido eterno y ahorrarme el sufrimiento. 
Ciento cuarenta y dos días al lado de todos los que vivimos no es nada ¿verdad? El problema está en los que quedan por venir. 
Hoy me dio por ser valiente y se me desató la lengua, y tú, que permanecías atado al silencio de mi alma, te escapaste y te hiciste notar en todas las conversaciones. Y con tu nombre, también se apuntaron a la tertulia ( que más bien era un monólogo) las lágrimas. Luego vino la ira que me llevó (a pesar de lo bien hablada que soy) a insultar a la vida e incluso alcanzó el de arriba (con el que estarás ahora) pídele perdón de mi parte, pero a alguien tenía que culpar de semejante injusticia, y siempre alcanza él ( ya arreglaremos cuando me toque a mí estar ahí).
Debe ser la luna llena que me transformó en lobo y me dio la valentía de aullarle tu nombre a la luna (te he colocado ahí) y he aprendido a caminar sin tropezar mientras miro al cielo en busca de tu sonrisa. Realmente he aprendido a no tropezar porque ya no estás para levantarme. Y te aseguro que en ciento cuarenta y dos días ha habido tropiezos dignos de una buena "hostia" de esas que te hacen permanecer en el suelo...probablemente tú te habrías acostado a mi lado y nos hubiésemos reído juntos. Me habrías secado las lágrimas y obligado a levantar. Pero intento no hacerlo en honor a ti...odiabas que permitiera que me hicieran tropezar y más aún caer. Así qué ando por la vida bien erguida y como tú me decías "con la cabeza alta". 
Hay tantos tipos de amistad como humanos en el mundo...pero ninguna como la nuestra, tan resistente que sólo nos separó la muerte (ni siquiera todos los que lo intentaron) sólo la soberana. 
No sé ni por qué te escribo, será porque según tú es lo único que sé hacer (me caló hondo esa broma, ¿has visto?). Realmente te escribo porque sí verbalizase lo mucho que te extraño me tildarían de loca, y no es plan de ir hablando sola por la vida aunque tenga la sensación de que sigues aquí conmigo. 
Creo que hoy me dio por ser valiente porque me haces más falta que nunca y no estás...y no vendrás corriendo como antaño a mi lado cada vez que lo precisaba. 
Tal vez me dio por ser valiente porque las personas mueren cuando dejas de recordarlas...Y amigo mío, yo quiero que seas inmortal.

lunes, 6 de octubre de 2014

Antología de una prostituta 12


El aire de la noche pesaba. Estaba más caliente que de costumbre. Vicio daba vueltas en la cama. Miró el reloj, eran las dos. Rodrigo dormía plácidamente. Se levantó y fue hasta el balcón. Inspiró el aire de la madrugada. La belleza de la noche la calmó. Ante ella un inmenso manto negro decorado con destellos brillantes. En el centro la luna llena que la desnudaba con su luz. Ahora lo tenía todo en la vida, incluso esa sensación de vacío. Le llegó olor a tabaco. Se giró creyendo que Rodrigo se habría despertado al notar su ausencia, pero no, seguía dormido. El olor procedía del piso de abajo, se inclinó un poco más sobre el balcón y lo vio. Allí estaba Cuco. Sintió un escalofrío que le invadió todo el cuerpo acompañado de un cosquilleo en el estómago y el calor ahí abajo. Él le sonrió y le hizo un gesto para que bajase. Titubeó, terminó cediendo. Se puso la sobre camisa de seda rosa a juego con la tentación y salió del cuarto intentando no hacer ruido. Llegó al jardín. Cuco le ofreció un cigarro. Fumaron en silencio observando como el humo se deshacía con el aire. Él se levantó y Vicio lo siguió. Entraron en su habitación y Cuco la agarró del cuello. Los ojos de ella brillaban. Le encantaba aquella mujer desde el día que la encontró en la calle Molino de Viento fingiendo ser una sudamericana con acento canario. La adoraba a pesar de saber que era la mujer de su jefe, y estaba dispuesto a desafiar a los narcos y a la mafia por dormir en su entrepierna. Vicio jadeaba. Sabía que estaba jugando con fuego, que sí los descubrían acabarían convertidos en ceniza, los dos. Pero una vez que sus manos entraban en contacto con su piel disipaba el miedo. La cogió y la apoyó contra la pared. Ella enredó sus piernas alrededor de su espalda, le rodeó el cuello con los brazos y lo besó. Demasiado suave. Temió estar enamorándose. Quizá ya era demasiado tarde. Apartó ese pensamiento, ella no había nacido para amar. Sintió como le apartaba el hilo de la braga y entraba en ella. Gemidos. Apoyó una mano en la pared y con la otra la agarraba de los muslos. Bailaba en su interior con violencia mientras con su lengua recorría sus pezones. Vició echó la cabeza hacia atrás. Quería gritar. Lo empujó como pudo y se zafó de él. Cuco tenía la mirada desbocada. La jaló del pelo.
-No hagas eso-. Gruñó.
-Ahora me toca a mí. Tú no eres quien manda. 
Lo empujó y se dejó caer sobre la cama. Vicio se arrodilló y comenzó a recorrer su cuerpo con dedos juguetones. Llegó hasta la parte más dura de su cuerpo y con una media sonrisa acercó su boca. Pasó su lengua y notó su estremecimiento. Jugó con ella durante un largo rato hasta que la excitación de Cuco fue incontrolable. 
-Ven aquí.
La tumbó boca abajo y la penetró, le levantó la cabeza para poder verla disfrutar. Jugaba a su antojo con su cuerpo. Vicio se incorporó como pudo quedando a cuatro patas y dejándolo saciar sus ansias. Lo oía lanzar improperios y palabras guarras que incrementaban la dilatación de su sexo. 
-Vicio, dónde estás.
La voz de Rodrigo los devolvió a la realidad. Vició lo miró. Cuco le indicó que guardara silencio. Se levantaron y se vistieron torpemente.
-¡Cariño!
La voz de Rodrigo se escuchaba demasiado cerca. Le señaló la ventana que daba para el jardín. Dos toques en la puerta la bloquearon. 
-Cuco, ¿estás despierto?
Le hizo un gesto de desesperación a Vicio y ella salió. Con fingida voz soñolienta le contestó a su jefe.
-¡Pasa! 
-Siento molestarte, pero no encuentro a Vicio. ¿La has visto?
-No, jefe, estaba dormido. Estará en algún lugar de la casa ya sabe cómo son las mujeres-. Cuco intentaba ganar tiempo. 
-Cariño, ¿ocurre algo?
Vicio apareció detrás de Rodrigo con un vaso de leche en las manos. 
-¿Dónde estabas, mi amor? 
-Salí a pasear por el jardín, hace demasiado calor y pasé por la cocina a por algo refrescante. 
Rodrigo la atrajo hacia él y la besó. Cuco apartó la mirada. 
-Vámonos arriba, ya que me he desvelado podríamos...
Vicio lo siguió. Se compadeció de la ira que reflejaba la mirada de Cuco. Cuando vio que se alejaban golpeó la pared. No podía soportar imaginárselos juntos. Imaginarla con otro. Aquello tenía que acabar. Vicio tenía que ser sólo de él.

jueves, 2 de octubre de 2014

Conviértete en un buen recuerdo


Llovía. Llovía como en esos días de enero en los que el cielo se cubre de melancolía y llora. Llora hasta empapar nuestros corazones hambrientos. Corría el agua. Corría como en esos desastres naturales. Huía.
 Huía el agua como huyen las lágrimas…que escapan del dolor.
Hacía frío. Pero no el frío de la ausencia de tu cuerpo al amanecer cuando abandonas tu lado de la cama. Ese frío que cala hondo, que paraliza y entrecorta la respiración. Hacía un frío que presagiaba la helada que convertiría en escarcha mi alma a partir de ese  día.
Fumaba, como de costumbre, mi puro de las siete de la tarde acompañado de una copa de Drambuie. Una hoja en blanco ante mí, la musa dormida y tú… ¿Dónde estarías tú? Un relámpago iluminó el estudio de muebles caoba y altas estanterías repletas de libros. Las agujas del reloj jugaban a correr en contra del tiempo…y tú que no llegabas. Sonó el teléfono. Un timbre, dos, tres…Refunfuñé. Me pregunté para qué demonios le pagaba tanto a una criada incapaz de llegar a coger el teléfono. -¡Adela, el teléfono!-. Le grité. Y recordé tus ojos esa misma mañana cuando me recriminaban en silencio que últimamente siempre estaba de mal humor. Me lo decías en silencio porque ya poco me hablabas. Te habías convertido en una sombra sigilosa que rehuía de mí. Pero es que esta novela…los plazos…la editorial, y yo sin historia.
Te fuiste sin despedirte. Sin un “te quiero”. Sin esos dulces besos tuyos. ¡Ay! Tan cálidos. Tan sabrosos. Con tu olor a canela. Tu sonrisa torcida y tu lengua… ¡Sí, tu lengua! Juguetona, a veces sumisa, tan mía…Pero no, ese día te esquivé.  Estaba tan furioso por todo y a la vez por nada. ¡Quiero tus besos! ¡Los quiero ya!
Tres toques en la puerta.
-¡Pase!
Adela lloraba con el teléfono en la mano.
-Ridícula mujer-. Pensé. –No le pago para que llore-. Entonces lo entendí. Tú que no llegabas. El teléfono. Las lágrimas de Adela…
-Alicia ha m…-. La mandé a callar levantando la mano. Lancé la copa contra la pared. Los restos de Drambuie resbalaban por ella. La pared lloraba. En esta casa todo te llora.
Ya tengo historia. Aunque a ti ya no te tengo. Es la historia de los besos que no te di…y que no podré darte nunca.
Mañana es el gran día…fans, autógrafos, la presentación en sociedad de “Los besos que no te di están cerca”. Y luego, en el vacío de esta casa me reuniré contigo…Y ahí, donde quiera que estés, adonde quiera que yo vaya, no habrá malos humores, sólo tu boca y la mía…y la eternidad de tus besos.
Moraleja: El tiempo no vuelve. Las personas tampoco. Nunca podrás volver a dar los besos que no diste. Siempre es tarde para un “te quiero” no dicho a tiempo, que guardaste para… ¿Para cuándo? Los “te quiero” no se guardan ni los besos, tampoco los abrazos. Son gratis, no escatimes. Aunque sean gratis tienen un valor inigualable: el valor de hacer feliz a alguien. De volverte inmortal y convertirte en un buen recuerdo. El orgullo, la ira y los malos humores te convertirán en alguien a quien no querer recordary ese es el peor castigo para un ser humano.





jueves, 25 de septiembre de 2014

Plazo cerrado


Hasta hoy te esperé. ¿No lo sabías? Pues sí, hasta hoy te esperé. Ya lo sé, he estado ausente...pero te tocaba mover a ti, yo hice la última jugada. Esperaba la tuya, el jaque...y se lo has dado, pero a mi corazón. JAQUE MATE. 
Esperé, ansiosa paseando por las habitaciones de esta casa, jugando al escondite con tu ausencia, perdiendo siempre...encontrándote nunca, que aparecieras. Que te manifestaras como el ángel que siempre te dije que eras. Pero no, la magia no existe y los ángeles tampoco. Así que hoy, un día de finales de septiembre, un día cualquiera para tantos e inolvidable para mí, un día de otoño, donde se empezarán a caer las hojas de los árboles como tus recuerdos de mis dedos, HE CERRADO EL PLAZO, el plazo de que vuelvas a inscribirte en mi corazón, de opositar para mi alma o comprar mi piel. Ya no hay vuelta atrás ni prórrogas. 
He vuelto a ponerle pilas al reloj, le he devuelto la vida al tiempo y recuperado los días de mi calendario...hasta ahora todos latentes, esperando tu regreso. 
Hoy me desenredo de los sueños que quería vivir contigo...eran tantos y se cumplieron tan pocos. No te gustaba a ti eso de soñar, y yo no quería permanecer despierta. Tal vez porque me daría cuenta de la realidad y de las mentiras, y como duelen esas últimas. 
Hoy me despido de tus besos tatuados en mi herida con rotuladores carioca...ni siquiera permanentes, hasta en eso te descuidaste. 
Hoy empaco tus caricias en mi espalda, tus susurros a media noche y la careta que usaste conmigo y los echo a la mar, que naveguen a la deriva como mismo vas tu por la vida, SIN RUMBO. 
Hoy me doy cuenta que el lenguaje tiene licencia, licencia para desnudar  a un ánima con verdades que la lleven a la luna. Licencia para mentir y destruir ilusiones de color blanco. Licencia para escondernos detrás de lo que deseamos ser y no somos. Licencia para matar. 
Hoy ya no merece la pena decirte lo que quería ser para ti...tu mejor amiga, la mujer que te erizara la piel con un suspiro. Esa que te regalase caricias hasta que te sumieras en un sueño y soñaras conmigo. Esa que viviese continuamente en tu pensamiento, la que aceleraba el reloj para volver a estar a tu lado. La que te daba los besos más puros...sufría en tus derrotas y saltaba de felicidad en tus éxitos. Esa que parecía no tener carácter porque prefería darte amor, que aunque no son incompatibles, yo me decanto por el segundo. La mujer que quería experimentarlo todo contigo (lo bueno y lo malo) estar en tus silencios...y a pesar de tus rarezas y tus cambios de humor, estar CON-TI-GO
Pero eso ya está de menos y yo de más. Se acabó el columpiarme en el "te echo de menos"...que te echaré, pero tú no lo sabrás, porque estos son los últimos versos que te escribo.
SE CERRÓ EL PLAZO de esperarte...porque no soy la única que te esperaba y tú ya has hecho tu elección. 

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Huida hacia el señor 4


Tocaron varias veces el interfono pero nadie atendía a su llamada.
-Te lo dije, macho, esta gente nos está vigilando desde algún lugar y no quiere abrirnos.
-Shhh.
Mario iba vestido con su traje de Armani reservado para grandes ocasiones. El pelo engominado, gafas de sol y exceso de perfume. Luis estaba nervioso, llevaba una cámara de fotos colgada del cuello, vaqueros desgastados, y gafas de aviador. Daba el pego, parecía un periodista de mundo.
-Convento de Las Hermanas Marianas, ¿en qué podemos ayudarle?
Mario se aclaró la voz.
-Hola, estimada, mi nombre es Mario Ruiz, soy el Presidente del Partido Político Católico Liberal, me gustaría hablar con la madre superiora. Como sabrá estamos en plena campaña y quiero hacer un donativo (jugoso) a su congregación, ya que mi partido vela por los derechos de los que dedican su vida al prójimo.
Luis miraba con asombro a su amigo. ¿De verdad creía que se iban a tragar semejante chorrada? ¿Partido Católico Liberal? Estaban jodidos…al otro lado del interfono se escuchaban cuchicheos imposibles de descifrar.
-Empuje y pase, por favor.
Ambos entraron al amplio jardín que se escondía detrás del portón. Luis continuaba boquiabierto mientras que Mario, con andar altanero, fanfarroneaba de sus habilidades. Una monja de mediana edad los recibió.
-Hola, soy la hermana Asunción, la madre superiora vendrá enseguida. Tomen asiento.
Los jóvenes se sentaron mientras observaban el lujoso salón. Sillones con piel de ante, candelabros bañados en oro, amplios ventanales. Demasiado lujo para un grupo de mujeres que no hacían nada.
-¿Entiendes ahora lo que te decía el otro día? Todo esto que ves lo pagamos nosotros con nuestros impuestos. ¡Son unas vividoras!
Mario hizo un gesto de desdén al volver a fijarse en los detalles del lugar.

-¡Pase!-. Gritó la superiora.
Sonia volvió a entrar a aquel horrible lugar. Volvió a bajar al infierno. La madre superiora, como el perro de Pavlov al oír la campana, comenzó a babear. Se acercó. Sonia permanecía inmóvil. La olió.
-Así me gusta, hermana, que sea obediente y atienda a mi llamada. Serás una buena monja. Obediente, fiel, sumisa, dedicada a los demás aunque no te satisfaga lo que haces…o lo que te hacen. No debes olvidar que has entregado tu vida a servir al prójimo.
La joven aspirante a monja sentía su fétido aliento impregnando su cara. La madre superiora le metió la mano debajo de la túnica y recorrió, en un camino ascendente su muslo, hasta que llegó al rincón caliente del cuerpo de la muchacha. La acarició. Jugueteó con su zona erógena y le introdujo dos dedos. Cerró los ojos y se estremeció. Sonia estaba aterrada. No podía moverse. No entendía cómo aquella vieja decrépita podía paralizarla. Bastaba con empujarla y salir corriendo, huir de aquel infierno ajardinado. Pero tenía miedo. Miedo de las monjas que bailaban al son de la hermana superiora. Miedo de ella. Miedo de la vida, que ya la había tratado demasiado mal y no parecía tener intención de darle una tregua. Cerró los ojos y se desmayó cuando sintió los labios malolientes y resecos sobre los suyos.
Se pusieron de pie cuando vieron a la madre superiora acercarse alisándose la parte delantera de la túnica. A su lado una joven caminaba con la cabeza baja. Luis pudo identificarla mientras se acercaban.
-¡Es ella, es ella!
-¡Relájate! Nos van a descubrir.
-Hola, muchachos, soy la madre superiora, me ha comentado la hermana Asunción que quieren hacer un donativo. No es necesario. Nosotras vivimos de la caridad, buen hombre. ¿Por qué desea hacernos ese generoso regalo?
Luis no podía apartar los ojos de Sonia, percibió en su rostro que había estado llorando. Quiso gritar y pedirle justicia a Dios. Por qué lloraba, qué le habían hecho.
-Y este señor, ¿quién es?-. Preguntó la monja al ver como Luis no apartaba la mirada de su monjita.
-Es un amigo periodista, hará algunas fotos del momento en el que yo le entrego el cheque, ya sabe como es la política, hay que vender. Ustedes ganan y yo también.
La monja accedió a regañadientes, no le gustaba que mirasen así a su dulcito. Pero otro de sus vicios era el dinero, y aquel aspirante a alcalde parecía querer hacerle un buen regalo.
-Muy bien, pero que sepa que no puede hablar con la joven. Aun no se ha iniciado en el periodo de noviciado, no debe hablar con hombres.
Los chicos aceptaron. Luis estaba rabioso. Notaba, por la mirada de la joven, que no estaba bien. Creyó leerle en los ojos la palabra auxilio. Comenzó a hacer fotos. Del lugar, de la reunión de Mario con aquella vieja que carecía de rostro angelical y de Sonia. Fotos y más fotos de Sonia. Necesitaba hablar con ella, pero notaba los ojos inquisidores de la superiora sobre él.
-El baño, por favor-. Le preguntó a una de las hermanas que podaba un rosal.
-Al fondo, a la derecha.
Luis escribió con rapidez en un trozo de papel higiénico. Salió del baño y mientras la madre superiora miraba ensimismada el cheque con diez miel euros que le había entregado Mario, se acercó a la joven y le puso, con disimulo, el papel en la mano.
-Bueno, una última foto y hemos concluido con la visita. Gracias, hermana, siga haciendo esta hermosa labor. Rece por mí, seré un buen alcalde, se lo prometo-. Sonrió y miró al cielo.
La anciana los despidió con una sonrisa de satisfacción. Sonia continuaba mirando al suelo. Abatida. Pero en su interior se había prendido una llamita. Tal vez ese joven…quizá Dios había atendido a sus plegarias. Deseaba estar sola y poder ver qué contenía aquel trozo de papel.
-¿Has visto como te miraba ese joven? Te deseaba. Pero eres mía. Y sólo yo puedo acceder a ese juguito que tienes entre las piernas. ¡Guarra!
Sonia rompió a llorar y corrió a su cuarto. La maldad de la hermana superiora no tenía límites. La monja que continuaba podando las rosas miró apenada al ver como la joven huía. Sabía el motivo.
-¿Qué miras? ¡Continúa con tus quehaceres!-. Le gritó la superiora.
Luis estaba nervioso. Sentía que se desgarraba por dentro al alejarse de aquel lugar sin ella. Algo malo estaba sucediendo, pero estaba dispuesto a enfrentar al demonio por sacarla de aquel lugar.
-¿Y bien? ¿Me crees o no? Son unas víboras. Por cierto qué le pasaba a tu princesita, estaba llorando. La madre superiora no le quitaba ojo. Qué cosas más raras.
-Sí, lo sé. Le dejé un mensaje escrito en un papel.
-Pues a esperar, amigo.

Luis golpeó el salpicadero del coche. No quería esperar. Pero debía hacerlo. Las cosas darían un giro inesperado…


miércoles, 17 de septiembre de 2014

Micro cuento

MICRO CUENTO
Me duele el corazón, y no padezco insuficiencia cardíaca. Me duelen las tristezas que se cuelan en los ventrículos, acampan en las arterias y hacen llorar gotas de sangre a las venas. Se contrae con los recuerdos y se dilata con el olvido. Cada latido anhela tu aliento cerca de mis labios ansiosos por volver a besarte antes de exhalar un último suspiro. Un insensato deseo que ha conducido a la muerte a un corazón bondadoso.